Es difícil saber cuándo una persona comienza a soñar. Algunos científicos dicen que en el vientre materno ya soñamos, mientras que otros afirman que los sueños se producen con un mayor desarrollo del cerebro, entre los cinco y los siete años.
Los sueños comienzan en el cerebro con la conocida como fase REM o de movimiento ocular rápido. En esta fase, la persona tiene una actividad cerebral similar a cuando está despierto, pero verdaderamente no lo está. Esta etapa ocupa el 20% del tiempo que dormimos y en ella se producen cambios en las ondas cerebrales y en la tensión muscular. Sin embargo, no siempre estamos soñando durante la fase REM y también tenemos sueños en otras fases, aunque es más difícil que esto se produzca.
Según el modelo de activación de los sueños de Hobson y McCarley, durante el REM, las áreas del sistema límbico involucradas en las emociones y recuerdos se activa, por lo que el cerebro intenta encontrar un sentido a esto produciendo sueños.
Según algunos neurocientíficos, los sueños se producen para ayudarnos a dormir mejor. Debido a que el cerebro necesita estar en constante actividad, los sueños permiten mantenerlo entretenido para poder recuperar al resto del cuerpo. En todo este proceso juega un papel importante la dopamina, encargada de dirigir nuestra atención y activar el llamado “sistema de búsqueda” de nuestro cerebro, que nos permite buscar en el mundo exterior los elementos necesarios para nuestra satisfacción. De esta forma, los sueños se equiparan con los delirios, ya que producen hiperactividad en la zona del cerebro en que se encuentra el sistema de búsqueda y están cargados de dopamina.
Para prueba basta ver que durante el sueño, los niveles de dopamina liberados en el núcleo accumbens del cerebro es máxima. Este núcleo es conocido hace tiempo por formar las alucinaciones de la esquizofrenia. Por tanto, una mente llena de dopamina tiene un montón de estímulos a los que prestar atención. De esta forma, estamos incitados a la búsqueda, pero al mismo tiempo nuestro cuerpo está paralizado por los neuroquímicos, por lo que realmente no podemos movernos, pero sí pensar, y por ende, soñar.
Según la teoría REM, la mayoría de los sueños acabarán al momento de terminar esta fase, y serán rápidamente olvidados por el cerebro. Cuando el cerebro vuelve a tener ondas más lentas y amplias y aumenta el flujo sanguíneo hacia los músculos, dejamos de soñar y entramos en la etapa de recuperación del cuerpo. Si bien es cierto que durante las etapas de sueño no-REM podemos soñar, estos no serán sueños con argumento, sino más bien juegos de luces y sombras y alguna imagen suelta.
Según otras teorías, los sueños acabarían por cambios químicos en el cerebro, exactamente si se deja de administrar dopamina o noradrenalina.
Importancia de los sueños
Algunos científicos piensan que los sueños son un epifenómeno sin importancia producido dentro de las funciones biológicas que cumplimos cuando dormimos.
Por otra parte, según la teoría del ensueño fomentada por Hobson y McCarley, los sueños -especialmente los traumáticos- están hechos para reducir la excitación emocional. ¿Esto cómo funciona? Durante el sueño, la actividad mental está menos centrada, más global y rica en imágenes. Cuando una persona vive una situación traumática, soñará un par de veces con la situación, pero luego creará otras realidades en las que vivirá la misma emoción que sintió durante el trauma. Por ejemplo, si una persona escapa de un incendio, soñará con el fuego, pero poco después comenzará a soñar otras cosas que le harán vivir la misma angustia, aunque el sueño no esté basado en la realidad. Poco a poco, los sueños vuelven a un estado más normal y, en la memoria, el evento real nos parecerá menos traumático.
Según otras teorías, el sueño nos permite clasificar los problemas, los acontecimientos del día o cosas que requieren mucha atención.Cómo comienzan y acaban los sueños, sin embargo, sigue siendo algo completamente desconocido. La ciencia del sueño pretende dar explicaciones a los sueños, pero aún siguen siendo un misterio.Existen varias teorías acerca de por qué dormimos. Algunos científicos afirman que los sueños responden al azar, y que no tienen una significación. Son debidos a la estructura del cerebro. Para Nielsen y su equipo, sin embargo, dicha estructura es importante, pero eso no implica que los sueños carezcan de sentido.
Según ellos, no son un producto inútil, únicamente derivado de nuestra actividad cerebral, sino que tienen que ver con la expresión de nuestro subconsciente. Esto se difiere del hecho de que los sueños parecen tener lugar en lugares espacialmente coherentes, en entornos en los que los soñadores interactúan perceptivamente, por ejemplo, orientándose, o buscando y asimilando información, tal y como hacemos despiertos. No parecen aleatorios. Asimismo, el individuo suele hallar información significativa y tener una sensación de reconocimiento dentro del entorno onírico.
La investigación en la fase del sueño de nuestra conciencia pudiera dar respuesta, no sólo a las razones sobre su origen, sino también a la forma en que los recuerdos autobiográficos se consolidan a lo largo del tiempo en nuestras mentes.
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