viernes, 26 de septiembre de 2025

La gran revolución contra el alzhéimer

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Andres Yahel Arvayo Martinez 


La lucha contra el alzhéimer ha entrado en una nueva era. La aparición de nuevos fármacos que frenan ligeramente su avance y el hallazgo de biomarcadores que abren la puerta a adelantarse a la enfermedad, han reavivado la esperanza para atajar una dolencia que afecta a 50 millones de personas en el mundo. Después de décadas de tropiezos, sin encontrar tratamientos efectivos contra una demencia que destruye la memoria y la autonomía del individuo, la comunidad científica mira expectante la revolución diagnóstica y farmacológica que tienen entre manos. Una comisión de expertos ha publicado este lunes una serie de artículos en The Lancet donde desgrana los avances, pero también aborda la gran controversia con los nuevos tratamientos, los primeros en alterar el curso de la enfermedad, pero cuestionados por ser caros, con efectos secundarios y tener una eficacia modesta.

Cuenta Juan Fortea, jefe del grupo de Neurobiología de las Demencias del Instituto de Investigación Sant Pau y coautor de uno de los artículos de la serie de The Lancet, que la investigación en alzhéimer está en un momento de “cambio de paradigma”. “No estamos curando la enfermedad”, matiza, “pero es la primera vez en la historia de la humanidad que conseguimos ralentizar el curso de la enfermedad de Alzheimer”. Los responsables de ese punto de inflexión científico son una nueva generación de medicamentos que eliminan la proteína beta-amiloide, que se acumula en los cerebros enfermos, y frenan la progresión de la enfermedad. Albert Lleó, jefe de Neurología del Sant Pau de Barcelona, asegura que esto es solo “el principio del camino”: “Hay 138 medicamentos más investigándose. Estos son los primeros de muchos que vendrán”. La ciencia investiga también, por ejemplo, el potencial de la semaglutida, que ya ha revolucionado el tratamiento de la obesidad.

Los medicamentos que han alentado todas las esperanzas se llaman lecanemab y donanemab. En los ensayos clínicos, el primero redujo un 27% el avance de la enfermedad y el segundo, un 35%. Ambos están aprobados en Estados Unidos y en otros países, pero a la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés), más conservadora, le costó dar su visto bueno al lecanemab (lo hizo hace un año y después de una primera negativa) y sigue estudiando el aval al donanemab.

Sendos fármacos han estado rodeados de polémica, también dentro de la comunidad científica. Para empezar, por sus potenciales efectos secundarios —hemorragias cerebrales y muerte de dos pacientes, en el caso del lecanemab, por ejemplo—, pero también por las suspicacias que planteaba el beneficio clínico: ¿Qué significa, para el día a día de una familia, reducir un 27% el avance de la enfermedad? Otros frentes abiertos eran su precio (unos 24.000 euros al año por paciente, calculan) o que solo estaba destinado a unos pacientes muy concretos, en unas fases muy tempranas de la enfermedad y con características muy específicas.

En la serie de The Lancet, los autores —algunos de ellos con conflictos de interés declarados por relaciones con las farmacéuticas que fabrican estos medicamentos— entran a analizar esa “gama de reacciones” y el “escepticismo” que suscitaron estos fármacos entre la comunidad científica y plantean si hubiese ocurrido lo mismo en otras enfermedades. De hecho, incluso comparan eficacia, costes e impacto de los nuevos medicamentos contra el alzhéimer con las mismas variables en otros fármacos biológicos para otras dolencias. Por ejemplo, apuntan: con lecanemab y donanemab hubo efectos adversos graves en uno de cada 300 pacientes y en uno de cada 65, respectivamente; pero también en los ensayos con pembrolizumab (una inmunoterapia) en cáncer de pulmón se produjeron efectos secundarios en el 27% de los casos. Otro ejemplo que ponen: con los fármacos antiamiloide, la reducción de la discapacidad en alzhéimer es similar a la hallada en otros ensayos con fármacos biológicos para artritis reumatoide o esclerosis múltiple.

Basándose en la historia de vida de otros medicamentos biológicos en otras enfermedades, los autores defienden que la magnitud del efecto puede ser muy parecido. En esos casos, aducen, los precios también son más elevados y tampoco están exentos de efectos secundarios. Sobre el acceso limitado a un grupo muy concreto de pacientes —los expertos calculan que solo se podrán beneficiar, por ahora, el 5% de las personas con alzhéimer—, los autores señalan que en esclerosis múltiple, por ejemplo, el uso de los fármacos innovadores estaba limitado al 36% en 2017 y subió al 74% en 2020.

“Lo que ponen encima de la mesa estos autores no es una comparación directa con otras enfermedades, sino mostrar que en medicina hay otras terapias que tienen una magnitud de efecto compatible, pero el alzhéimer tiene características que hacen minusvalorar los avances”, sostiene David Pérez, jefe de Neurología del Hospital 12 de Octubre de Madrid, que no ha participado en esta serie. El médico se refiere a un puñado de variables, entre el recelo científico y los prejuicios sociales, que han abonado un campo favorable a la polémica.

Dice Pérez, por ejemplo, que la historia de la evolución de fármacos en alzhéimer ha sido “abigarrada”, marcada por sucesivos fracasos que plantaron una semilla de desconfianza en la comunidad científica. Tampoco ayudó la polémica del aducanemab, un medicamento aprobado con calzador en EE UU, pero que pinchó en el mercado y luego la propia farmacéutica dejó de comercializar: “Se aprobó de forma retorcida, sin tener un beneficio claro y eso generó un ambiente de desconfianza”, precisa Pérez.

Nihilismo y edadismo en la polémica
Hay también “mucho nihilismo” ya de base con esta enfermedad, sostiene Lleó: “Muchas veces el diagnóstico no se hace de forma precisa y, al no tener tratamiento, no hay necesidad por parte de la población de exigir un diagnóstico o unos tiempos como se exigen para el ictus o el cáncer. A veces, los síntomas se consideran parte del envejecimiento normal. Y todo esto da la imagen de una enfermedad en la que hay poco que hacer”.

Otro punto que altera el debate, a juicio de Pérez, es el edadismo: “Es una enfermedad que afecta a personas mayores que no pueden ejercer la voz para exigir nada delante de la sociedad. Estos enfermos son un colectivo frágil”.

La magnitud de la enfermedad, aducen los expertos consultados, también ha alimentado las dudas allá donde se toman las decisiones. “Si no fuera una enfermedad así de prevalente, si no comportara una tensión en el sistema sanitario, en costes, en cambio de procesos, no se hubiese generado parte de la polémica. Si fuera una enfermedad rara, tenemos pocas dudas de que esto se hubiera aprobado sin ningún tipo de controversia y de forma muy acelerada”, plantea Fortea.

Esta primera generación de fármacos implica un desafío para los sistemas sanitarios. Tanto a la hora de identificar a los pacientes que se pueden beneficiar —eso requiere pruebas diagnósticas y de biomarcadores para confirmar la enfermedad y también estudios genéticos para descartar mutaciones incompatibles—, como en el propio tratamiento y seguimiento: la terapia es endovenosa, se pone en el hospital de día y requiere resonancias magnéticas de control para vigilar posibles hemorragias. “Una cosa es ver pacientes en consultas externas como se veían, una vez cada seis meses o cada año; y otra cosa es un tratamiento con lecanemab, que supone infusiones cada 15 días en hospital de día, más cuatro resonancias al año con muchísimas visitas… Un paciente pasa de darte una o dos visitas al año relativamente cortas a tener 24, 30 o 35 visitas. Imagínate lo que supone de carga asistencial. Al sistema le va a costar acomodarse, pero que sea una minoría de pacientes [al principio] va a permitir que el sistema vaya adaptándose”, defiende Fortea.

Los expertos consultados señalan que los potenciales efectos secundarios son manejables y, a propósito del beneficio clínico, Fortea señala que “ese 30% se traduciría en que, en 18 meses, el paciente ha ganado seis meses”. O dicho de otra manera: “Para progresar a la siguiente fase, progresas un 30% más lento. Mantienes más autonomía y más calidad de vida porque estamos ralentizando una enfermedad que genera mucha discapacidad. No estamos curando la enfermedad. Los pacientes empeoran, pero lo hacen más despacio”, abunda.  Cristina Maragall, presidenta de la Fundación Pasqual Maragall, ha defendido que tanto para la comunidad científica como para las familias “es imprescindible que se empiecen a usar estos medicamentos”.

Revolución diagnóstica
Con todo, los avances terapéuticos son solo una parte de esta transformación científica que está sacudiendo el alzhéimer. La otra pata, la diagnóstica, también se abre camino a paso de gigante. Sobre todo, con el desarrollo de biomarcadores que identifican trazas biológicas de la enfermedad cada vez más pronto. Los autores estiman que la llegada de los biomarcadores plasmáticos, que detectan rastros de la dolencia en la sangre —con una simple extracción, como la que se hace en una analítica convencional, se puedan identificar señales bioquímicas de la enfermedad— “conducirán a una nueva revolución diagnóstica”.

Estas herramientas son “cruciales” para confirmar el diagnóstico en todas las fases de la enfermedad, asegura Fortea. El médico explica que, cuando la evaluación clínica y la exploración neuropsicológica confirman un deterioro cognitivo leve, en el 60% de los casos será alzhéimer, pero en el otro 40% no; y según la situación, la evolución y el pronóstico del paciente será muy diferente. “Con lo cual, necesito un biomarcador sí o sí para identificar quién tiene alzhéimer. Si no, no voy a saber lo que está pasando”, afirma. En los contextos asintomáticos, por otra parte, la única forma de seleccionar a las personas que tienen alzhéimer también será el biomarcador, asegura. “El día que haya tratamientos preventivos, ese biomarcador será nuestra única herramienta para identificar a estas personas”, abunda.

El médico es muy optimista a medio plazo: “Ahora podemos diagnosticar en personas cognitivamente sanas la presencia de proteínas [relacionadas con el alzhéimer] en el cerebro. Todavía no podemos predecir a ciencia cierta si todas estas personas que tienen estas proteínas en el cerebro van a desarrollar la enfermedad ni cuándo, y por eso no se recomienda un cribado poblacional, pero esto no es ciencia ficción. Son ensayos clínicos que están en marcha y que se van a leer en 2027. En dos años sabremos si quitar amiloide en personas sin síntomas ralentiza la aparición de la enfermedad”.

Si esto es así, precisa, “estaría justificado hacer cribados poblacionales y poder intentar prevenirlo”. “No estamos ahí, pero tenemos herramientas diagnósticas que funcionan y los ensayos clínicos en marcha. Esto no se acaba en estos dos fármacos que se han aprobado, sino que hay muchos más que están por venir y no solamente en estas fases de la enfermedad, sino en otras. La enfermedad dentro de cinco años puede ser irreconocible desde el punto de vista de cómo la tratamos, la prevenimos y lo que hacemos”.

Los expertos auguran también un impulso en el campo de la prevención. De hecho, una revisión científica identificó 14 factores de riesgo (tabaco, hipertensión, sedentarismo o contaminación, entre otros) a evitar para esquivar casi la mitad de las demencias. “Hay potencial en prevención”, defiende Eider Arenaza-Urquijo, investigadora ISGlobal y firmante de uno de los artículos de la serie de The Lancet: “Ya hemos visto un estudio que ha demostrado que una intervención de estilo de vida —ejercicio físico, nutrición, actividad cognitiva y social— tiene un impacto en el declive cognitivo en gente con mayor riesgo de desarrollar alzhéimer", ejemplifica.

jueves, 25 de septiembre de 2025

Los edificios vivos y autorreparables

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Diego Hidalgo Manzanares


En su despacho de los Países Bajos, el profesor Han Wösten nos enseña un objeto duro similar a una esponja. Se trata de un material que creó en 2012 a partir de la intrincada red de raíces de los hongos. Sus predicciones sobre el potencial de este material son bastante audaces.

“En diez años, deberíamos tener los primeros edificios hechos de hongos”, apunta Wösten, profesor de biología molecular en la Universidad de Utrecht.

Wösten no está hablando de paredes mohosas, sino de algo mucho más fascinante: materiales vivos, sostenibles y con un potencial asombroso.

Este profesor estudia distintos hongos para observar cómo se comporta el micelio, al que podríamos considerar el internet de la naturaleza: la red viva de filamentos que nutre a los hongos y conecta a las plantas entre sí, permitiéndoles intercambiar recursos e información.

Su labor actual consiste en crear “filamentos” fúngicos para ofrecer una alternativa sostenible y biodegradable al plástico, la madera y el cuero, materiales a los que ya se están dando nuevos usos en la moda, el mobiliario y la construcción.

Wösten es parte de un equipo de investigación con miembros procedentes de Bélgica, Dinamarca, Grecia, Países Bajos, Noruega y el Reino Unido que está explorando una idea radical: ¿qué ocurriría si los materiales que usamos en la construcción pudieran crecer, repararse a sí mismos e incluso percibir el entorno?

Esta iniciativa de investigación financiada por la UE y denominada Fungateria, crea materiales vivos artificiales (engineered living materials, ELM) fusionando micelios con bacterias. El resultado de esta fusión son materiales adaptables y autorregenerables con la capacidad de superar las carencias de otros productos convencionales.

Al contrario que muchos materiales tradicionales, como el hormigón o el plástico, los ELM pueden crecer, repararse a sí mismos, percibir cambios en el entorno y, en ocasiones, incluso adaptarse con el paso del tiempo.

Lo que los investigadores buscan con estos materiales es combinar la resiliencia de los organismos vivos con la funcionalidad de los productos desarrollados mediante ingeniería. Por ejemplo, se habla de paredes que reparan sus propias grietas, ladrillos que absorben CO₂ o superficies que pueden limpiar el aire.

El objetivo es crear materiales sostenibles, que produzcan pocos residuos y que trabajen en sintonía con la naturaleza y no en su contra, para así abrir la puerta a una arquitectura y unos productos más inteligentes y ecológicos.
Edificios que crecen como organismos

“Ya sabemos fabricar materiales similares al cuero y paneles de aislamiento a partir de estas redes fúngicas extendidas”, precisa Wösten. “Ahora queremos ir un paso más allá y crear edificios que crezcan como organismos vivos, pero de una forma controlada”.

Las ventajas que esto podría reportar son considerables. Tengamos en cuenta que el sector de la construcción genera más de un tercio de los residuos totales de la UE.

Según las estimaciones, las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la extracción de materiales y la fabricación de productos de construcción, así como de la construcción y renovación de edificios, representan entre el 5% y el 12% del total de las emisiones nacionales de los Estados miembros de la UE. Por lo tanto, una mayor eficiencia de los materiales podría reducir estas emisiones un 80%.

Otra gran ventaja es que, mientras que la fabricación de hormigón emite enormes cantidades de CO₂ a la atmósfera y agrava el cambio climático, los edificios construidos con compuestos fúngicos podrían reciclar residuos agrícolas y transformarlos en materiales de construcción, contribuyendo así a reducir las emisiones de carbono.

La idea de que haya organismos vivos en los edificios puede inquietar a algunas personas. Sin embargo, para el profesor Phil Ayres, pionero en el campo de la arquitectura biohíbrida de la Real Academia danesa de Arquitectura, Diseño y Conservación de Copenhague, este cambio social será gradual.

“Llevamos cientos de años comiendo alimentos que contienen organismos vivos. Pero solo llevamos 20 años estudiando las aplicaciones potenciales de estos organismos en el sector de la construcción”.

Ayres, que coordina el trabajo del equipo de investigación de Fungateria, quiere enterrar el dogma de sus colegas arquitectos de que los materiales son controlables y tienen unas propiedades fijas.

“Todas las construcciones cambian con el tiempo de formas bastante dramáticas. Si empezamos a concebir los edificios como organismos vivos y en constante cambio, quizás podamos crear una nueva arquitectura más conectada con el medio ambiente”, manifiesta.

Combinando disciplinas que abarcan desde la microbiología hasta la arquitectura y la ética, los investigadores buscan también acercarse al público mediante exposiciones, como la Bienal de Venecia, y talleres donde se desafían las concepciones tradicionales sobre la esencia de los edificios.

Crecimiento controlado
Cualquier hongo del bosque representa solo la punta del iceberg: debajo de él se esconde una red extensísima de micelio que puede llegar a pesar toneladas.

En su uso en la construcción, estas hifas fúngicas (unos filamentos similares a hilos) pueden ser inducidas a que se alimenten de residuos agrícolas para transformarse en un compuesto resistente, ligero y aislante. No obstante, para fabricar estructuras seguras y duraderas, es fundamental controlar su crecimiento.

La especie de hongo que usan estos investigadores es el hongo de agallas hendidas o Schizophyllum commune. Crece principalmente en madera muerta, lo que plantea un riesgo potencial. El crecimiento del micelio ha de interrumpirse cuando la estructura esté completa para evitar que empiece a consumir elementos estructurales de madera.

Uno de los métodos utilizados con este objetivo hace uso de señales de la propia naturaleza: mediante la luz y la temperatura, es posible indicar a los hongos que crezcan o dejen de crecer. Una segunda estrategia implica el uso de bacterias modificadas genéticamente en la Universidad de Gante, Bélgica.

Estas bacterias proveen a los hongos de nutrientes esenciales, de modo que, al destruirlas, se interrumpe su crecimiento. Además, como defensa adicional, pueden incluso programarse para que liberen compuestos antifúngicos bajo demanda.

Materiales preparados para el futuro
Pese a que su labor no concluye hasta finales de 2026, los investigadores de Fungateria ya han conseguido demostrar que el hongo puede crecer y sobrevivir en condiciones adversas, tales como la sequía o las altas temperaturas. Este hallazgo significa que el hongo es resiliente a los posibles efectos de las fluctuaciones climáticas.

El equipo de investigación empieza a vislumbrar un horizonte en el que los edificios se construyan con madera y materia fúngica cultivada en residuos agrícolas mediante un proceso de construcción vivo.

“Puedo imaginar que en el futuro generaremos edificios enteros a partir de una estructura principal de madera y con hongos que crezcan alrededor y dentro de los marcos de madera”, argumenta Wösten.

Ante la creciente demanda mundial de soluciones sostenibles, esta investigación apunta hacia un futuro en el que la arquitectura no solo se inspira en la naturaleza, sino que se compone de ella: una arquitectura viva, adaptable y entrelazada con los ecosistemas que la rodean.

miércoles, 24 de septiembre de 2025

El surgimiento de la palabra biología no significa su constitución como ciencia

Todavía con el resabio de este pensamiento Jean Baptiste Lamarck inventa la palabra Biología en 1809, en su obra titulada “Filosofía Zoológica” donde después de una amplia argumentación nos dice: “…y demos por nombre a esta nueva ciencia el de Biología”. Bautizo coincidente al que hace Treviranus, que en otro escrito utiliza la palabra Biología, sobre la base del uso de la etimología grecolatina (bios, vida y logos, estudio). Aunque Lamarck inventa la palabra Biología, su obra más importante para la historia del pensamiento, “Filosofía Zoológica” recibe precisamente ese nombre —no le llama fundamentos de Biología—, existiendo incluso ahí esa idea de ruptura entre el mundo llamado vegetal y el animal.

Para el mismo Lamarck las plantas no evolucionan porque no tienen sistema nervioso, sino sólo los animales. Es por todas estas razones, por estas inexactitudes, que no podemos hablar de una auténtica ciencia, lo cual no le quita validez a los conocimientos o a la acumulación de información que se llevó a cabo, pues si algo tiene el enfoque kuhniano, es el que llevamos a tener una actitud muy respetuosa de cómo pensaban las gentes en otros tiempos y en otros marcos epistémicos, con otras estructuras de asimilación conceptual, con otras maneras de ver el mundo. 

Lo que actualmente nos puede dar risa, y que nos puede parecer una ingenuidad puesta en boca de alguien como Aristóteles o el propio Descartes, era plenamente rigurosa y representa un enorme esfuerzo intelectual en su época.

Por ejemplo, puede recalcarse el hecho de que a pesar del descubrimiento de Harvey, donde el mecanismo de circulación de la sangre ha quedado dilucidado, Descartes planea un mecanismo totalmente galénico, los espíritus animales, que como dijimos no son otra cosa que el pneuma galénico enfocado desde una manera plenamente mecanicista, y uno se pregunta, ¿si Harvey ya había descubierto el mecanismo de circulación sanguíneo, ¿por qué Descartes no toma en cuenta ese conocimiento? La respuesta es clara: porque no hay ciencia, hay preciencia, porque no hay una comunidad científica que considere paradigmático ese conocimiento.

La puesta en marcha de esa cientificidad está ligada también al surgimiento de las sociedades científicas, del periodo científico, y a una mayor difusión entre toda la gente que hace actividad intelectual ligada a la descripción de la naturaleza en el mundo.

Es así, que llegamos a la fase de cristalización, en la cual surgen los conceptos paradigmáticos que van siendo asumidos por una comunidad científica estructurada. De esta manera se llega al siglo XX; contando ya con fundamentos plenamente establecidos y con una serie de recursos tecnológicos con los que no se contaba en otros momentos, para poder iniciar ya una explicación cabal de lo que es vida y del funcionamiento de los seres que la detentan.

Julieta Norma Fierro Gossman

Julieta Norma Fierro Gossman (1948-2025) fue una destacada física, astrónoma e investigadora mexicana, reconocida a nivel internacional por su extensa labor en la divulgación científica.

Nació en la Ciudad de México el 24 de febrero de 1948. Estudió Física y obtuvo una maestría en Astrofísica en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Fue investigadora titular del Instituto de Astronomía de la UNAM y profesora de la Facultad de Ciencias. Sus investigaciones se centraron en la materia interestelar y el sistema solar. Fue una de las divulgadoras de la ciencia más importantes de México, dedicada a acercar temas complejos al público general de manera accesible. Creó exposiciones para museos, escribió libros y artículos, y participó en programas de radio y televisión.

Dirigió la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM de 2000 a 2004. Colaboró en la creación de la sala de astronomía de Universum, el Museo de las Ciencias de la UNAM, y del Museo Descubre de Aguascalientes. Ocupó cargos directivos en diversas organizaciones, como la Unión Astronómica Internacional y la Academia Mexicana de Profesores de Ciencias Naturales.

Fue elegida miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua en 2003, ocupando la silla XXV. También fue miembro correspondiente de la Real Academia Española. Escribió alrededor de 40 libros, de los cuales 23 son de divulgación científica, y numerosos artículos.

A lo largo de su carrera, recibió múltiples reconocimientos por su labor, entre ellos: El Premio Kalinga de la UNESCO. El Premio de la Academia de Ciencias del Mundo. Doctorados honoris causa.

Julieta Fierro falleció el 19 de septiembre de 2025. Es recordada como una figura clave que acercó el universo a miles de personas, inspirando la curiosidad científica en varias generaciones.


sábado, 20 de septiembre de 2025

¿Estamos solos en el universo? La NASA descubre posibles huellas de vida en Marte

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Diego Hidalgo Manzanares


La pregunta de si hay vida más allá de la Tierra ha sido una de las más grandes incógnitas de la humanidad. Ahora, una reciente noticia de la NASA ha vuelto a encender la chispa de la esperanza. El rover Perseverance, que lleva más de un año explorando el cráter Jezero en Marte, ha descubierto lo que podrían ser las primeras evidencias de vida en el planeta rojo, ocultas en unas rocas de apariencia ordinaria.

El contexto: El cráter Jezero, un antiguo lago
El cráter Jezero no fue elegido al azar. Los científicos de la NASA creen que, hace miles de millones de años, este lugar era un vasto lago con un río que desembocaba en él. Es el tipo de entorno en el que la vida, tal y como la conocemos, podría haber prosperado. Desde que llegó en febrero de 2021, el Perseverance ha estado perforando el suelo y recolectando muestras de rocas para enviarlas a la Tierra en futuras misiones.

El descubrimiento: Materia orgánica en las rocas
La noticia que ha sacudido a la comunidad científica es el hallazgo de materia orgánica en las muestras. Los instrumentos del Perseverance, en un análisis preliminar, han detectado una concentración inusualmente alta de compuestos a base de carbono. Si bien la materia orgánica puede crearse a través de procesos geológicos no biológicos, como la interacción de minerales y agua, su presencia en un lugar que alguna vez fue tan propicio para la vida es, como mínimo, intrigante.

¿Qué significa realmente "posibles señales de vida"?
Es crucial entender la cautela de los científicos de la NASA. No se trata de un anuncio de "hemos encontrado vida". Es mucho más sutil y emocionante que eso. Lo que se ha encontrado son "biofirmas" potenciales: las huellas químicas que la vida podría dejar atrás. Un ejemplo en la Tierra serían los fósiles o los depósitos de carbono que dejan los organismos microscópicos en rocas antiguas.

El verdadero trabajo de confirmación no se hará en Marte, sino en los laboratorios de la Tierra. El plan es que las muestras de rocas, cuidadosamente selladas en tubos de titanio, sean recogidas por una futura misión y traídas a nuestro planeta para un análisis detallado. Solo entonces, con el poder de los instrumentos más avanzados de la Tierra, se podrá determinar si estos compuestos orgánicos son de origen biológico o geológico.

El futuro: Un paso más cerca de la respuesta
Este hallazgo es un hito para la astrobiología y nos acerca un paso más a responder la pregunta que ha obsesionado a la humanidad durante siglos. Si estas rocas contienen evidencia de vida antigua, por más simple que fuera, cambiaría nuestra percepción del universo para siempre. Nos mostraría que la vida no es un fenómeno exclusivo de la Tierra y que, de hecho, podría ser mucho más común de lo que pensábamos.

Mantente atento a las actualizaciones. La saga de la búsqueda de vida en Marte está lejos de terminar, y este es, sin duda, el capítulo más emocionante hasta la fecha.

martes, 16 de septiembre de 2025

Efímera

Su vida solo dura unas horas

Como su nombre indica, la efímera no tiene una larga vida. Es un insecto muy particular, cuyas numerosas especies constituyen uno de los órdenes más notables. Los adultos poseen dos alas anteriores bien desarrolladas. Por el contrario, el par de alas posteriores es pequeño o incluso puede llegar a faltar. 

El cuerpo, alargado, termina en largas sedas o filamentos llamados cercos. La biología de las efímeras es digna de interés, ya que estos frágiles insectos consagran prácticamente toda su breve existencia a la reproducción. Una vez nacido el insecto, no se alimenta, ya que no tiene boca funcional. Con este dato, se concibe que su vida no pueda durar mucho. 

Las efímeras nacen casi siempre al mismo tiempo y los machos se juntan en enjambres para revolotear en el aire como si de nubes se tratara. Estas concentraciones de machos atraen a las hembras, siendo, cada una de ellas, fecundada por un «bailarín». La pareja se aleja del enjambre para aparearse. El macho muere casi inmediatamente después de la copulación. La hembra vive justo el tiempo necesario para poner los huevos. Sobrevuela el agua y va dejando caer los huevos sin posarse. 


En algunas especies de efímeras, las hembras paren larvas vivientes que han hecho eclosión en el cuerpo materno. El desarrollo de las larvas siempre tiene lugar en el agua. Las larvas comen vegetales y tardan uno o varios años hasta que alcanzan el estado adulto. La ninfa sale del agua para transformarse en el insecto adulto.


Clase: Insectos
Orden: Efemerópteros
Familia: Efemeridos
Género y especie: Ephemera sp.

lunes, 15 de septiembre de 2025

Trastornos mentales infantiles: Un peligro silencioso

Un trastorno mental es una afección que impacta las emociones, el estado de ánimo, los pensamientos y razonamientos, así como el comportamiento. Para que se considere trastorno mental, debe haber un patrón de síntomas que conduzca a algún nivel de angustia, discapacidad o interferencia con el funcionamiento diario, y un aumento en el riesgo de dolor, sufrimiento o pérdida de libertad.

Se estima que 1 de cada 5 niños (de edades de 1 a 5 años) tiene un trastorno mental que requiere atención de salud. Los problemas de salud mental pueden surgir en cualquier etapa de nuestra vida, comenzando en la infancia. Estos trastornos mentales que pueden ser agudos o crónicos según su duración se manifiestan en el desorden de las ideas y de los sentimientos con trastornos del razonamiento, del comportamiento, de la facultad de reconocer la realidad y de adaptarse a los retos normales de la vida, afectando su calidad de vida en el proceso.

Epigénesis: ¿Qué tan probable es desarrollar un trastorno mental?
La psicopatología del desarrollo es la rama de la ciencia que estudia cómo se desarrollan trastornos mentales. Las experiencias traumáticas de la infancia, maltrato, exposición a la violencia tanto física como psicológica, son factores de riesgo significativos para el desarrollo de alguna anomalía que conduzca a un trastorno mental.

Esto ocurre debido a que todas esas experiencias negativas desencadenas respuestas biológicas fuertes o prolongadas a la adversidad activando diferentes estados neurofisiológicos en nuestro cuerpo que conducen a un mayor estrés oxidativo en las células, que afecta la arquitectura cerebral aún en desarrollo.

Lamentablemente, la mayoría de los niños con problemas de salud mental no reciben servicios. Alrededor del 20% de los niños con problemas de salud mental tendrán dificultades significativas a lo largo de sus vidas, lo que sugiere que los trastornos psicológicos infantiles son duraderos y continúan hasta la edad adulta.

Consecuencias a futuro
Los niños con problemas de salud mental tienen un mayor riesgo de dificultades en la escuela y con sus compañeros, así como desafíos en el empleo en el futuro, problemas de consumo de alcohol y adicciones, ruptura de relaciones, violencia familiar, actividad delictiva, delincuencia juvenil e incluso suicidio.

Criterios de adaptación de Bower
Para conocer si un niño pudiera tener su salud mental comprometida en algún grado, los criterios de adaptación de Bower indican las competencias que normalmente se adquieren durante diferentes etapas del desarrollo:
- Manejo de símbolos: un niño debe acceder al conocimiento y adecuado manejo de los símbolos de su cultura. Esos símbolos son el lenguaje hablado y escrito, las operaciones de cálculo y los modos de comportarse socialmente.
- Aceptación de la autoridad: un niño debe ser capaz de aceptar las reglas y las consecuencias que se derivan de la trasgresión de aquellas. Hay que evitar los extremos como el castigo excesivo o la indisciplina, pues terminan afectando su desarrollo.
- Convivir con los compañeros: el niño normal ha de saber desenvolverse con los niños de su edad sin dejar de ser él mismo. Ha de lograr pertenecer a su grupo y saber relacionarse con los demás miembros viviendo la regla de dar y recibir, que le servirá de entrenamiento para que en la vida adulta sepa vivir bien sus deberes y derechos sociales.
- Regulación de las emociones: el niño debe adquirir el control de su reactividad emocional a los estímulos del ambiente. Este control supone que el signo y la intensidad de sus respuestas emocionales sean congruentes con los estímulos que las producen y a la edad del niño.

Cualquier tipo de trastorno psíquico infantil podrá afectar a una o varias de estas áreas de competencia. La gravedad del trastorno se medirá por la intensidad de la afectación.

Trastornos frecuentes en la infancia según el sexo
Los niños tienen en casi todas las edades más trastornos psíquicos que las niñas (11% por 7%). Los retrasos y dificultades en el aprendizaje afectan más a los niños que a las niñas. Los problemas de personalidad (desequilibrio emocional) son más frecuentes en los niños hasta los 8 años, pero, a partir de esa edad, suelen darse más en las niñas.

En los niños menores de 6 años son más frecuentes los trastornos menores, pero con un buen pronóstico, mientras que los niños mayores de 6 años tienen pocos trastornos, aunque de peor pronóstico.

Los trastornos más frecuentes en los niños incluyen la demanda de atención, hiperactividad, rabietas y mentiras. En las niñas los trastornos más frecuentes incluyen el miedo, timidez y tristeza. En general, los niños tienen más trastornos de conducta y las niñas más trastornos de personalidad. Existe una tendencia en que a los niños les cuesta más que a las niñas adaptarse a los cambios; por eso, sus trastornos psíquicos se dan más en los periodos de cambio.

Todas estas diferencias están influenciadas por las diferencias genéticas y de desarrollo entre hombres y mujeres, y probablemente debido a las diferencias culturales referentes al género.

domingo, 14 de septiembre de 2025

La biología posee una rica acumulación de antecedentes

Este conjunto de conceptos unificadores que forman parte de lo que aquí denominamos “paradigmas globales”, son fuente de otra serie de paradigmas específicos, particulares, que se desprenden de ellos y que nos permiten explicar los cuatro ordenes de problemas que en relación a lo biológico (no a la Biología) se plantearon desde la antigüedad y que son:

1) El problema del conocimiento del cuerpo
2) El problema de la diversidad de los seres vivos.
3) El problema de la generación de los seres vivos.
4) El problema de la noción de vida

Antes del surgimiento de los cuatro paradigmas globales formulados en el siglo XIX, lo que tenemos es una gran acumulación de información, tendiente a resolver los cuatro problemas enlistados, motivo por el que toda esa etapa previa a la formulación de los paradigmas globales le llamaríamos etapa precientífica, o bien pudiera decirse la “prehistoria de la Biología”.

Utilizando un criterio historiográfico, marcamos esta división de forma que la “historia de la Biología” parte del momento en que tenemos ya los paradigmas estructurados, siendo la “prehistoria” toda esa enorme etapa que le antecede, rica en información, plena en descripciones y que puede denominarse “naturalismo”.

En el mundo antiguo hay una inquietud por estos problemas que tienen que ver con la vida y los seres que la poseen; sin embargo, son preocupaciones inconsistentes, por lo que planteamos que en la “prehistoria de la Biología” se desarrolla una búsqueda en esas cuatro grandes líneas o problemas a los que, luego de la constitución de la Biología como ciencia, los paradigmas globales darán respuesta.

sábado, 13 de septiembre de 2025

La Biología como ciencia - 4 Paradigmas-

La Biología se constituye como ciencia hasta el siglo XIX, en un proceso que pudiéramos decir inicia en 1838 con la formulación de la Teoría Celular y que culmina en 1900, con el descubrimiento de las leyes de la herencia. Es en esta etapa cuando se construyen paradigmas de orden superior, esto es, que abordan problemas de carácter general y que por ello denominamos paradigmas globales de la Biología, siendo en este periodo cuando por vez primera contamos con conceptos unificadores de orden general y con posible aceptación universal.

En este orden de ideas, el primer paradigma global es la Teoría Celular formulada por Teodoro Schwann y Matias Jacobo Schleiden, quienes escriben la versión definitiva de su enunciado en 1839.

El segundo paradigma es la Teoría de la Evolución formulada por Charles Darwin en su obra “El origen de las especies” (1859), la cual, aunque es rechazada por ciertos sectores, genera una polémica que ya se da en el seno de una comunidad científica constituida.

El tercer paradigma es la Teoría de la Homeostasis, esto es, de la regulación del medio interno de los organismos, formulada por Claude Bernard y contenida en la obra “Lecciones sobre los fenómenos de la vida comunes a los animales y los vegetales” publicada en 1878.

El cuarto paradigma es la Teoría de la Herencia, planteada por el monje agustino Gregorio Mendel en 1865, en el texto “Experimentos sobre hibridación de las plantas” pero que carece de impacto científico hasta su redescubrimiento en 1900, al haber llegado a esas mismas conclusiones y trabajando por separado Carl Correns, Erich Tschermak y Hugo De Vries.

La vitamina D podría retrasar el envejecimiento

Enviado por

Jesús Leonardo Guerra Sánchez

Un nuevo estudio de la Universidad de Harvard ha revelado que la vitamina D podría ralentizar el envejecimiento biológico. Los investigadores observaron que la suplementación con esta vitamina ayuda a preservar los telómeros, estructuras clave para la longevidad celular y la prevención de enfermedades crónicas relacionadas con la edad.

La vitamina D y su relación con el envejecimiento celular
Los telómeros, estructuras que protegen los extremos de los cromosomas, actúan como un reloj biológico. A medida que envejecemos, se acortan de forma natural, lo que incrementa el riesgo de enfermedades crónicas como cáncer, diabetes o problemas cardiovasculares. El estudio VITAL, publicado en The American Journal of Clinical Nutrition, siguió durante cuatro años a miles de personas y demostró que quienes recibieron 2.000 UI de vitamina D3 al día mostraron un acortamiento de telómeros mucho menor que los que tomaron un placebo.

La diferencia fue tan notable que los científicos estimaron que la suplementación evitó el equivalente a casi tres años de envejecimiento biológico. Esto abre la posibilidad de que la vitamina D no solo sea esencial para la salud ósea e inmunológica, como ya se sabía, sino también para la longevidad celular. Según los autores, esta vitamina podría estimular la telomerasa —una enzima que reconstruye los telómeros— y reducir el daño oxidativo del ADN, uno de los principales factores del envejecimiento prematuro.

Para la doctora JoAnn Manson, profesora de Medicina en Harvard y autora principal del estudio, el hallazgo es prometedor: “La vitamina D reduce la inflamación, una de las principales causas del acortamiento de los telómeros y de las enfermedades crónicas del envejecimiento”.

Beneficios potenciales y precauciones necesarias

La investigación apunta a que la suplementación con vitamina D puede convertirse en una estrategia innovadora para retrasar el envejecimiento biológico y reducir la incidencia de enfermedades degenerativas. Los efectos serían especialmente relevantes en personas con altos niveles de inflamación o mayor riesgo de patologías crónicas.

Sin embargo, los expertos advierten que los suplementos no deben considerarse una solución mágica ni un sustituto de un estilo de vida saludable. Una alimentación equilibrada, la práctica regular de ejercicio físico y la exposición moderada al sol siguen siendo pilares fundamentales para mantener una buena salud. De hecho, los investigadores señalaron que caminar 15 minutos varias veces a la semana bajo la luz solar del mediodía puede aportar suficiente vitamina D sin necesidad de recurrir a suplementos, al menos en personas sin deficiencias marcadas.

El debate sobre qué nivel de vitamina D en sangre se considera “adecuado” continúa abierto. Diferentes países y organismos de salud ofrecen cifras distintas, lo que genera confusión sobre la suplementación óptima. Aunque en este ensayo clínico no se observaron efectos secundarios con 2.000 UI diarias, la ingesta excesiva puede causar hipercalcemia, una acumulación de calcio en la sangre que provoca vómitos, debilidad muscular y problemas renales. Por ello, cualquier suplementación debe hacerse bajo supervisión médica.

Lo que queda por investigar sobre la vitamina D y la longevidad
A pesar de los resultados alentadores, los investigadores de Harvard subrayan que aún se necesitan más estudios para confirmar los beneficios de la vitamina D sobre el envejecimiento y establecer la dosis adecuada para distintos grupos de población. Además, se desconoce si la vitamina D tendría el mismo impacto en personas con niveles sanguíneos normales en comparación con aquellas que presentan deficiencias.

El interés científico en los telómeros y su relación con la longevidad no es nuevo, pero este ensayo marca un paso importante en el campo de la medicina preventiva. Si futuras investigaciones confirman estos hallazgos, la vitamina D podría convertirse en una herramienta accesible para retrasar la aparición de enfermedades propias de la edad avanzada.

Mientras tanto, la recomendación de los especialistas es clara: mantener hábitos saludables y consultar con un médico antes de iniciar cualquier suplementación. El camino hacia una vida más larga y saludable probablemente sea el resultado de una combinación equilibrada de factores y no de un único suplemento.

El estudio de Harvard ofrece nuevas evidencias de que la vitamina D puede ayudar a frenar el envejecimiento celular, preservando los telómeros y reduciendo la inflamación. Aunque los resultados son prometedores, la ciencia aún busca confirmar la dosis y condiciones óptimas para aprovechar su potencial.

viernes, 12 de septiembre de 2025

El Parkinson: Más Allá de los Temblores, una Mirada a su Biología

Cuando pensamos en la enfermedad de Parkinson, la imagen que suele venir a nuestra mente es la de una persona con un temblor incontrolable en las manos. Y aunque este es un síntoma distintivo, el Parkinson es mucho más que eso. Es una enfermedad neurodegenerativa compleja y, para entenderla, debemos ir más allá de los síntomas visibles y adentrarnos en la fascinante, y a la vez trágica, biología que subyace en ella.

¿Qué es el Parkinson a Nivel Biológico? La Clave está en la Dopamina

En su esencia, la enfermedad de Parkinson es un trastorno del movimiento causado por la pérdida progresiva de neuronas productoras de una sustancia química vital: la dopamina. Estas neuronas se encuentran en una región del cerebro llamada la sustancia negra.

La dopamina no es solo una "hormona de la felicidad", como a veces se le llama popularmente. En el contexto del movimiento, la dopamina actúa como un mensajero químico (un neurotransmisor) que permite una comunicación fluida entre la sustancia negra y otra área del cerebro conocida como el cuerpo estriado. Esta comunicación es crucial para iniciar y coordinar los movimientos. Piensa en la dopamina como el lubricante que permite que el motor de tu cuerpo, el sistema de movimiento, funcione sin problemas.

En el Parkinson, estas neuronas de la sustancia negra comienzan a morir. Con cada neurona que desaparece, disminuye la producción de dopamina. Cuando se ha perdido entre el 60% y el 80% de estas neuronas, la deficiencia de dopamina se vuelve tan significativa que interrumpe la comunicación con el cuerpo estriado, lo que se manifiesta en los síntomas motores característicos de la enfermedad:

  • Bradicinesia: La lentitud de los movimientos. Tareas cotidianas como abotonarse una camisa o caminar se vuelven extremadamente difíciles.

  • Temblor en reposo: El famoso temblor que ocurre cuando el músculo está en reposo.

  • Rigidez: Una sensación de inflexibilidad en los músculos y las articulaciones.

  • Inestabilidad postural: Dificultad para mantener el equilibrio, lo que aumenta el riesgo de caídas.

La Acumulación Proteica: El Lado Oscuro de la Biología Celular

Aunque la pérdida de dopamina es el resultado final, la pregunta clave sigue siendo: ¿por qué mueren estas neuronas? La respuesta, en gran parte, reside en una proteína llamada alfa-sinucleína.

En las neuronas de las personas con Parkinson, la alfa-sinucleína, que normalmente es una proteína soluble y funcional, comienza a plegarse de forma incorrecta y a acumularse. Estas proteínas mal plegadas se agrupan, formando lo que los científicos llaman cuerpos de Lewy. Piénsalo como pequeñas "bolas de basura" tóxicas dentro de las células.

Se cree que la formación de estos cuerpos de Lewy interrumpe el funcionamiento normal de la neurona, dañando estructuras vitales como las mitocondrias (las "centrales energéticas" de la célula) y alterando los sistemas de transporte intracelular, hasta que la neurona finalmente colapsa y muere.

La biología del Parkinson no es solo una cuestión de pérdida neuronal; es un intrincado proceso de mal funcionamiento celular, de proteínas que se pliegan de manera anormal y de sistemas de limpieza celular que no dan abasto. Los cuerpos de Lewy no solo se encuentran en la sustancia negra, sino que se distribuyen por varias áreas del cerebro, lo que explica la amplia gama de síntomas no motores que a menudo acompañan a la enfermedad, como la depresión, el estreñimiento, los trastornos del sueño y los problemas cognitivos.

¿Es el Parkinson una Enfermedad Genética?

La mayoría de los casos de Parkinson son lo que se conoce como "idiopáticos", lo que significa que no se conoce una causa específica. Sin embargo, la genética juega un papel importante. Se han identificado varias mutaciones genéticas, como las que afectan a los genes SNCA (que codifica la alfa-sinucleína), LRRK2 y PARK2, que aumentan significativamente el riesgo de desarrollar la enfermedad. Estos hallazgos genéticos han sido cruciales para entender los mecanismos biológicos subyacentes, ya que muchos de estos genes están implicados en el procesamiento de proteínas y el funcionamiento de las mitocondrias.

Un Futuro de Esperanza: El Enfoque en la Biología

Actualmente, el tratamiento estándar para el Parkinson, la levodopa, se enfoca en reemplazar la dopamina perdida, lo que ayuda a controlar los síntomas motores. No obstante, este enfoque no detiene la progresión de la enfermedad.

La esperanza para el futuro radica en la comprensión de las bases biológicas. La investigación actual se está centrando en:

  • Terapias que ataquen los cuerpos de Lewy: Desarrollar fármacos que impidan el mal plegamiento de la alfa-sinucleína o que ayuden a la célula a deshacerse de los cuerpos de Lewy.

  • Neuroprotección: Encontrar maneras de proteger las neuronas de la sustancia negra para que no mueran.

  • Terapia génica: Utilizar la genética para corregir las deficiencias subyacentes.

Comprender que el Parkinson es un problema de biología celular, de dopamina deficiente y de proteínas que se agrupan de forma tóxica, nos permite ver la enfermedad con una nueva perspectiva. Ya no es solo un trastorno del movimiento, sino una compleja batalla a nivel molecular dentro del cerebro. Y es en esta batalla, con cada avance científico, donde se encuentra la verdadera esperanza para el futuro de millones de personas.