Enviado por Sofía Moctezuma
Unos biotecnólogos han construido un circuito regulatorio genético a partir de componentes humanos que monitoriza los niveles de grasa en sangre. En respuesta a niveles excesivos, produce una sustancia mensajera que envía al cuerpo la señal de saciedad. Las pruebas en ratones obesos mostraron que esto los ayudó a perder peso.
La humanidad tiene problemas con el peso, y no sólo en las naciones que llevan muchos años industrializadas, sino que la prosperidad creciente en muchos otros países va de la mano con un estilo de vida que tiene entre sus consecuencias negativas un aumento excesivo de peso. Según la Organización Mundial de la Salud, más de la mitad de la población en muchas naciones industrializadas tiene sobrepeso, y una de cada tres personas lo tiene de modo extremo. Los alimentos altos en grasas y en calorías no sólo dejan su marca en la barriga, las caderas y el trasero, sino que también dejan sus huellas nocivas en la sangre, donde circulan grasas varias ingeridas con los alimentos. El incremento en la cantidad de grasa que circula con la sangre también se ve como un factor de riesgo para ataques cardíacos y derrames cerebrales.
El equipo de Martin Fussenegger, del Departamento de Ciencia e Ingeniería de Biosistemas en Basilea, perteneciente al Instituto Federal Suizo de Tecnología en Zúrich (también conocido como Escuela Politécnica Federal de Zúrich), ha desarrollado ahora un sistema de alarma y tratamiento tempranos. Se trata de un circuito genético implantable, compuesto principalmente de componentes genéticos humanos. El dispositivo vigila constantemente los niveles de grasa circulante en sangre, y es capaz de liberar un mensajero químico cuando percibe altos niveles de grasa en sangre. Dicha sustancia mensajera genera en el cuerpo una sensación de saciedad.
El dispositivo biotecnológico se implanta, y cuando detecta demasiada grasa en la sangre, hace que se libere un mensajero químico que induce la sensación de saciedad, con lo que el animal deja de comer. El resultado final es que el peso baja poco a poco hasta los valores normales, aunque el animal tuviera antes del implante un peso muy superior al normal. En ratones, parece que el revolucionario sistema funciona. En humanos, está por ver, pero no hay razón para creer que fracasará. (Imagen: M. Fussenegger / ETH Zurich)
Los investigadores estudiaron ratones obesos a los que se había alimentado con una dieta alta en grasas. Después de que las cápsulas con el circuito regulatorio genético fueron implantadas en los animales y comenzaron a actuar ante los niveles excesivos de grasa en sangre, los ratones obesos dejaron de comer en exceso. Cuando los niveles de grasa en sangre regresaron a valores normales, el circuito regulatorio dejó de producir la señal de saciedad. A consecuencia de ello, los pesos corporales de estos animales disminuyeron notablemente.
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