Enviado por Fernando Antonio Díaz Téllez del 604
El hallazgo, llevado a cabo a partir de los datos del Instrumento M3 de la cápsula india Chandravaan 1, ha sido hecho público por la NASA, que asegura que se trata de la primera detección de esta forma de agua desde un artefacto orbital y reconoce que las fuentes de las que procede ese agua resultan desconocidas, aunque deben de encontrarse en las profundidades del satélite. Estudios anteriores ya habían mostrado la existencia de agua magmática en muestras lunares recogidas por los astronautas del programa Apolo.
El hallazgo se llevó a cabo a partir de imágenes de la sonda del cráter Bullialdus, cerca del ecuador lunar. La NASA explicó que a los científicos les interesa ese área porque podrían cuantificar mejor el volumen de agua que pueda haber dentro de las rocas debido a la situación del cráter y el tipo de rocas que contiene.
La cima central del cráter está compuesta por un tipo de rocas que se forma en lo más profundo de la corteza y el manto lunar. «Esta roca, que normalmente reside muy por debajo bajo de la superficie, fue arrancada de las profundidades por el impacto que formó el cráter Bullialdus», explica Rachel Klima, geóloga planetaria en el Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad John Hopkins, en Laural (Maryland).
Volumen significativo de agua
«En la comparación con su entorno encontramos que la porción central de este cráter contiene un volumen significativo de hidroxilo, una molécula que consiste de un átomo de oxígeno y uno de hidrógeno, lo cual es prueba de que las rocas en este cráter contienen agua que se originó muy por debajo de la superficie lunar», dijo Klima.
«Las misiones de la Nasa como el Prospector Nuclear y el Satélite de Observación y Sensores de Cráter Lunar, y los instrumentos como el M3 han recolectado datos cruciales que cambiaron fundamentalmente nuestra idea de la existencia del agua en la superficie de la Luna», dijo a su vez Pete Worden, director del Centro Ames de Investigación de la NASA en Moffett Field, California.
La detección de agua del interior desde una observación orbital constituye, pues, un hito de primera magnitud para el conocimiento de nuestro satélite. Y probablemente un nuevo apoyo ante la posibilidad de contar, en un futuro próximo, con una base lunar habitada permanentemente.
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