miércoles, 9 de abril de 2025

Hallan un altar teotihuacano en Guatemala; la pieza fue elaborada entre el 400-450 d.C.

 El descubrimiento realizado por el Proyecto Arqueológico del sur de Tikal se ubicó en la zona guatemalteca de Petén, en la frontera con México


Un altar teotihuacano milenario fue descubierto en la ciudad maya de Tikal, una evidencia que reafirma los lazos entre estas dos culturas prehispánicas de los actuales México y Guatemala, anunciaron este lunes arqueólogos.En los últimos años, científicos han obtenido varios hallazgos de la influencia de Teotihuacan (centro de México) en Tikal (norte de Guatemala), distantes a unos mil 300 km, entre los años 300 y 500 d.C.

El altar, elaborado entre el 400-450 d.C. durante el periodo Clásico maya, fue hallado en una casa de un complejo residencial de la élite de Tikal, el principal sitio arqueológico de Guatemala, en el departamento selvático de Petén, fronterizo con México. 

El altar representa a la “diosa de la tormenta” de la cultura teotihuacana, indicó Paiz.

Se trata de una estructura rectangular de 1.1 metros de altura y 1.8 metros de ancho elaborada con tierra y estuco o masa de yeso. Muestra un rostro pintado con un tocado de borlas, un collar y otros elementos teotihuacanos. El complejo habitacional donde fue hallado el altar se detectó en 2019 tras un rastreo en la selva mediante la tecnología LiDAR (Light Detection And Ranging), explicó Ana Claudia Monzón, funcionaria del Ministerio de Cultura de Guatemala.

Una nueva técnica crea mapas 3D del ADN y revela secretos nunca vistos dentro del cuerpo

 Gracias a una nueva técnica de imagen genética, científicos han logrado reconstruir en tres dimensiones la localización exacta del ADN y el ARN dentro de un organismo completo. No es un mapa del genoma, sino un retrato espacial de cómo y dónde actúa el material genético en el interior del cuerpo.


¿Qué pasaría si los científicos pudieran hacer una imagen del interior de un organismo sin usar microscopios, luz ni lentes? No es ciencia ficción: ya es posible gracias a una innovadora técnica que transforma el propio ADN en una herramienta para crear mapas tridimensionales del cuerpo. Esta tecnología podría ayudarnos a entender mejores enfermedades como el cáncer, revelar cómo se organizan las células durante el desarrollo embrionario y ofrecer nuevas pistas sobre el sistema inmune. 

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La historia detrás de este avance comienza con una pregunta simple pero poderosa: ¿es posible registrar la posición de cada molécula en un organismo solo observando cómo interactúan entre ellas? Joshua Weinstein y Nianchao Qian, del Departamento de Medicina y la Escuela de Ingeniería Molecular de la Universidad de Chicago, acaban de demostrar que sí. Su técnica, presentada en la revista Nature Biotechnology, lleva el nombre de microscopía volumétrica por ADN, y es tan revolucionaria que replantea lo que entendemos por "ver" dentro del cuerpo humano. 

Ver sin luz: una nueva forma de hacer imágenes biológicas

La microscopía tradicional utiliza lentes y haces de luz para observar tejidos, células o estructuras microscópicas. Pero esta nueva técnica prescinde totalmente de la óptica. En su lugar, utiliza una reacción química que transforma las interacciones moleculares en datos que luego se convierten en imágenes tridimensionales. Es decir, en lugar de capturar la luz que emite un objeto, lo que se captura aquí es la posición relativa entre moléculas de ADN y ARN gracias a la química del propio material genético.

El proceso comienza con la introducción de secuencias sintéticas llamadas identificadores moleculares únicos (UMI)dentro de las células. Estos UMIs se adhieren al ADN o ARN de cada molécula y actúan como una especie de código postal molecular. Luego, se generan miles de conexiones llamadas identificadores de eventos únicos (UEI), que registran qué UMIs están cerca unos de otros. La frecuencia con la que dos UMIs generan UEIs refleja su cercanía física.

Una vez que todas estas interacciones se han producido, el material genético se extrae y se secuencia. Con esa información, se construye una matriz de proximidades. Aplicando modelos computacionales avanzados, los científicos reconstruyen una imagen espacial tridimensional del tejido o del organismo completo. Tal como se explica en el artículo original, este método es capaz de funcionar sin información previa sobre la forma o el contenido genético del organismo: "nuestro método extiende la microscopía por ADN a tres dimensiones a escalas que implican decenas de millones de moléculas formando una red molecular distribuida de barcodes de ADN únicos y próximos que etiquetan moléculas de ADN complementarias dentro del espécimen".


Un mapa 3D de un embrión vivo

Para demostrar el potencial de esta técnica, los investigadores la aplicaron a un embrión de pez cebra de 24 horas de desarrollo, un modelo muy común en biología del desarrollo. A partir de millones de datos obtenidos de las interacciones entre UMIs y UEIs, lograron reconstruir una imagen tridimensional del organismo completo, mostrando tanto su forma como la ubicación relativa de distintos genes activos.

Esto permite observar, por ejemplo, cómo se distribuyen ciertas familias de genes a lo largo del eje anterior-posterior del embrión. Al comparar los resultados con otros métodos de transcriptómica espacial basados en microarrays, los autores verificaron que las zonas de expresión coincidían notablemente. En sus propias palabras, "la inferencia de imagen tridimensional reproduce la morfología del pez cebra y los patrones de expresión génica conocidos".

El nivel de resolución que se alcanza es especialmente llamativo. Aunque no llega aún al nivel subcelular en todo el organismo, se consigue distinguir regiones con una precisión de alrededor de 1,5 micras, suficiente para observar la organización a escala celular en muchas zonas del embrión.


Cómo funciona esta reconstrucción computacional

El reto no solo era químico, sino también computacional. Convertir un mar de interacciones moleculares en una imagen 3D requiere resolver un problema inverso: inferir posiciones espaciales a partir de datos de proximidad. Para ello, el equipo desarrolló un nuevo algoritmo llamado Geodesic Spectral Embedding (GSE), que mejora técnicas anteriores basadas en reducción de dimensiones.

Este método analiza la matriz de UEIs y genera una representación tridimensional optimizada de las posiciones relativas de los UMIs. A diferencia de métodos anteriores, el GSE no presupone linealidad en los datos, lo que le permite capturar relaciones espaciales más complejas. Además, incluye una fase jerárquica para mejorar el rendimiento en grandes volúmenes de datos. Tal como se describe en el artículo, "GSE begins by constructing ‘global’ eigenvectors from the UEI matrix", y posteriormente ajusta las posiciones para minimizar la distancia estadística entre lo observado y lo esperado.

Gracias a esta técnica, fue posible inferir con gran fidelidad no solo la estructura del pez cebra completo, sino también la distribución espacial de genes implicados en el desarrollo embrionario y en la organización del sistema nervioso.

Más allá del pez cebra: potencial biomédico

Lo más emocionante de esta tecnología es su amplio potencial de aplicación en biomedicina. Como no depende de información previa sobre el genoma, puede aplicarse en tejidos poco conocidos o muy variables, como los tumores. Los autores señalan que la microscopía por ADN permitiría mapear con precisión el microambiente tumoral, algo crucial para entender cómo las células inmunes interactúan con las cancerosas.

También sería útil para estudiar la organización de tejidos como el sistema linfático, donde cada célula tiene una identidad genética única. "This is the critical foundation for being able to have truly comprehensive information about the ensemble of unique cells within the lymphatic system or tumor tissue", explican en el artículo de divulgación complementario​.

Además, dado que se trata de una técnica basada en reacciones químicas estándar y análisis por secuenciación, se puede escalar y adaptar a distintos contextos clínicos. En el futuro, podría integrarse con otras tecnologías de secuenciación y usarse para desarrollar vacunas personalizadas o tratamientos dirigidos basados en la ubicación precisa de las células.

Una herramienta para explorar la complejidad de lo vivo

La microscopía volumétrica por ADN no solo ofrece una nueva forma de ver, sino que también plantea un cambio de paradigma: en lugar de adaptar el tejido a la imagen (como se hace en la microscopía óptica), aquí es la imagen la que surge del propio tejido. Esta inversión conceptual permite observar organismos sin necesidad de marcadores externos ni cortes físicos, algo que siempre había limitado la tridimensionalidad en las técnicas anteriores.

El trabajo también destaca por su rigor metodológico. Para lograr imágenes de calidad, los investigadores tuvieron que diseñar protocolos químicos complejos que combinaran difusión anclada (para interacciones locales) y difusión no anclada (para relaciones a larga distancia). Esto se traduce en una imagen que integra múltiples escalas espaciales.


Fósil olvidado durante un siglo revela un enigma evolutivo de hace 500 millones de años

 Una criatura olvidada durante un siglo revela secretos sobre el origen de los artrópodos en un estudio liderado por un grupo de científicos de Harvard.


Durante más de cien años, Helmetia expansa fue poco más que una nota a pie de página en la historia de la paleontología. Descubierta en 1918 por el legendario Charles Doolittle Walcott, esta criatura del Cámbrico medio quedó durante décadas reducida a una única ilustración, sin una descripción formal ni análisis detallado. Sin embargo, un reciente estudio publicado en Journal of Systematic Palaeontology ha cambiado radicalmente nuestra visión de este animal fósil y del grupo al que pertenece: los concilitergans, unos enigmáticos parientes de los trilobites. Detrás del redescubrimiento está un equipo de investigadores liderado por Sarah R. Losso, del Museo de Zoología Comparada de la Universidad de Harvard, quien ha analizado por primera vez los 36 ejemplares conocidos de Helmetia, conservados en el Museo Real de Ontario y en el Smithsonian Institution. El resultado: una reconstrucción sin precedentes de su anatomía, comportamiento y lugar en el árbol evolutivo de los artrópodos. 

Un fósil con historia, pero sin historia

La paradoja de Helmetia expansa es, cuanto menos, desconcertante. Aunque su hallazgo es casi tan antiguo como el propio concepto de la fauna del Burgess Shale —uno de los yacimientos fósiles más importantes del mundo—, nadie había dado el paso de estudiarla con el detalle necesario. Su cuerpo aplanado y sin partes mineralizadas no facilitaba las cosas. Sin un exoesqueleto calcificado como los trilobites, su preservación dependía de condiciones excepcionales. Y eso fue precisamente lo que ofreció el Burgess Shale: un entorno donde incluso órganos blandos como ojos, patas y glándulas digestivas pudieron fosilizarse.

El equipo de Losso no solo volvió a examinar el famoso holotipo descrito por Walcott hace más de un siglo, sino que revisó todo el material disponible. Así fue como emergió una criatura fascinante, de cuerpo ovalado, con una especie de caparazón en forma de hoja y un margen serrado. De su cabeza sobresalían espinas anterolaterales, y su parte posterior estaba coronada por un gran escudo (el pigidio) con espinas en forma de lanzas. 


Ojos, patas y branquias: así vivía Helmetia

Uno de los hallazgos más espectaculares del nuevo estudio fue la identificación de detalles anatómicos nunca vistos con claridad. Algunas muestras muestran ojos medianos ubicados bajo una estructura frontal en forma de escudo, junto con ojos laterales prominentes. Todo ello apuntaba a un sentido de la visión más sofisticado del que se suponía.

Pero aún más reveladora fue la aparición de extremidades. Tradicionalmente, se había pensado que Helmetia era un nadador que se desplazaba usando branquias laminares a modo de aletas, como ciertos animales planctónicos modernos. Sin embargo, varios ejemplares estudiados mostraban apéndices birrámeos completos, con una rama en forma de pata delgada y otra en forma de branquia. Esto indica que Helmetia caminaba por el fondo marino, al estilo de los trilobites, aunque con un cuerpo más flexible y aplanado.

A través de las extremidades se observan también estructuras internas sorprendentes: glándulas digestivas emparejadas y un intestino con forma de “J” en su parte anterior, con evidencia de un aparato digestivo complejo. Incluso se conservan estructuras similares a nervios ópticos y ganglios, un lujo en fósiles de esta antigüedad.

Como si la anatomía interna no bastara, dos de los ejemplares estudiados capturan un momento extremadamente raro en el mundo fósil: el proceso de muda. Al igual que todos los artrópodos, Helmetia necesitaba desprenderse de su exoesqueleto para poder crecer. Pero nunca antes se había registrado una muda en un concilitergan.

Los fósiles revelan cómo la criatura abandonaba su antigua “armadura” saliendo por la parte delantera, una estrategia poco habitual entre los artrópodos, más común en formas primitivas como los cangrejos herradura. Este dato aporta una pista valiosa sobre cómo evolucionaron las técnicas de muda en los primeros artrópodos, que luego se diversificarían hasta convertirse en el grupo más exitoso del reino animal. 

¿Pariente de los trilobites o algo más?

Durante décadas, los concilitergans han sido una incógnita filogenética. ¿Son un grupo hermano de los trilobites? ¿Una línea paralela dentro de los artiópodos? El estudio liderado por Losso no solo reconstruyó la anatomía de Helmetia, sino que también actualizó su lugar en el árbol evolutivo gracias a un nuevo análisis de 71 especies y casi un centenar de caracteres morfológicos.


El resultado fue ciertamente revelador. Helmetia expansa forma parte de una familia conocida como Helmetiidae, caracterizada por su cuerpo segmentado y espinas laterales. Este grupo se distingue de los Tegopeltidae, que tienen el cuerpo más fusionado y sin espinas. Pero lo más notable es que el análisis también incorporó a Arthroaspis bergstroemi, un fósil de Groenlandia del Cámbrico temprano, como el miembro más basal del grupo Conciliterga, al que pertenecen tanto Helmetia como otros artrópodos de aspecto “blindado”.

En resumen, estos fósiles canadienses, chinos y groenlandeses ayudan a trazar la evolución de un linaje que durante millones de años quedó enterrado en la oscuridad, tanto geológica como académica.

Lo que nos cuenta Helmetia sobre el pasado y el presente

¿Por qué es tan importante este fósil? Más allá de los detalles anatómicos y los árboles filogenéticos, lo que Helmetia expansa nos ofrece es una ventana única a un mundo anterior a los vertebrados, anterior incluso a los animales con conchas duras. En sus 500 millones de años de antigüedad, encierra una historia de adaptación, evolución y supervivencia.

Además, este tipo de estudios nos recuerda el valor de los yacimientos de conservación excepcional como el Burgess Shale, donde el tiempo se ha congelado hasta el punto de preservar intestinos, patas y ojos. Sin estas “cápsulas del tiempo” naturales, muchos capítulos clave de la historia de la vida seguirían siendo un enigma. 

Lo paradójico es que Helmetia expansa, ignorado durante un siglo, ha resultado ser uno de los fósiles más reveladores de su grupo. Una prueba de que incluso en el mundo fósil, las segundas oportunidades pueden cambiarlo todo.

Cuál es la especie sudamericana que logra el récord de ovulación del reino animal

 Noticia enviada por: Melanie Danae Bailón De La Rosa 

Con un promedio de 154 óvulos por ciclo, un estudio realizado en Argentina reveló que un roedor posee un sistema reproductivo único. Cómo podría ayudar a comprender mejor la fertilidad y los mecanismos reproductivos en otras especies, incluidos los humanos


En su popular Diario de un Naturalista en el Viaje de un Beagle, Charles Darwin describió a las vizcachas de las llanuras como una de las especies de animales más destacados de la región pampeana. Estaba en la primera mitad del siglo XIX y quedó sorprendido por las “vizcacheras”, el sistema de madrigueras subterráneas que esos roedores desarrollan en América del Sur. Sin embargo, hay otra capacidad de las vizcachas que las distingue en el reino animal. Ostentan el récord de ovulación más alta, el proceso que es crucial en la reproducción sexual de los mamíferos. 

Un nuevo estudio realizado en la Argentina reveló que cada hembra de vizcacha puede liberar hasta 326 óvulos por ciclo, un número excepcionalmente alto para un mamífero. Fue publicado en la revista Journal of Experimental Zoology Part A: Ecological and Integrative Physiology, publicada por la editorial WileyEl fenómeno es conocido como “poliovulación” y sería una adaptación evolutiva para maximizar las probabilidades de fertilización de la especie en un entorno impredecible. Sería un mecanismo clave para su supervivencia.


“Los resultados de nuestro trabajo no solo revelan detalles fascinantes sobre la reproducción de la vizcacha, sino que también sugieren implicancias para la biología reproductiva de los mamíferos y la medicina humana”, explicó a Infobae Alfredo Vitullo, doctor en biología, investigador del Conicet en el Centro de Estudios Biomédicos, Básicos, Aplicados y Desarrollo (CEBBAD) de la Universidad Maimónides en Buenos Aires

Todo lo que se sabe sobre las vizcachas “puede dar pistas para entender mejores patologías como el ovario poliquístico y la menopausia precoz, que son difíciles de estudiar en estudios con seres humanos”, expresó el científico.

¿Qué son las vizcachas de las llanuras?

Las vizcachas de las llanuras recibieron el nombre científico Lagostomus maximus. Son roedores que habitan las zonas de pastizales y regiones semiáridas del sur de América del Sur. Tienen un cuerpo robusto, un pelaje denso y una larga cola. Su dieta está compuesta principalmente por plantas herbáceas. 


Son animales sociales y suelen vivir en colonias organizadas. Esta estructura les ayuda a protegerse de los predadores y facilita la reproducción. En esas colonias, los individuos se agrupan, lo que les proporciona seguridad y un mayor acceso a recursos.

Su ciclo reproductivo es estacional y ocurre principalmente en primavera y verano. En este período, las hembras ovulan: liberan óvulos que podrían ser fecundados para producir crías. En sus estudios, Weir reportó que las hembras de vizcacha podían liberar entre 200 y 800 óvulos por ciclo. Esta alta tasa llamó la atención de la comunidad científica.

El doctor Vitullo y sus colaboradores estudiaban la reproducción de la especie y se propusieron averiguar si los datos de la investigación de la década de 1970 eran correctos a través del uso de tecnologías más modernas. Estudiaron vizcachas que estaban en su hábitat natural. Dividieron a los animales según su ciclo reproductivo y el tratamiento experimental.

Le administraron hormona a algunas hembras para inducir la ovulación, mientras que a otras se les aplicó plasma seminal para evaluar su efecto en el proceso reproductivo. Una vez inducida la ovulación, los investigadores realizaron procedimientos quirúrgicos para extraer los óvulos de las hembras. Luego, examinaron los ovarios y los oviductos bajo un microscopio para evaluar la calidad y maduración de los óvulos.

 

Se observaron características morfológicas, como posibles defectos, y se verificó el desarrollo de los óvulos activados por partenogénesis. Esta metodología permitió estudiar cómo la ovulación en las vizcachas se ve influenciada por las hormonas y el plasma seminal.

sábado, 5 de abril de 2025

Del padre o de la madre: la ciencia aclara al fin de quién heredan los hijos la inteligencia

 Varios estudios han demostrado que la inteligencia sólo se transmite de uno de los progenitores, y todos indican que es la madre la que aporta esa capacidad mental.


Varios estudios han demostrado que la inteligencia sólo se transmite de uno de los progenitores. La razón de esta herencia asimétrica radica en los cromosomas. Así, la inteligencia tiene su raíz en la herencia genética de los padres, pero sólo de uno. En las últimas décadas diferentes estudios han identificado una relación significativa entre los genes maternos y el desarrollo de una función cerebral superior. Una investigación realizada por la Universidad de Cambridge en 1984 demostró que los genes relacionados con la inteligencia se transmiten a través de la línea materna.

Las mujeres tienen dos cromosomas X, mientras que los hombres solo tienen uno, lo que aumenta la probabilidad de que los hijos hereden genes relacionados con la inteligencia de la madre. Este estudio fue uno de los primeros en destacar esta tendencia, y desde entonces, otros estudios han apoyado la hipótesis. La base científica está en la existencia de “genes condicionados”. Estos componentes genéticos, tal como describen los biólogos, se comportan de forma distinta según su origen sea de un cuerpo masculino o femenino.

El equipo de investigadores analizó ciertos componentes, como los bioquímicos y los genéticos del cerebro, y concluyeron que los genes de la madre aportan mucha más información para el desarrollo de las estructuras cerebrales asociadas con el pensamiento y las operaciones mentales de los bebés. Además de la genética, la relación entre madre e hijo también contribuye al desarrollo de la inteligencia: un niño que recibe afecto y apoyo maternal tendrá mayor curiosidad y habilidades para resolver problemas. 

El ADN de dos momias de hace 7.000 años revela un linaje humano aislado cuando el Sáhara era verde

Han secuenciado el material genético de dos momias que murieron en el Sáhara cuando era una sábana fértil. Los resultados abren una nueva página del linaje humano.

Un equipo internacional de investigadores dirigido por expertos del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, ha secuenciado los primeros genomas antiguos de una época de la historia en la que el desierto más grande del mundo, el Sáhara, era un entorno húmedo similar a una sábana.
Cuando el Sáhara era verde
Hoy en día es un lugar inhóspito; un paisaje árido y difícil, pero en el pasado prehistórico, el Sáhara era una región próspera con aguas cristalinas y un vergel verde y exuberante repleto de vida silvestre. En este escenario, no nos resulta extraño que nuestros ancestros se asentaran allí, pero ¿quiénes eran?
Los arqueólogos descubrieron dos momias que correspondían a dos mujeres que murieron hace unos 7.000 años y fueron enterradas en lo que actualmente es el suroeste de Libia, en el refugio rocoso de Takarkori. Pues el examen de su ADN ha revelado un hallazgo realmente extraordinario: estos antiguos habitantes pertenecían a un linaje humano norteafricano aislado del mundo que vivió durante el llamado Período Húmedo Africano –un período de hace entre 14.500 y 5.000 años atrás. Una rama previamente desconocida del árbol genealógico humano...

Un ADN distinto del esperado

Los genomas de estas dos mujeres no presentan ascendencia subsahariana, lo que sugiere que, contrariamente a interpretaciones previas, el Sáhara Verde no fue un corredor migratorio entre el norte y el África subsahariana. La ascendencia de los individuos del refugio donde fueron halladas las momias proviene principalmente de un linaje norteafricano que divergió de las poblaciones del África subsahariana aproximadamente al mismo tiempo que los linajes humanos modernos que se expandieron fuera de África hace unos 50.000 años.

Este linaje que permaneció aislado representa una continuidad genética que aún persiste en los habitantes norteafricanos contemporáneos, aunque ya no en su forma pura, claro está. Pero no es el único descubrimiento de este estudio. 

Contacto con neandertales

Otro de los factores más llamativos de la secuenciación genética de estas momias es su limitado porcentaje de ADN neandertal. Tienen diez veces menos material genético neandertal que las poblaciones humanas fuera de África, lo que sugiere que, aunque permaneció aislado durante el Sáhara verde, sí mantuvieron ciertos intercambios genéticos con poblaciones externas que sí contaban con ADN neandertal. 

¿Y qué habría llevado a estas poblaciones a no migrar tal y como se pensaba que habían hecho? Los investigadores sospechan que la diversa mezcla de ecosistemas, incluidas las montañas, podría haber constituido una barrera meridional para la migración. Ahora sabemos que el Sáhara verde no sirvió de corredor migratorio entre el norte de África y el África subsahariana.

"El estudio destaca la importancia del ADN antiguo para reconstruir la historia humana en regiones como el África Central y del Norte, lo que respalda las hipótesis arqueológicas", aclara David Caramelli, de la Universidad de Florencia y autor principal del estudio que recoge la prestigiosa revista Nature. La secuenciación genómica de estas momias ha sacado a la luz lo que parece un verdadero Edén perdido, pero aún quedan muchos misterios por resolver en las páginas del linaje humano.


arrojan datos reveladores sobre cómo era la vida de estas imponentes criaturas

 

Muchos científicos siguen insistiendo en la importancia que tuvo el periodo Triásico para la vida en la Tierra. Esta etapa es considerada como el origen de la era Mesozoica, que ocurrió hace alrededor de 250 millones de años atrás. Lo cierto es que este periodo marcó un antes y un después en la historia de nuestro planeta, pues supuso una recuperación de la extinción masiva que se produjo en el Pérmico.

Esa extinción provocó que la mayoría de fauna que habitaba en el planeta, por aquel entonces, desapareciera. Desde la llegada del Triásico, se diversificaron los primeros reptiles arcosaurios, los primeros mamíferos, los ictiosaurios, nothosaurus, pterosaurios o anfibios gigantes, como los temnospóndilos. Ahora, los fósiles de estas criaturas nos permiten conocer cómo era la vida en aquella época.

Nuevos datos de la vida de los dinosaurios gracias a sus fósiles

Gracias también al trabajo de los Científicos del Museo Estatal de Historia Natural de Stuttgart. “El Triásico es una ventana importante al pasado para comprender los patrones evolutivos, las adaptaciones y el surgimiento de nichos ecológicos”, asegura el Dr. Mujal, paleontólogo y autor principal del estudio. 


Lo que ha hecho este grupo de expertos es realizar una combinación de datos entre la evidencia fósil y los datos ambientales: “Hemos correlacionado todos los hallazgos fósiles con sus paleoambientes. Esto nos ha permitido comprender cómo evolucionaron las comunidades de tetrápodos del Triásico en su entorno y cómo respondieron al cambio climático, por ejemplo”.

El estudio se ha publicado al completo en la revista Earth-Science Reviews. Así explicaba el Dr. Mujal cómo han trabajado con la colección de fósiles del Museo Estatal de Stuttgart: “Nuestro equipo ha analizado todos los fósiles y estratos geológicos relevantes del Triásico en el sur de Alemania y otras partes de Europa para este importante proyecto, combinando diferentes enfoques de investigación.


miércoles, 2 de abril de 2025

Encuentran en Utah huevos fósiles de dinosaurios y un cocodrilo desconocido de hace 100 millones de años

Un hallazgo inesperado resucita la historia perdida de una comunidad de dinosaurios y grandes reptiles jamás vista en Norteamérica.


Durante décadas, el paisaje semidesértico de Utah ha sido una mina para los paleontólogos, una especie de libro abierto donde las páginas del Cretácico se conservan impresas en rocas de tonos rojizos y ceniza volcánica. Pero a veces, las mejores historias están escondidas entre los márgenes: fragmentos diminutos, casi invisibles, que no gritan como los huesos de un T. rex, pero susurran verdades olvidadas. Es el caso de los más de 4.000 fragmentos de cáscaras de huevo fosilizadas descubiertos en la formación Mussentuchit, una unidad geológica situada en el corazón de la Cedar Mountain Formation, en Utah. Aunque el hallazgo no es reciente —la investigación fue publicada en 2025— sus implicaciones siguen creciendo como una telaraña que conecta especies, continentes y ecosistemas extintos.


Una historia mal contada durante medio siglo

La Formación Cedar Mountain llevaba más de cincuenta años encasillada en una narrativa pobre: un único tipo de huevo fósil, Macroelongatoolithus carlylei, identificado a partir de unos pocos fragmentos, era considerado el único representante de la reproducción dinosauriana en esta zona. Aquella interpretación sugería un ecosistema escaso, dominado por una única especie de dinosaurio. Una especie que, por cierto, pertenecía a los oviraptorosaurios, un grupo de dinosaurios terópodos de aspecto ave, con picos sin dientes y comportamientos que muchos paleontólogos vinculan con el cuidado parental.

Sin embargo, todo cambió cuando un equipo internacional de científicos decidió revisar la zona con una mentalidad más amplia y herramientas más modernas. Entre 2012 y 2022, los investigadores, apoyados por instituciones como el North Carolina Museum of Natural Sciences y Lake Forest College, recogieron fragmentos de huevos de más de veinte yacimientos distintos. El resultado fue un giro radical en el relato científico de esta región.

Un ecosistema rebosante de vida y sorpresas

El análisis minucioso de estos fragmentos bajo microscopios de luz polarizada y microscopía electrónica reveló la existencia de al menos seis tipos distintos de cáscaras de huevo. Esto no solo implica la presencia de diferentes especies, sino también la coexistencia de múltiples dinosaurios —algunos de ellos de grupos similares— que ponían huevos en el mismo entorno geológico, casi como un antiguo zoo natural donde los nidos se sucedían unos junto a otros.

Tres de esos tipos pertenecen a la familia Elongatoolithidae, asociados con los mencionados ovirraptorosaurios. Hasta ahí, todo más o menos esperado. Pero el matiz importante es que los investigadores lograron identificar diferencias morfológicas suficientes como para deducir la presencia simultánea de al menos tres especies distintas de ovirraptorosaurios, cada una probablemente con diferentes tamaños y estrategias reproductivas. Es la evidencia más antigua de esta convivencia múltiple en Norteamérica. 

Además, se documentaron dos tipos de huevos del género Spheroolithus, probablemente de dinosaurios ornitópodos —herbívoros de locomoción bípeda como los antecesores de los famosos hadrosaurios—. Y, como guinda, apareció un huevo fósil que ningún investigador esperaba encontrar en ese lugar: Mycomorphoolithus kohringi, un tipo de huevo de cocodrilo fósil hasta entonces solo conocido en yacimientos europeos.




Los científicos logran crear un mapa que muestra la Antártida libre de hielo, con más detalle que nunca

Un nuevo mapa saca a la luz como sería la Antártida si estuviera libre de hielo. mostrando su superficie real. Un dato que da cuenta de la reserva de hielo que tiene el continente helado, es que el espesor medio del hielo antártico es de casi 2 kilómetros.


Un grupo de científicos han logrado revelar el mapa más detallado hasta la fecha del paisaje oculto bajo el hielo de la Antártida. En otras palabras, cómo sería la Antártida si no estuviera cubierta de hielo y nieve. Este mapa de alta resolución revela el aspecto del continente helado bajo su manto kilométrico de hielo y nieve. Tal como relata Live Science, esto ayudará a los investigadores a predecir cómo podría evolucionar la Antártida en un clima de rápido calentamiento. Los científicos que alcanzaron este logro pertenecen al British Antarctic Survey (BAS). El mapa, conocido como Bedmap3incorpora más de seis décadas de datos de sondeo adquiridos por aviones, satélites, barcos e incluso trineos tirados por perros. Los resultados fueron publicados el pasado 10 de marzo en la revista científica Science Data. Por tal, el mapa nos ofrece una visión clara del continente blanco como si se hubieran eliminado sus 27 millones de kilómetros cúbicos de hielo. 

Como resultado se pueden observar ubicaciones ocultas de las montañas más altas y los cañones más profundos. Hamish Pritchard, glaciólogo del British Antarctic Survey (BAS) y autor principal de un nuevo estudio declaró: "imaginen verter jarabe sobre un pastel de roca (o una galleta con chispas de chocolate). Todos los grumos, todas las protuberancias, determinarán adónde irá el jarabe y a qué velocidad". Todos estos años de relevamiento y de logro de imágenes han ayudado a este resultado. 

Lugares con el hielo más profundo

Una revisión notable del mapa es el lugar donde se cree que se encuentra la capa de hielo más gruesa. Estudios anteriores la situaban en la Cuenca del Astrolabio, en Tierra de Adelia. Sin embargo, la reinterpretación de los datos revela que se encuentra en un cañón sin nombre a 76.052°S, 118.378°E en Tierra de Wilkes, en la costa opuesta a la península Antártica. El hielo aquí tiene un grosor de 4.757 m, más de 15 veces la altura del Shard, el rascacielos más alto del Reino Unido


El mapa de la izquierda nos muestra la elevación de la superficie, en metros sobre el nivel del mar. Sobre la derecha se observa el espesor de hielo en metros. Imagen: BAS

Los científicos saben que Bedmap3 se convertirá en una herramienta esencial para comprender cómo la Antártida podría responder al calentamiento global, ya que permite a los científicos estudiar las interacciones entre la capa de hielo y el lecho. Bedmap3, como su nombre indica, es el tercer intento de dibujar una imagen del lecho rocoso de la Antártida, iniciado en 2001. Sin embargo, este nuevo proyecto representa un perfeccionamiento drástico. Incluye más del doble de puntos de datos anteriores (82 millones), representados en una cuadrícula de 500 metros. Estudios recientes en la Antártida Oriental, incluyendo la zona del Polo Sur, a lo largo de la Península Antártica y las costas de la Antártida Occidental, y en las Montañas Transantárticas, han llenado importantes lagunas de conocimiento. 

Datos nunca antes logrados

Ahora, el contorno de los valles profundos está mejor representado, al igual que los lugares donde las montañas rocosas sobresalen del hielo. Los datos satelitales más recientes también han registrado con mayor precisión la altura y la forma de la capa de hielo, así como el grosor de las plataformas de hielo flotantes que se proyectan sobre el océano en el borde del continente. 

En su punto más grueso, la capa de hielo de la Antártida tiene un espesor de casi 4,8 kilómetros. Imagen: BAS


El paisaje del lecho rocoso bajo el hielo antártico se detecta mediante diversas técnicas, como radar, reflexión sísmica (ondas sonoras) y mediciones de gravedad. El mapa también registra una nueva y completa visión continental de las líneas de apoyo: los puntos donde el hielo del borde continental se encuentra con el océano y comienza a flotar. Así se han logrado datos que antes parecían imposibles. Ahora se sabe que el volumen total del hielo antártico, incluidas las plataformas de hielo, alcanza los 27,17 millones de km cúbicos. Por otro lado, la superficie total del hielo antártico, incluidas las plataformas de hielo, llegan a 13,63 millones de km cuadrados. Otro dato muy significativo es que el espesor medio del hielo antártico, incluidas las plataformas de hielo es de 1948 metros (esto excluye las plataformas de hielo que alcanzan los 2148 metros). Y finalmente un cálculo inquietante: el posible aumento del nivel del mar global si se derritiera todo el hielo sería de 58 metros. 

El hallazgo que sacude la geología: Descubren un tesoro subterráneo valorado en billones

 Un reciente descubrimiento geológico en Australia ha puesto en jaque teorías establecidas durante décadas. Un yacimiento colosal de hierro, valorado en billones de dólares, no solo representa una revolución para la minería, sino también para la comprensión del pasado geológico del planeta.


Cuando creemos que la Tierra ya no guarda más sorpresas, un hallazgo monumental nos recuerda lo contrario. Un yacimiento recién descubierto en una remota región de Australia ha despertado el asombro del mundo científico. No se trata solo de riqueza mineral, sino de una ventana al pasado profundo de nuestro planeta que obliga a repensar lo que sabíamos sobre su evolución. 

Un depósito sin precedentes: El gigante oculto de Hamersley

En la región montañosa de Hamersley, en el corazón de Australia Occidental, geólogos han desenterrado lo que ya se considera el mayor yacimiento de mineral de hierro de la historia registrada. Este sitio contiene 55.000 millones de toneladas métricas de hierro de alta calidad, una cifra sin comparación que eleva su valor estimado a 5,7 billones de dólares en el mercado internacional.

Más allá del valor económico, este descubrimiento redefine los límites del conocimiento geológico. Publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), el estudio detalla que estas enormes formaciones de hierro se originaron hace aproximadamente 1.400 millones de años, mucho más tarde de lo que las teorías previas sostenían. Los autores del estudio, entre ellos Liam Courtney-Davies y Marco Fiorentini, sostienen que la formación de este colosal depósito no fue un hecho aislado, sino consecuencia de una interacción compleja entre los ciclos de los supercontinentes y los movimientos tectónicos antiguos.

 Según explican, durante ciertos períodos de la historia terrestre, el cierre y apertura de océanos —asociados a la fragmentación y reunión de los continentes— habría creado condiciones ideales para la concentración de hierro. En este proceso, la química de los océanos primitivos también habría jugado un rol decisivo, generando ambientes propicios para la precipitación de minerales a gran escala.

Este hallazgo no solo obliga a revisar la cronología de la formación de los yacimientos minerales, sino que también ofrece nuevas pistas sobre cómo buscar recursos estratégicos en otras partes del mundo. Lo que antes se consideraba improbable, ahora podría repetirse en otras regiones que comparten un pasado geológico similar.