El 25 de enero de 1961, científicos del Instituto Politécnico Nacional crean el Colegio de Biólogos de México y a partir de entonces, cada año, se celebra el Día del Biólogo.
Mucho antes, desde principios de los años treinta del siglo XX, en la UNAM, en la entonces llamada sección de Ciencias de la Facultad de Filosofía y Letras, se comenzó a impartir formalmente la biología.
El primer título de biólogo fue obtenido por una mujer que después sería legendaria: Helia Bravo Hollis, cuya longeva vida la dedicó al estudio de las cactáceas.
Bravo Hollis, la primera en hacer estudios taxonómicos de las cactáceas mexicanas y a quien la Princesa Grace de Mónaco distinguió con el “Cactus de Oro” en 1980, resume así su labor en la ciencia:
“El motivo de mi vida fue la biología y las cactáceas. Dediqué casi mis 100 años de vida a mi ciencia preciosa. Gracias a ella vivimos, gracias a ella conocemos la naturaleza de la que somos parte”.
Pionera de diversas acciones que marcaron los derroteros de la biología moderna, Bravo Hollis fue cofundadora del Jardín Botánico de la UNAM y fundó la Sociedad Mexicana de Cactología.
Un gremio fundamental
Los biólogos, dice el doctor Gerardo Ceballos, sobre todo los que trabajan en la conservación y en los problemas ambientales, son los que aportan elementos científicos para determinar si una obra (el Tren Maya, por ejemplo) tendrá o no efectos negativos severos y “guiar las acciones” para mitigarlos.
Los biólogos, dice el investigador de la UNAM, se ha vuelto un gremio fundamental “para poder mantener la viabilidad del planeta”.
Por ejemplo, en el Laboratorio de Ecología y Conservación de Vertebrados del Instituto de Ecologia, uno de los líderes en el estudio de los problemas de extinción de especies a nivel global, “podemos decir cuál es la magnitud, cuál es la urgencia y cuales son las soluciones”.
Los biólogos, dice el doctor Gerardo Ceballos, sobre todo los que trabajan en la conservación y en los problemas ambientales, son los que aportan elementos científicos para determinar si una obra (el Tren Maya, por ejemplo) tendrá o no efectos negativos severos y “guiar las acciones” para mitigarlos.
Los biólogos, dice el investigador de la UNAM, se ha vuelto un gremio fundamental “para poder mantener la viabilidad del planeta”.
Por ejemplo, en el Laboratorio de Ecología y Conservación de Vertebrados del Instituto de Ecologia, uno de los líderes en el estudio de los problemas de extinción de especies a nivel global, “podemos decir cuál es la magnitud, cuál es la urgencia y cuales son las soluciones”.
Biólogos ilustres
En una lista de célebres biólogos de México, figuran por sus aportaciones, entre otros, Alfonso L. Herrera, fundador del Zoológico de Chapultepec y precursor del Instituto de Biología de la UNAM.
Autor de La biología en México durante un siglo; en la UNAM, el museo de zoología de la Facultad de Ciencias lleva el nombre de Alfonso L. Herrera.
Faustino Miranda, botánico de origen español, fue cofundador del Jardín Botánico de la UNAM y maestro de la Facultad de Ciencias.
Otros ilustres biólogos de siglo XX mexicano son:
Arturo Gómez Pompa, una de las primeras voces en denunciar la destrucción de la selva tropical y también en ofrecer soluciones.
Gonzalo Haffter, egresado del IPN y fundador del Instituto de Ecología (INECOL), promovió la creación de las Reservas de la Biosfera en México (Mapimí y Michilía en Durango y Montes Azules en Chiapas).
Alfredo Barrera, hijo predilecto de Mérida, doctor por el Poli y académico de la UNAM, fundó el Consejo Nacional para la Enseñanza de la Biología y el Museo de Historia Natural de la Ciudad de México.
En esa lista larga figuran el ex rector José Sarukhán (autor de Las musas de Darwin y fundador de la Conabio), Jorge Soberón (pertenece al Panel Asesor Científico y Tecnológico del Fondo para el Medio Ambiente Mundial), Rodolfo Dirzo (autor de conceptos como defaunación que lleva a la rodentización o aumento de animales pequeños en un ecosistema) y Julia Carabias, “una de las mejores en vincular temas de la conservación con sectores políticos y de la sociedad”.
Hay muchos biólogos destacados y más jóvenes, pero esos son “solo algunos de los grandes pilares” de la biología mexicana, puntualiza el doctor Ceballos.
En una lista de célebres biólogos de México, figuran por sus aportaciones, entre otros, Alfonso L. Herrera, fundador del Zoológico de Chapultepec y precursor del Instituto de Biología de la UNAM.
Autor de La biología en México durante un siglo; en la UNAM, el museo de zoología de la Facultad de Ciencias lleva el nombre de Alfonso L. Herrera.
Faustino Miranda, botánico de origen español, fue cofundador del Jardín Botánico de la UNAM y maestro de la Facultad de Ciencias.
Otros ilustres biólogos de siglo XX mexicano son:
Arturo Gómez Pompa, una de las primeras voces en denunciar la destrucción de la selva tropical y también en ofrecer soluciones.
Gonzalo Haffter, egresado del IPN y fundador del Instituto de Ecología (INECOL), promovió la creación de las Reservas de la Biosfera en México (Mapimí y Michilía en Durango y Montes Azules en Chiapas).
Alfredo Barrera, hijo predilecto de Mérida, doctor por el Poli y académico de la UNAM, fundó el Consejo Nacional para la Enseñanza de la Biología y el Museo de Historia Natural de la Ciudad de México.
En esa lista larga figuran el ex rector José Sarukhán (autor de Las musas de Darwin y fundador de la Conabio), Jorge Soberón (pertenece al Panel Asesor Científico y Tecnológico del Fondo para el Medio Ambiente Mundial), Rodolfo Dirzo (autor de conceptos como defaunación que lleva a la rodentización o aumento de animales pequeños en un ecosistema) y Julia Carabias, “una de las mejores en vincular temas de la conservación con sectores políticos y de la sociedad”.
Hay muchos biólogos destacados y más jóvenes, pero esos son “solo algunos de los grandes pilares” de la biología mexicana, puntualiza el doctor Ceballos.