lunes, 17 de noviembre de 2014

Zombies reales

Enviado por Carlos Brayan Garcia Briseño


Las mariquitas están bien protegidas contra la mayoría de sus enemigos. Su caparazón rojo y negro, llamado élitro, tan adorable para el ojo humano, es en realidad una advertencia para los depredadores: se van a arrepentir. Cuando un ave o algún otro animal trata de atacar, la mariquita secreta veneno de las coyunturas de sus patas. El atacante prueba la hemolinfa amarga y escupe la mariquita. Los depredadores aprenden que los élitros rojinegros son un mensaje.

Así, la mariquita pareciera tener una vida perfecta si no fuera por las avispas que ponen sus huevos en el interior de su cuerpo vivo.

Una de estas avispas, la Dinocampus coccinellae, es del tamaño de una chispa de chocolate. Cuando una avispa hembra está lista para poner sus huevos, se posa cerca de una mariquita y rápidamente inserta su aguijón en su parte inferior inyectando en su víctima un huevo y una mezcla de sustancias químicas. Cuando el huevo eclosiona, la larva se alimenta de los fluidos que llenan la cavidad corporal del huésped.

Aunque la mariquita está siendo devorada de manera gradual, en el exterior aparece sin cambios. Ataca a los pulgones con el gusto de siempre, pero después de que digiere a su presa, su parásito se alimenta. Tres semanas después, la larva de la avispa se retuerce hacia afuera a través de una grieta en el exoesqueleto de la mariquita.

Aunque el cuerpo de la mariquita ya está libre del parásito, su mente sigue cautiva. La larva de la avispa se enrolla en un capullo de seda debajo de la mariquita, que permanece inmóvil.

Desde el punto de vista de la avispa, este desarrollo es muy positivo. Una avispa D. Coccinellae en desarrollo en su capullo es muy vulnerable. Pero la mariquita se ha vuelto el guardaespaldas del parásito y seguirá desempeñando lealmente este trabajo durante una semana, hasta que una avispa adulta haga un agujero con sus mandíbulas en el capullo, salga de este y vuele. Es entonces que la mayoría de las mariquitas zombis mueren, una vez completado el servicio para su parásito, amo y señor.

Esta escena siniestra ocurre en gran parte de América del Norte. Las avispas convierten en guardaespaldas zombis a las mariquitas, y éstas no son las únicas. Los científicos están descubriendo que lo mismo ocurre con un gran número de especies huésped que van desde insectos hasta peces y mamíferos. Sirven a su parásito incluso si ello significa que se lancen a su propia muerte para hacerlo.

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