Existe un grupo reducido de personas en el mundo que viven una excitabilidad sexual diferente; experimentan sensaciones como calor, ardor, comezón, dolor en sus genitales, acompañadas o no de orgasmos repetitivos, sin que obtengan placer sexual con ellos; padecen lo que se ha denominado trastorno o síndrome de excitación sexual persistente.
El trastorno de excitación sexual persistente consiste en la intrusiva, espontánea y no buscada excitación genital en ausencia de interés sexual y deseo. Esta excitación no se alivia con la consecución de orgasmos y las sensaciones persisten por horas o días.
Se trata de un problema sexual de carácter bastante peculiar y misterioso, descrito por primera vez en 2001 y considerado oficialmente una disfunción sexual desde 2003. El Síndrome de Excitación Sexual Persistente (PGAD, por sus siglas en inglés), no es sino un trastorno caracterizado por la presencia de tensión en los genitales acompañada de excitación continua, sin que exista previamente deseo sexual.Las mujeres que sufren de PGAD sienten que aumenta su frecuencia cardíaca, que se acelera su respiración, que su musculatura pélvica se contrae y que el cuerpo se prepara para el orgasmo. Sin embargo, es una situación no deseada. Lejos de ser agradable, es molesto, frustrante e incómodo, ya que puede producirse en las situaciones más cotidianas: haciendo la compra, viendo una película o en el trabajo.
La aparición de este trastorno es repentina y muchas veces sin una causa aparente, aunque se asocia a la compresión del nervio pudendo después de una caída, una cirugía, parto, traumatismo físico por un choque automovilístico, o por la práctica de deportes como el ciclismo.
La situación de vivir permanentemente en estado de excitación sexual sin quererlo, hace que éstas mujeres pierdan todo interés por las relaciones sexuales ya que suelen quejarse de dolor durante la penetración, entre otras muchas cosas. A pesar de que esta tensión en los genitales no siempre conduce a un orgasmo, la sensación de excitabilidad no desaparece ni aún llegando a él.
ANÁLISIS DE UN CASO
Una paciente de 48 años de edad, de género femenino con antecedentes de hipertensión arterial, que presentó la menopausia a los 43 años, acude a consulta por “sensación de roce y calor en la vulva” y “mucho deseo sexual”.
Dichas sensaciones aparecieron después de la histerectomía abdominal. Al día siguiente del postoperatorio comenzó a sentir sensación de roce y calor en la vulva y en el clítoris. El deseo sexual se incrementó de manera posterior a la cirugía y las relaciones sexuales con el esposo aliviaban los síntomas, pero no completamente. Por tal motivo, aumentó la frecuencia de las relaciones sexuales y se masturbaba a escondidas del esposo, con lo cual tampoco lograba alivio. Sus síntomas se agravaban al sentarse obteniendo algún grado de alivio al ponerse a caminar.
VALORACIÓN
El examen ginecológico fue normal y sus mamas y genitales correspondientes a una edad cronológica de 40 años. En la discusión multidisciplinaria del caso se plantea la hipótesis diagnóstica de una mono neuropatía del nervio pudendo por lesión iatrógena durante la histerectomía.
El dolor de carácter neuropático en la región del clítoris, la vulva, el perineo y el ano es el síntoma fundamental que orienta a pensar en el síndrome de atrapamiento del nervio pudendo que la paciente interpretaba como “un aumento del deseo sexual”. La irritación neural le producía una excitación sexual persistente que buscaba ser aliviada mediante el coito.
Existen otras alteraciones que pueden aparecer junto al dolor neuropático por lesión del nervio pudendo, como dispareunia (dolor durante la penetración vaginal); anorgasmia (incapacidad para alcanzar el orgasmo); y en el hombre, la disfunción eréctil. Tratamiento: médico y quirúrgico.
Hombres y mujeres por igual pueden llegar a presentar este trastorno, aunque se conocen un mayor número de casos en mujeres por los procedimientos ginecológicos asociados.
La ignorancia sobre el origen de este trastorno y la vergüenza asociada a atenderlo lo encubren y dificultan la atención médica, psicológica y sexual.
La forma en que muchas mujeres enfrentan esta excitabilidad sexual persistente, mediante el coito frecuente o la masturbación, hace que lleguen tardíamente a consulta interdisciplinaria y vean con pesimismo la posibilidad de encontrar un alivio.
El primer paso será aceptar la necesidad de ser ayudado en un trastorno sexual cuyo origen es oscuro y dejar a su ginecólogo, en el caso de la mujer, o a su urólogo, en el caso del hombre, para que mediante la exploración física e interrogatorio establezca un diagnóstico e implemente un tratamiento.
NO ES SUFICIENTE CON EL TRATAMIENTO MÉDICO
Aún reconociendo el origen físico de este trastorno, es necesario atender médica, psicológica y sexualmente a quien lo padece y a la pareja con quien comparte su vida sexual, ya que toda la dinámica sexual se ve alterada por este trastorno.
La mujer con síndrome de excitación sexual persistente, puede llegar a creer que es una “depravada sexual” y que tiene un apetito sexual incontrolable, cuando en realidad no es así. El hombre que llega a tener erecciones involuntarias y por varias horas, observara con recelo y vergüenza sus reacciones eréctiles frente a su familia, en el trabajo o mientras realiza cualquier actividad social. La autoimagen, confianza en sí mismo e incluso la intimidad con la pareja se ven atropelladas por la urgencia coital o masturbatoria de quien padece este trastorno.
La incapacidad para experimentar saciedad orgásmica será otro elemento a valorar en la relación psicoterapéutica. La vida sexual en pareja deberá reeducarse una vez que mediante el tratamiento físico médico quirúrgico la condición se controle o elimine.
La capacidad para intimar a otro ritmo será uno de los primeros objetivos a alcanzar, una vez que la vida de pareja se normalice.
Recuperar el terreno perdido por estar enfrentando a un enemigo formidable requiere de un acompañamiento terapéutico conjunto, tanto de su médico, que deberá explicar el origen de este trastorno e implementar un tratamiento, así como la presencia y apoyo del psicoterapeuta y el sexólogo.
El desamparo emocional que sufre quien enfrenta esta condición, aun con un tratamiento médico efectivo, experimenta un grado elevado de vulnerabilidad y temor a vivir una sexualidad que creyó perdida.
El papel de la pareja en este trance es de vital importancia, ya que su actitud comprensiva contribuirá a la recuperación de la confianza y la reanudación de una vida sexual íntima y satisfactoria.