martes, 5 de marzo de 2013

Organismos de otros mundos (II): las criaturas de Stanley Weinbaum


Stanley Weinbaum fue escritor en una época ya “arqueológica” de la ciencia-ficción. Empezó a los 31 años a escribir relatos, que publicó en rápida sucesión en revistas del género desde 1934 a 1936, año en que murió de cáncer. 


Si hubiera seguido escribiendo, hoy sería considerado uno de los maestros indiscutibles del género. Weinbaum fue casi el primero que sintió interés por las formas de vida alienígenas en si mismas, y no como meros elementos de una trama demasiado parecida a la de relatos fantásticos y de aventuras anteriores. Además, supo imaginar formas de vida mucho más exóticas e interesantes que los hombrecillos cabezones verdes o los monstruos gelatinosos de moda por aquella época.

Weinbaum tenía una sólida formación biológica, que se manifiesta en la descripción de ecologías y metabolismos imaginarios y bien estructurados.

Así, en el relato de aventuras El planeta de los parásitos imagina una biología vertiginosa para las zonas cálidas y húmedas de Venus (según las especulaciones de la época, Venus era un mundo tropical y exhuberante), mientras que inventa unas criaturas semivegetales para la cara oscura en Lotófagos. Para el planeta Marte, también crea formas de vida extrañas y fascinantes, en Una odisea marciana y El valle de los sueños. Además, el autor conoce bien la biología evolucionista y la genética de la época. En dos de sus relatos explora conceptos de estas disciplinas y los lleva hasta límites alucinantes. Máxima adaptabilidad es una deslumbrante fantasía acerca de las posibilidades de adaptación de los seres vivos y acerca del enorme poder de la selección sexual. La isla de Proteo muestra cómo evolucionan los organismos en las islas, bajo el efecto de unas tasas de mutación exageradas.


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