El turismo genera actualmente en Ruanda cientos de millones de dólares gracias a los gorilas de espalda plateada. Si hoy en día existe esta especie es gracias a la singular zoóloga estadounidense, que se asentó en las montañas africanas y estableció una entrañable relación con estos simios. Fossey murió asesinada en su cabaña a manos de cazadores furtivos
Los humanos compartimos con los gorilas un 98 % de ADN y el mismo linaje evolutivo, una especie que no existiría hoy en día si no fuese por la zoóloga estadounidense Dian Fossey,nacida hace hoy 82 años. «Cuando te das cuenta del valor de la vida, uno se preocupa menos por discutir sobre el pasado, y se concentra más en la conservación para el futuro», fue la última frase que la primatóloga escribió en su diario antes de morir asesinada a cuchilladas en Ruanda, el 26 de diciembre de 1985, a manos de cazadores furtivos de simios.
En su tumba, junto a los restos del gorila Digit, reza un epitafio que alude a la investigadora con el nombre de Nyiramachabelli, mote con el que los randeses solían referirse a ella. Significa «la mujer que supo adaptarse al bosque». Dian Fossey, nacida en San Francisco el 16 de enero de 1932, se instaló a finales de la década de los sesenta en las montañas de la niebla, a más de 3.000 metros de altura, dispuesta a luchar por la preservación de los amenazados grandes gorilas que habitaban en la cordillera de los montes Virunga. Sus investigaciones resultaron con el tiempo fundamentales para la conservación de estos simios casi extinguidos.
Al llegar al continente africano, Dian Fossey se asentó en una zona complicada -entre los volcanes Karisimbi y Bisoke-, utilizada por las tribus locales para cazar. Su principal objetivo era hacer un censo de los gorilas de montaña, pero pronto comenzó a relacionarse, incluso a interactuar sorprendentemente con ellos. «Bajé lentamente del árbol y simulé masticar vegetación para darle toda la seguridad de que mis intenciones eran de lo más pacíficas. Los brillantes ojos de Peanuts me miraban... Como parecía totalmente tranquilo, me eché de espaldas en la vegetación, extendí poco a poco la mano, la palma hacia arriba, y la dejé sobre las hojas. Después de mirarla con detenimiento, Peanuts se levantó y extendió su mano para rozar mis dedos con los suyos por un instante... Ese contacto figura entre los más memorables de mi vida entre los gorilas». Así relata la investigadora en su libro Gorilas en la niebla, su insólita relación con estos grandes monos de espalda plateada. Este trabajo fue llevado al cine en el año 1988 bajo el mismo título dando lugar a un largometraje biográfico, cuyo reparto está encabezado por la actriz Sigourney Weaver, que fue nominada al Oscar a la Mejor Actriz por su papel protagonista.
Dian Fossey vivió una complicada infancia, marcada por la temprana separación de sus padres y el maltrato psicológico al que le sometió su progenitor; se licenció en terapia ocupacional y se especializó en la investigación de técnicas de trabajo con niños de educación especial. En 1960, el destino quiso que la zoóloga se topase con el primer texto especializado en gorilas de montaña, escrito por el prestigioso investigador George B. Schaller. En sus páginas Dian Fossey descubrió un alarmante dato: solo quedaban vivos 500 ejemplares de esta especie en una zona volcánica de África Central, desamparados, además, frente a las hordas de cazadores furtivos deseosos de hacerse con alguno de estos animales.
La paciencia de Dian Fossey, su meticulosa observación y su formación en métodos de enseñanza gestual le permitieron, al llegar al continente africano, comprender e imitar el comportamiento de estos simios de grandes dimensiones. Una especial relación de complicidad se forjó pronto entre la investigadora y uno de los ejemplares, el gorila Digit, que se mantuvo a su lado mientras Fossey hacía recuento de sus colegas de especie. 220 gorilas sumó finalmente la zoóloga. Pero cuando parecía que sus indagaciones en este ámbito iban viento en popa -recibió el el doctorado en zoología por la universidad de Cambridge- una batida de furtivos acabó con la vida de su preciado amigo.
Dian Fossey puso en marcha entonces su particular batalla contra este tipo de cazadores, enfrentándose a ellos, combatiendo su actividad, persiguiéndoles junto a guardias forestales y denunciando sus métodos a las autoridades pertinentes. Su empecinamiento le costó caro. La estadounidense se forjó una poblada pandilla de enemigos en la zona. Las navidades del año 1985 apareció asesinada en su cabaña.
Las circunstancias que rodearon a su muerte tardaron tiempo en esclarecerse. Muchos años después se supo que el autor del crimen había sido un cuñado del presidente ruandés y capo de los furtivos que se dedicaban a masacrar gorilas. Los esfuerzos y el empeño de Dian Fossey, sin embargo, valieron la pena. Sus investigaciones se hicieron públicas gracias a la revista National Geographic y a su libro, publicado en 1983 bajo el título original de Trece años con los gorilas de montaña. La concienciación general extendida gracias a sus reflexiones consiguió salvar la vida de los ejemplares supervivientes en las montañas africanas.
En el año 1968, con Fossey recién instalada en las montañas ruandesas, National Geographic envió al fotógrafo de vida salvaje Bob Campbell a África para filmar el trabajo de la naturalista. Durante cuatro años, Campbell reunió más de 23.000 metros de celuloide, de los que solamente llegó a editarse una pequeña parte. Años después, National Geographic Channel recuperó algunas de esas secuencias, nunca antes editadas, en un documental que supone una inolvidable mirada a los gorilas de montaña y a la entrañable y singular relación que Dian Fossey estableció con ellos.
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