
Durante las épocas de sequía extrema, esta planta se enrolla sobre sí misma formando una bola apretada, marrón y aparentemente inerte. Este mecanismo de defensa reduce su superficie expuesta, minimizando la pérdida de humedad. En este estado latente, parece muerta: frágil, gris, inmóvil. Pero basta con que entre en contacto con agua para que comience a desplegarse, reverdecer y retomar la fotosíntesis casi de inmediato.
Esta extraordinaria transformación es posible gracias a un fenómeno biológico llamado anhidrobiosis, un mecanismo de supervivencia extrema. Durante este proceso, la planta produce azúcares protectores como la trehalosa, así como proteínas especializadas que estabilizan sus estructuras celulares durante la deshidratación. Estos compuestos permiten que la planta pause casi toda su actividad metabólica sin sufrir daño, entrando en una especie de animación suspendida hasta que las condiciones mejoran.
Lejos de ser solo una rareza del desierto, la planta de resurrección ha despertado el interés de científicos de todo el mundo. Su capacidad para sobrevivir en condiciones hostiles la ha convertido en un modelo para investigaciones en biotecnología, preservación celular, y el desarrollo de cultivos resistentes a la sequía, fundamentales frente al cambio climático.
La Selaginella lepidophylla no es solo una maravilla natural, es un símbolo viviente de la resiliencia y la adaptabilidad de la vida en su forma más pura.

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