¿Por qué no puedo ser yo como él?
Aparece cada vez que a tu compañero de trabajo el jefe le da una palmadita en la espalda y a ti no. Y cada vez que Instagram te enseña un selfi de tu mejor amiga bañándose en las aguas turquesas de una playa solitaria de Menorca. La reconoces porque te deja un regusto amargo en la boca. Preferirías no sentirla. Pero no puedes evitarlo. Más que nada porque, evolutivamente, a los humanos nos resultaba ventajoso.
La envidia era el modo que tenían nuestros antepasados de evaluar su posición frente a la de los demás –sobre todo, aquellos que más se les parecían– en la competición por los recursos y de compararse para saber dónde estaban y si tenían que hacer algunos ajustes para recuperar posiciones en la lucha por la supervivencia y la reproducción.
Aparece cada vez que a tu compañero de trabajo el jefe le da una palmadita en la espalda y a ti no. Y cada vez que Instagram te enseña un selfi de tu mejor amiga bañándose en las aguas turquesas de una playa solitaria de Menorca. La reconoces porque te deja un regusto amargo en la boca. Preferirías no sentirla. Pero no puedes evitarlo. Más que nada porque, evolutivamente, a los humanos nos resultaba ventajoso.
La envidia era el modo que tenían nuestros antepasados de evaluar su posición frente a la de los demás –sobre todo, aquellos que más se les parecían– en la competición por los recursos y de compararse para saber dónde estaban y si tenían que hacer algunos ajustes para recuperar posiciones en la lucha por la supervivencia y la reproducción.
Es natural, sí, pero duele. De hecho, los escáneres cerebrales muestran que activa las mismas zonas del encéfalo que se ponen a funcionar cuando sentimos dolor físico. Se trata de la corteza cingulada anterior, la encargada de procesar los conflictos. La intensidad con la que bullen sus neuronas es proporcional a cómo de inferiores nos sentimos cuando nos comparamos con alguien, según un estudio japonés que publicó hace unos años la revista Science.
El sufrimiento que produce sentir envidia es indistinguible del generado por una quemadura. Y, sin embargo, socialmente tiene connotaciones positivas. Para destacar que algo es realmente bueno afirmamos que es envidiable. “Virtud envidiada es dos veces virtud”, decía Quevedo. En nuestro fuero interno, nos cuesta concebir el éxito si no despierta algo de envidia. Incluso distinguimos entre la “envidia sana” y la que nos pone “verdes de envidia”.
El sufrimiento que produce sentir envidia es indistinguible del generado por una quemadura. Y, sin embargo, socialmente tiene connotaciones positivas. Para destacar que algo es realmente bueno afirmamos que es envidiable. “Virtud envidiada es dos veces virtud”, decía Quevedo. En nuestro fuero interno, nos cuesta concebir el éxito si no despierta algo de envidia. Incluso distinguimos entre la “envidia sana” y la que nos pone “verdes de envidia”.
Verdes de envidia
En esto último, la ciencia nos da toda la razón. De acuerdo con una investigación de la Universidad de Tilburgo (Holanda), hay que diferenciar entre la envidia que se dirige a personas que han conseguido lo que nosotros codiciamos y la que se centra en lo que posee y anhelamos. La primera es la pecaminosa, nos hace desear que al otro se le tuerzan las cosas y se asocia a sentir placer cuando a los otros les va mal (schadenfreude lo llaman, es decir, regodeo en el mal ajeno).
La segunda nos predispone a adoptar un punto de vista constructivo para lograr lo que no tenemos. Nos motiva para tomar ejemplo y equipararnos o superar a aquellos a quienes envidiamos. En el primer caso, vemos a alguien delgado, refunfuñamos un “vaya suerte tiene” y solo imaginarle ganando peso ya nos causa placer. En el segundo, experimentamos tal envidia por su delgadez que… ¡nos apuntamos esa misma tarde al gimnasio!
En esto último, la ciencia nos da toda la razón. De acuerdo con una investigación de la Universidad de Tilburgo (Holanda), hay que diferenciar entre la envidia que se dirige a personas que han conseguido lo que nosotros codiciamos y la que se centra en lo que posee y anhelamos. La primera es la pecaminosa, nos hace desear que al otro se le tuerzan las cosas y se asocia a sentir placer cuando a los otros les va mal (schadenfreude lo llaman, es decir, regodeo en el mal ajeno).
La segunda nos predispone a adoptar un punto de vista constructivo para lograr lo que no tenemos. Nos motiva para tomar ejemplo y equipararnos o superar a aquellos a quienes envidiamos. En el primer caso, vemos a alguien delgado, refunfuñamos un “vaya suerte tiene” y solo imaginarle ganando peso ya nos causa placer. En el segundo, experimentamos tal envidia por su delgadez que… ¡nos apuntamos esa misma tarde al gimnasio!
La envidia 2.0
Últimamente, la envidia –la mala– se ha agudizado con el uso de las redes sociales. Según un estudio de la Universidad Técnica de Darmstadt (Alemania), tanto la envidia como los celos incrementan con el uso de Facebook. Sobre todo si se hace un uso pasivo de las redes, es decir, si se mira lo que otros publican en lugar de postear y comentar.
Facebook e Instagram son una oportunidad para la comparación social a una escala sin precedentes, dicen los expertos. De hecho, un 41 % de los internautas admiten sentir envidia cuando ven lo aparentemente felices que son sus amigos de Facebook e Instagram, explicaba un estudio de la empresa Kaspersky Lab. Especialmente si tienen más cantidad de me gusta que nosotros.
Las que más desazón causan son las entradas e imágenes publicadas durante las vacaciones, practicando un hobby o en una fiesta. Justo el tipo de momentos que más suelen compartir los usuarios.
Últimamente, la envidia –la mala– se ha agudizado con el uso de las redes sociales. Según un estudio de la Universidad Técnica de Darmstadt (Alemania), tanto la envidia como los celos incrementan con el uso de Facebook. Sobre todo si se hace un uso pasivo de las redes, es decir, si se mira lo que otros publican en lugar de postear y comentar.
Facebook e Instagram son una oportunidad para la comparación social a una escala sin precedentes, dicen los expertos. De hecho, un 41 % de los internautas admiten sentir envidia cuando ven lo aparentemente felices que son sus amigos de Facebook e Instagram, explicaba un estudio de la empresa Kaspersky Lab. Especialmente si tienen más cantidad de me gusta que nosotros.
Las que más desazón causan son las entradas e imágenes publicadas durante las vacaciones, practicando un hobby o en una fiesta. Justo el tipo de momentos que más suelen compartir los usuarios.
Hemos mencionado la envidia y los celos. Por separado, sí. Porque hay diferencias. Según Scott O. Lilienfeld, de la Universidad Emory (EE. UU.), la esencial es que la primera implica solo a dos personas, mientras que los segundos involucran al menos a tres.
Sientes envidia de quien gana una medalla que tú no consigues, y celos si invitan a tu compañero a una fiesta pero no a ti. Por otro lado, un estudio de la Universidad de Valencia realizado en el ámbito laboral reveló que las mujeres suelen manifestar más celos que ellos hacia las rivales que las superan en atractivo físico y más envidia hacia contrincantes más poderosas y dominantes.
Por paradójico que resulte, tanto los celos como la envidia tienen algo en común con el afecto y la empatía: la oxitocina. Esta hormona no solo fomenta las conductas prosociales positivas, sino que puede amplificar los sentimientos negativos. Vamos, que lo mismo que potencia el altruismo y la creación de relaciones afectivas mientras nos sentimos bien, cuando nos sentimos en desventaja frente a otros puede disparar la agresividad y el sentimiento de envidia, tal y como demostraron científicos de la Universidad de Haifa (Israel). Como dos caras de la misma moneda.
Sientes envidia de quien gana una medalla que tú no consigues, y celos si invitan a tu compañero a una fiesta pero no a ti. Por otro lado, un estudio de la Universidad de Valencia realizado en el ámbito laboral reveló que las mujeres suelen manifestar más celos que ellos hacia las rivales que las superan en atractivo físico y más envidia hacia contrincantes más poderosas y dominantes.
Por paradójico que resulte, tanto los celos como la envidia tienen algo en común con el afecto y la empatía: la oxitocina. Esta hormona no solo fomenta las conductas prosociales positivas, sino que puede amplificar los sentimientos negativos. Vamos, que lo mismo que potencia el altruismo y la creación de relaciones afectivas mientras nos sentimos bien, cuando nos sentimos en desventaja frente a otros puede disparar la agresividad y el sentimiento de envidia, tal y como demostraron científicos de la Universidad de Haifa (Israel). Como dos caras de la misma moneda.
Echa la culpa de tu envidia a...
Estos cinco puntos pueden influir en la aparición de este sentimiento con el que a ninguno nos gusta tener que lidiar porque puede provocarnos un gran malestar.
Estos cinco puntos pueden influir en la aparición de este sentimiento con el que a ninguno nos gusta tener que lidiar porque puede provocarnos un gran malestar.
La edad
Espejito, espejito, ¿quién es el más envidioso? Probablemente, el más joven. Un estudio de la Universidad de California en San Diego (EE. UU.) demostró que los jóvenes sienten más envidia –y por razones más variadas– que los maduros. Lo habitual es que el sentimiento se lo provoque alguien de su género.
La envidia ha sido relacionada con la edad, la oxitocina, la personalidad y las redes sociales. Imagen de André Santana Design André Santana en Pixabay.
Espejito, espejito, ¿quién es el más envidioso? Probablemente, el más joven. Un estudio de la Universidad de California en San Diego (EE. UU.) demostró que los jóvenes sienten más envidia –y por razones más variadas– que los maduros. Lo habitual es que el sentimiento se lo provoque alguien de su género.
La envidia ha sido relacionada con la edad, la oxitocina, la personalidad y las redes sociales. Imagen de André Santana Design André Santana en Pixabay.
La oxitocina
En situaciones afectivas, la llamada hormona del amor aumenta los sentimientos positivos, como el afecto que sienten los padres por sus hijos. Sin embargo, en circunstancias en que prima la competitividad, un chute de oxitocina fomenta la envidia e incluso la agresividad.
En situaciones afectivas, la llamada hormona del amor aumenta los sentimientos positivos, como el afecto que sienten los padres por sus hijos. Sin embargo, en circunstancias en que prima la competitividad, un chute de oxitocina fomenta la envidia e incluso la agresividad.
Tu personalidad
El 90 % de la gente se puede clasificar en cuatro tipos básicos de personalidad: optimista, pesimista, confiado y envidioso, según un trabajo realizado en la Universidad Carlos III de Madrid. El patrón de envidioso es el más numeroso, con un 30 % frente al 20 % de cada uno de los grupos restantes.
El 90 % de la gente se puede clasificar en cuatro tipos básicos de personalidad: optimista, pesimista, confiado y envidioso, según un trabajo realizado en la Universidad Carlos III de Madrid. El patrón de envidioso es el más numeroso, con un 30 % frente al 20 % de cada uno de los grupos restantes.
Las redes sociales
Investigadores canadienses de la Universidad de Columbia Británica demostraron que mirar en Facebook lo que otros publican hace que los usuarios de esta red social sientan que sus vidas están incompletas. Lo grave es que, para compensarlo, reaccionan creando contenidos que retratan “su mejor yo”. Pero provocar celos con retratos poco realistas no nos hace más felices.
Investigadores canadienses de la Universidad de Columbia Británica demostraron que mirar en Facebook lo que otros publican hace que los usuarios de esta red social sientan que sus vidas están incompletas. Lo grave es que, para compensarlo, reaccionan creando contenidos que retratan “su mejor yo”. Pero provocar celos con retratos poco realistas no nos hace más felices.
La falta de narcisismo
Si fueras narcisista, no sabrías lo que es la envidia. Un estudio de la Universidad Estatal de Iowa (EE. UU.) publicado en Journal of Personality demostró que el inflado sentimiento de superioridad de los auténticos ególatras hace que “no envidien a nadie porque todo el mundo es menos que ellos”.
Si fueras narcisista, no sabrías lo que es la envidia. Un estudio de la Universidad Estatal de Iowa (EE. UU.) publicado en Journal of Personality demostró que el inflado sentimiento de superioridad de los auténticos ególatras hace que “no envidien a nadie porque todo el mundo es menos que ellos”.
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