Enviado por Nayeli Balderas
Sandra Aamodt y Sam Wang, dos neurologos estadounidenses han redactado esta lista sobre las verdades y mentiras que giran alrededor de nuestro principal órgano, el cerebro. Son realmente curiosas y muchas sorprendentes:
Mentiras
1. Beber no destruye neuronas. Beber en exceso durante muchos años da lugar a que se reduzca el tamaño del cerebro pero, por lo general, se trata de un fenómeno reversible. El vino tinto puede incluso proteger el cerebro, al reducir el riesgo de derrames cerebrales, siempre y cuando la dosis oscile entre dos vasos a la semana y hasta tres vasos al día como máximo.
2. Un golpe fuerte en la cabeza no cura la amnesia. Por mucho que el cine se haya empeñado en convencernos de lo contrario. Tampoco se consigue con hipnosis ni con la visión de un objeto muy apreciado; en cuanto a la neurocirugía, es más probable que, en lugar de remediar la pérdida de memoria, la cause.
3. La mitad izquierda no es “racional”. Esa región de la corteza cerebral es la que produce el lenguaje y resuelve los problemas, pero ello no quiere decir que sea la “mitad racional”. La parte izquierda del cerebro necesita lógica y orden, hasta el punto de que, si algo no tiene sentido, lo habitual es que el cerebro invente una explicación verosímil.
4. El estado de ánimo de ellas no es más variable que el de ellos. Lo que ocurre es que tanto unos como otras tienden a recordar mejor los cambios del estado de ánimo de las mujeres, por lo que las personas a las que se les pide que recuerden el grado de variabilidad de su estado de ánimo o del de su pareja mencionan más cambios de humor en ellas.
5.
El cerebro no es como un ordenador. Dado que se ha desarrollado a lo largo de millones de años a través de la selección natural, cuenta con sistemas que surgieron con un propósito determinado y que posteriormente se han adaptado para otro, incluso aunque no funcionen perfectamente. Por tanto, no es la obra de un ingeniero.
6. Los ciegos no oyen mejor. No gozan de unas condiciones mejores que las personas videntes para identificar los sonidos, aunque sí es cierto que tienen una mejor memoria, especialmente para el lenguaje. También son más diestros en la localización de sonidos débiles. Ambas habilidades pueden ayudarles a reconocer mejor todo aquello que les rodea.
7. Escuchar a Mozart no hace más listo a un bebé. Este mito surge de una investigación realizada entre estudiantes de enseñanza superior que detectó que esa actividad producía un efecto limitado, que duraba sólo media hora. Sin embargo, aprender a tocar un instrumento musical se asocia con un incremento de la capacidad para el razonamiento espacial.
8. Las vacunas no causan autismo. En varios países, suprimir el componente de las vacunas que se aseguraba que causaba autismo no ha tenido ningún efecto en los índices de diagnóstico del autismo. Por lo general, el autismo está causado más bien por la herencia de una multiplicidad de genes defectuosos.
9. Los pliegues exteriores no guardan relación con la inteligencia. Las circunvoluciones o relieves están más bien relacionadas con el tamaño del cerebro, porque gracias a esa disposición cabe más cerebro en un espacio más reducido. En los cerebros más grandes, la corteza contiene asimismo más materia blanca, las fibras de asociación que conectan regiones distantes del cerebro.
10. Es falso que sólo empleemos el 10%. En Estados Unidos, esta aseveración apareció por primera vez en los escritos de Dale Carneige, un autor de libros de autoayuda que no era científico. Carneige citó mal un pasaje del psicólogo William James, quien en realidad había afirmado que utilizamos apenas una fracción del potencial del cerebro.
El mito del 10% es la falsa creencia sobre el cerebro más extendida, pues apela a nuestro deseo de mejorar. Algunas encuestas han descubierto que esto es lo que piensa la mayoría de las personas de Estados Unidos y de Brasil. Hoy en día los científicos saben que la totalidad del cerebro es necesaria para su funcionamiento normal, tal como demuestran las consecuencias de los derrames o daños cerebrales. Incluso el daño limitado a una parte muy pequeña del cerebro puede detectarse por los síntomas neurológicos.
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