En el estudio de este nuevo crustáceo de agua dulce no solo se ha hecho la descripción morfológica habitual de la taxonomía clásica, también se han realizado análisis moleculares. La investigadora Ana Camacho explica la relevancia de este trabajo: “Hemos podido extraer ADN y secuenciar dos fragmentos de genes que aportan valiosa información molecular de los crustáceos y que sirven para diferenciar genéticamente esta nueva especie de las ya conocidas”.
El equipo ha logrado extraer ADN de los crustáceos, pese al pequeño tamaño de estos animales, y secuenciar fragmentos de dos genes: uno mitocondrial, el COI, que se utiliza para diferenciar especies, y otro nuclear, el 18S, que es útil para diferenciar géneros y familias.
Estas científicas fueron las primeras que lograron extraer ADN de una batinela en 2002. “Gracias a los análisis moleculares estamos pudiendo diferenciar muchas nuevas especies de batinelas que morfológicamente son indistinguibles (las llamadas especies crípticas). Se trata de animales cercanos pero diferentes”, explica la investigadora.
Las batinelas son pequeños crustáceos de entre 0,5 y poco más de 1 mm que viven en aguas dulces subterráneas de cuevas, fuentes, pozos y aguas freáticas en general. Son animales ciegos que carecen de pigmentación y que están perfectamente adaptados a vivir en un mundo sin sol y sin luz. Se alimentan de detritos (restos de animales y vegetales) y están cerca de la base de la cadena trófica.
Estos animales forman parte de un ecosistema, el subterráneo, donde el primer eslabón de la cadena alimenticia, las plantas verdes, no existe. Estos primos lejanos de las gambas abandonaron el mar hace más de 200 millones de años y están presentes en las aguas subterráneas de todos los continentes excepto en la Antártida.
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