viernes, 3 de octubre de 2025

Jane Goodall: la primatóloga que cambió la forma en que entendemos a los chimpancés y la naturaleza

Jane Goodall (1934-2025) fue mucho más que una científica: se convirtió en un símbolo mundial de la conservación, la empatía hacia los animales y la esperanza para el futuro del planeta. Tras su reciente fallecimiento a los 91 años, el mundo recuerda a la mujer que revolucionó la investigación de los chimpancés y dedicó su vida a defender la vida en todas sus formas.

De una niña curiosa a una científica pionera

Desde pequeña, Jane mostró una curiosidad insaciable por los animales. Con apenas cuatro años, su madre la encontró escondida en un gallinero observando cómo las gallinas ponían huevos. Ese mismo espíritu la llevó, décadas más tarde, a África.

En 1960, con solo 26 años y sin un título universitario formal, Jane Goodall inició en Tanzania una investigación que cambiaría la ciencia para siempre. Bajo la guía del antropólogo Louis Leakey, instaló un campamento en la reserva de Gombe para estudiar chimpancés en libertad.

Descubrimientos que rompieron paradigmas

Goodall sorprendió al mundo al demostrar que los chimpancés fabrican y usan herramientas, cazan en grupo, forman alianzas y hasta libran guerras territoriales. Fue también la primera en otorgarles nombres en lugar de números, reconociendo su individualidad y emociones.

Gracias a sus observaciones, la frontera entre humanos y animales se volvió más difusa. Sus hallazgos no solo transformaron la primatología, sino también nuestra visión de la evolución, la conducta social y la empatía hacia otras especies.

Activismo y legado global

Más allá de la ciencia, Jane Goodall se convirtió en una incansable activista. Fundó en 1977 el Jane Goodall Institute, presente hoy en más de 30 países, y en 1991 creó Roots & Shoots, un programa que moviliza a millones de jóvenes en proyectos ambientales y sociales.

Su trabajo le valió reconocimientos internacionales como la Medalla Presidencial de la Libertad en Estados Unidos, el Templeton Prize, y el título de Dame del Imperio Británico. En 2002 fue nombrada Mensajera de la Paz de la ONU.

Una vida dedicada a la esperanza

Hasta sus últimos años, Jane viajó incansablemente para dar conferencias sobre cambio climático, deforestación y bienestar animal. Su mensaje era claro: cada persona puede hacer la diferencia, por pequeña que sea su acción.

Al cumplir 90 años dijo que veía la muerte como su “próxima gran aventura”, con la misma curiosidad que la acompañó desde niña.

El adiós a una leyenda

El 1 de octubre de 2025, Jane Goodall falleció en California mientras realizaba una gira de conferencias. La noticia fue confirmada por su instituto y ha generado homenajes alrededor del mundo.

Su legado vive en cada joven inspirado por Roots & Shoots, en cada chimpancé protegido gracias a sus esfuerzos y en cada persona que entendió que cuidar el planeta es una responsabilidad compartida.

Jane Goodall nos enseñó que mirar a los ojos de un chimpancé es también mirarnos a nosotros mismos.

Grillo

Es el popular cantor de nuestros campos 

¿Quién no conoce al grillo, este popular animador de nuestras praderas? Canta todo el verano, pero, si bien es imposible no oír su canto, es mucho mas difícil sorprender al insecto en plena actuación. Una de las características del grillo es su gran timidez. Al menor ruido sospechoso, o en cuanto percibe una silueta extraña, se calla y se mete en su madriguera. 

Existe una gran cantidad de especies de grillos, distribuidas por todas las regiones del mundo. Algunos grillos son nocturnos y vuelan como abejorros; otros, por el contrario, llevan una existencia casi totalmente subterránea. Existen también minúsculos grillos que viven en simbiosis con hormigas y no abandonan jamás los pasillos subterráneos de los hormigueros. 

El grillo está emparentado con las langostas y los saltamontes. Sus patas posteriores están adaptadas al salto; sin embargo, el grillo salta menos que los saltamontes, y lo hace más torpemente. En cambio, corre por el suelo con rapidez. Cava una profunda madriguera, a veces de medio metro, que se termina en una celda esférica, su nido. Delante de la entrada de su madriguera, el grillo despeja una superficie bastante grande, manteniéndola cuidadosamente limpia. 

En ese lugar canta el macho, ya que en este insecto sólo el macho canta y lo hace tanto para señalar el emplazamiento de su territorio como para llamar y seducir a una hembra. Para cantar, el grillo levanta ligeramente sus alas y las frota una contra otra. Su régimen alimenticio es omnívoro: come tanto hojas y tallos como insectos.

Grupo: Artrópodos

Clase: Insectos

Orden: Ortopteros

Familia: Grillidos

Género y especie: Gryllus campestris (Grillo común)

jueves, 2 de octubre de 2025

Descubre los Secretos del Ginkgo Biloba

Imagina un árbol que era antiguo cuando los dinosaurios recorrían la Tierra. Un ser vivo que ha sobrevivido a glaciaciones, extinciones masivas y al auge de la humanidad. No es un personaje de fantasía, es el Ginkgo biloba, una de las maravillas botánicas más extraordinarias de nuestro planeta. En este artículo, nos adentramos en la asombrosa biología de este testigo silencioso de la historia.

Su historia comienza hace más de 200 millones
 de años, en un mundo perdido. En la era de los dinosaurios, los bosques estaban poblados por sus ancestros, diversos y abundantes. Pero el tiempo pasó, las condiciones cambiaron y todas aquellas especies se extinguieron. Todas, menos una. El Ginkgo biloba es el último superviviente de todo un linaje evolutivo, un fósil viviente en el sentido más literal. Cuando caminas junto a uno, no estás viendo simplemente un árbol; estás mirando a través de una ventana al pasado profundo de nuestro planeta.

El Ginkgo no es solo una especie única; es todo un género único, una familia única y un orden único. Su posición en el árbol de la vida es tan singular que lo pone en una categoría propia.

Reino: Plantae
División: Ginkgophyta
Clase: Ginkgoopsida
Orden: Ginkgoales
Familia: Ginkgoaceae
Género: Ginkgo
Especie: Ginkgo biloba

Durante el Mesozoico (hace entre 252 y 66 millones de años), el orden Ginkgoales tenía una gran diversidad, con múltiples géneros repartidos por todo el mundo.

Su apariencia es tan única como su historia. Sus hojas, en forma de abanico con esa característica muesca central que les da el nombre de "biloba", son inmediatamente reconocibles. 

Es un árbol de gran tamaño, que puede superar los 35 metros de altura. Su longevidad es legendaria; existen ejemplares en China y Japón con más de 2.500 años de antigüedad. Sin duda, su característica más distintiva son las hojas que tienen forma de abanico (flabeladas) y suelen presentar una muesca o escotadura en el centro que las divide en dos lóbulos (de ahí el nombre "biloba"). Si observas con atención, verás que sus venas no forman una red, sino que se bifurcan una y otra vez, como un río que se divide en infinitos afluentes. Esta "nervadura dicotómada" es un rasgo primitivo, un sello de identidad de un diseño botánico ancestral. Y en otoño, este relicto prehistórico nos regala uno de los espectáculos más bellos: un fulgor dorado que ilumina las aceras, como si todo su pasado se concentrara en un último y brillante suspiro antes de dormir.

Pero la verdadera magia del Ginkgo, su secreto para la supervivencia, reside en su increíble fortaleza. Es un árbol casi indestructible. Tolera la contaminación de las ciudades modernas, resiste plagas que acabarían con otras especies y sobrevive a enfermedades que parecen no afectarle. Su capacidad de resiliencia se hizo legendaria tras la bomba atómica en Hiroshima, donde varios Ginkgos carbonizados cerca del epicentro fueron los primeros en rebrotar, verde esperanza surgiendo de la ceniza. Esta tenacidad es la clave que le ha permitido llegar hasta nuestros días.

Su ciclo de vida es igual de fascinante. El Ginkgo es dioico, es decir, hay pies masculinos y femeninos. Los machos producen pequeños conos de polen, mientras que las hembras desarrollan unos óvulos desnudos que, tras ser polinizados por el viento, se transforman en lo que parece una pequeña fruta. Sin embargo, aquí hay una maravillosa paradoja biológica: esa "fruta" no lo es. Es en realidad una "semilla con una cubierta carnosa", y cuando madura, desprende un olor nauseabundo a mantequilla rancia. Este aroma, tan desagradable para nosotros, es un ingenioso mecanismo evolutivo para atraer a los animales que, antaño, dispersaban sus semillas.

Y si todo esto no fuera suficientemente asombroso, el Ginkgo guarda en su interior uno de sus secretos más primitivos. A diferencia de la mayoría de los árboles modernos, los gametos masculinos del Ginkgo son espermatozoides móviles con cola (flagelos) es un rasgo increíblemente primitivo (similar a los helechos y las cicas). En el húmedo interior del óvulo, estas células nadan hacia el óvulo para fecundarlo, en un ritual acuático que nos remonta a los orígenes mismos de la vida vegetal en la Tierra.

Es un árbol de crecimiento relativamente lento pero constante. Su madera es de buena calidad y sus raíces son fuertes y profundas, lo que contribuye a su estabilidad y longevidad.

El Ginkgo produce un cóctel único de compuestos bioactivos, principalmente
Ginkgólidos y Bilabálidos e
ste es el origen de sus propiedades medicinales.  Estos compuestos son exclusivos del Ginkgo. Los ginkgólidos son potentes inhibidores del PAF (Factor de Activación Plaquetaria), lo que influye en la circulación sanguínea. Son también un mecanismo de defensa contra insectos. Los Flavonoides y Glicósidos Flavonólicos son poderosos antioxidantes que protegen a las células del daño de los radicales libres.

Una característica peculiar es que sus hojas, al caer en otoño, no se pudren rápidamente. A menudo, se secan y se "momifican" manteniendo su forma y color durante semanas antes de desintegrarse.

Así que la próxima vez que te detengas bajo la sombra de un Ginkgo biloba, recuerda que no estás solo bajo un árbol. Estás junto a un viajero del tiempo, un sobreviviente nato, un testigo de épocas que solo podemos imaginar. Es mucho más que un árbol bonito o una hierba medicinal. 

Es un monumento a la resiliencia de la vida, un puente directo con un pasado remoto que sigue vivo en nuestros parques y calles. Su biología, una mezcla de rasgos primitivos y adaptaciones exitosas, es un campo de estudio inagotable y una fuente de asombro constante. En su resistencia encontramos una lección de perseverancia, y en su longevidad, un mensaje de esperanza. Es un puente viviente entre dos mundos, y su historia continúa, escrita en cada una de sus hojas doradas.

Octubre cósmico: ¿Cuándo y cómo ver el cometa C/2025 R2 SWAN que pasa una vez cada 20 mil años?

Enviado por 

Zabdi Jehieli Infante Martinez 


Llega octubre, el otoño, los pumpkin spice latte y algunos de los eventos astronómicos más esperados del año. Entre ellos, destaca el cometa C/2025 R2 SWAN, que está a punto de brindar al mundo un espectáculo visual que no querrás perderte.

Conocido como el ‘cometa de la cola de las 10 lunas’, este fenómeno se acercará a la Tierra a mediados de octubre de 2025, siguiendo una trayectoria que ocurre solo una vez cada 20 mil años. Por eso, la oportunidad de observarlo es verdaderamente única.

¿Qué hace tan especial al cometa C/2025 R2 SWAN?
El cometa C/2025 R2 SWAN es un cometa no periódico, lo que significa que su órbita alrededor del Sol es extremadamente larga, tardando más de 20 mil años en completarse. Fue descubierto el 11 de septiembre de 2025 por el astrónomo aficionado Vladimir Bezugly mediante el instrumento SWAN del Observatorio Solar y Heliosférico (SOHO) de la NASA.

Este cometa genera gran interés debido a su brillantez y a la impresionante cola iónica que ha formado, la cual se extiende hasta 5 grados en el cielo.

Su cola, que puede llegar a ser tan amplia como la vista de diez lunas llenas alineadas (de ahí su nombre), se formará gracias al gas y polvo que libera al acercarse al Sol. Este evento astronómico es una oportunidad única para los amantes del cosmos, ya que no todos los años se presenta un cometa de esta magnitud tan cerca de la Tierra.

¿Cuándo se podrá ver el cometa C/2025 R2 SWAN?
El esperado ‘cometa de la cola de las 10 lunas’ alcanzará su perihelio, el punto más cercano al Sol, el 12 de septiembre de 2025. A partir de ese momento, se espera que su luminosidad aumente considerablemente.

La mejor oportunidad para verlo desde México será entre el 18 y el 21 de octubre, cuando el cometa alcance su máxima aproximación a la Tierra, acercándose a solo 0.261 unidades astronómicas, lo que lo hará visible incluso a simple vista.

Aunque en un principio se esperaba que su visibilidad fuera limitada, se ha pronosticado que su brillo aumentará, permitiendo que sea visible desde el hemisferio norte. Se recomienda elegir un lugar con poca contaminación lumínica, lejos de las luces de la ciudad, para disfrutar de este fenómeno astronómico al máximo.

Cómo disfrutar del cometa C/2025 R2 SWAN desde México
Si quieres disfrutar del paso del cometa C/2025 R2 SWAN desde México, aquí te dejamos algunos consejos prácticos para que puedas vivir esta experiencia única: Busca un lugar alejado de las luces de la ciudad, como un campo abierto o una montaña.

Consulta el pronóstico del tiempo para asegurarte de que el cielo esté despejado.
Lleva unos binoculares o un telescopio, pues te permitirán apreciar mejor los detalles de la cola del cometa. Dale tiempo a tus ojos para acostumbrarse a la oscuridad, al menos 20 minutos, para una mejor visibilidad.

¿Por qué la mayoría de los cometas solo se ven una vez en la vida?
Por lo general, la mayoría de los cometas tienen órbitas muy largas, que pueden tardar miles o incluso millones de años en completar una vuelta al Sol, de manera que solo pueden verse una vez en la vida humana, y en muchos casos, ni siquiera eso.

Un ejemplo reciente es el cometa A3 Tsuchinshan-ATLAS, conocido como ‘el cometa del siglo’, que deslumbró al mundo en 2024. Sin embargo, no volverá a acercarse a la Tierra en al menos 80 mil años.

Existen algunas excepciones, como el famoso cometa Halley, que regresa aproximadamente cada 76 años. Si alguien lo observa en su infancia y llega a una edad muy avanzada, podría tener la fortuna de verlo dos veces, aunque eso es poco común.

miércoles, 1 de octubre de 2025

La Biología moderna

Es una ciencia que trabaja para construir a los seres vivos como objetos de conocimiento. Es una actividad de investigación que ha logrado construir grandes teorías para explicar la estructura y función de los seres vivos, su desarrollo, herencia y evolución, su interacción con otros sistemas, así como la que propone un ordenamiento para la biodiversidad. Precisamente la diversidad biológica y los diferentes modelos de organización de la materia viva implican el seguimiento de diversos métodos de investigación, tanto como para describir como para explicar el objeto de estudio.

Su estructura

Podemos entenderla como un proceso cuyos elementos estructurales son:· Sus objetos de estudio, los sistemas vivos;· Los sujetos, los biólogos e investigadores interesados en conocer los más diversos aspectos
de la estructura, funciones, relaciones, y comportamiento de los seres vivos;· Sus medios del conocimiento, que son sus principales conceptos y categorías (por ejemplo: evolución, gen, especie, etc) y los materiales como los diversos tipos de microscopio.· Sus resultados son las teorías y paradigmas construidos.

Su desarrollo
La Biología, como toda ciencia, presenta una historia con avances, retrocesos y revoluciones determinados por las necesidades y condiciones de las organizaciones sociales en cada momento histórico. El siglo XIX y principios del XX, por ejemplo, fueron fundamentales en el desarrollo de la Biología, ya que es en esta etapa donde se propusieron grandes teorías como la celular, la evolutiva y la genética. Cabe resaltar que este desarrollo teórico no fue casual, sino resultado de unas condiciones sociales gestadas desde, por lo menos, dos siglos antes. Otro factor que explica tal avance fue el desarrollo del sistema social capitalista que demandaba incrementar la producción, el crecimiento de los mercados y el dominio de recursos naturales. Así, las grandes síntesis del conocimiento biológico que representan las teorías mencionadas, sólo pudieron darse a partir del impulso socioeconómico y después de un proceso de análisis en diversos campos del conocimiento dentro de las ciencias naturales.

Para llegar a la construcción de la teoría de la evolución, por ejemplo, campos como el de la sistemática, la reproducción, la embriología, la paleontología, la geografía y la biogeografía debieron de haber alcanzado un grado de desarrollo tal que permitieran su integración en una gran teoría. El estado de estos campos era el siguiente:

Sistemática: Ante la diversidad del mundo vivo conocida gracias a los grandes navegantes del siglo XV, se impuso la necesidad de la clasificación y nomenclatura de las especies. Quien destacó en este campo fue Linneo con su sistema natural donde ordenaba a los seres vivos de lo simple a lo complejo con base en sus semejanzas y diferencias morfológicas.

Origen y reproducción: En este campo predominaban las ideas religiosas sobre la creación divina de la vida y la teoría de su generación espontánea, muy difícil de refutar no solo porque era una explicación que en ese tiempo funcionaba, sino por el poco desarrollo de los instrumentos de observación y, sobre todo, por la dificultad para plantear explicaciones nuevas, contrarias al pensamiento dominante. Esta teoría fue perdiendo valor ante los experimentos de Redí en el siglo XVII, Spallanzani en el siglo XVIII y terminó por desecharse con los famosos experimentos de Pasteur en el siglo XIX.

Embriología: La explicación al problema del desarrollo embrionario había derivado en dos vertientes, una de ellas sostenía que en el óvulo o en el espermatozoide se encontraba preformado el individuo adulto, como si el espermatozoide fuera un hombrecito minúsculo a quien solo le faltaba crecer; la otra vertiente, con base en experimentos, negaba la preformación al postular que el organismo va formando sus estructuras mediante un proceso de desarrollo y transformación.

Paleontología y geología:
los estudios en estos campos, como en otros, se veían influidos y obstaculizados por las explicaciones religiosas. Evidencias de la evolución de la tierra se explicaban en el marco del génesis bíblico. Sólo a finales del siglo XVIII con la observación más detallada de los fósiles y del lugar de los hallazgos de estos, se llegó a la idea de que la Tierra había ido cambiando y que las especies no eran constantes, sino que unas habían desaparecido y otras se transformaron.

Biogeografía: Igual que la sistemática, recibió gran impulso con los viajes de navegación y exploración de nuevos lugares en el siglo XV.

Como puede observarse, en esos tiempos se debatían dos posiciones en el campo de las ciencias naturales y en particular de los seres vivos: el fijismo enraizado en las ideas religiosas y el pensamiento Aristotélico, y la de los primeros evolucionistas los cuales, sin embargo, recurrían más a la especulación y el razonamiento por influencia de la ideología liberal de la burguesía (laicismo, progreso, ilustración, libertad), que por la observación y la experimentación.

Lo importante de la teoría de la evolución del siglo XIX, postulada por Darwin fue su carácter sintético, es decir, logró reunir y articular en una gran explicación sobre la vida a todo el conocimiento surgido en los siglos previos.

Algo semejante sucedió con la teoría celular y, más tarde, con la del gen, que constituyen grandes síntesis del conocimiento producto de varias generaciones. El poder explicativo de las tres teorías es tan grande que lograron romper con todo el pensamiento anterior.

No obstante la vigencia de estas teorías, las condiciones y necesidades sociales del mundo de hoy y los enormes avances tecnológicos en materia de medios del conocimiento imponen su análisis y revisión para construir nuevas explicaciones.

Facultad de Ciencias publican en Science estudio sobre recuperación natural de bosques tropicales

Enviado por

Diego Hidalgo Manzanares 

Con resultados que señalan la importancia local y mundial de los bosques secundarios y su rápida recuperación, y que posiciona a la regeneración natural como una solución de bajo costo para alcanzar las metas de desarrollo sustentable y combate al cambio climático de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), científicos de la Facultad de Ciencias (FC) publicaron un estudio internacional en la prestigiosa revista Science.

Multidimensional tropical forest recovery es el artículo publicado este 10 de diciembre, liderado por el Profesor Lourens Poorter y en el que participan los investigadores Jorge Arturo Meave del Castillo, Eduardo Alberto Pérez García y el egresado de la FC, Rodrigo Muñoz Avilés, quien realiza actualmente estudios de doctorado en la Universidad de Wageningen, Países Bajos. En el estudio también colaboraron investigadores del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES-UNAM).

Se trata de un estudio con información recabada a lo largo de más de 20 años, obtenida en 28 países, 77 paisajes y más de 2 mil 200 parcelas de bosque tropical distribuidas en América Latina y África Occidental, en el que colaboran 89 investigadores de diversas partes del mundo. De América Latina se tiene información de Brasil, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Panamá, Puerto Rico, México y Venezuela, mientras que de África la información proviene principalmente de Ghana y de Costa de Marfil. Además de los investigadores de la UNAM, en México participaron científicos de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), el Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) y el Centro de Cambio Global y Sustentabilidad (CCGS).

La investigación es un producto de la red de colaboración para la investigación sobre bosques secundarios 2ndFOR —www.2ndFOR.org—, que reúne a más de 100 investigadores de 18 países y se enfoca en la ecología, dinámica y biodiversidad de los bosques secundarios, así como en los servicios ecosistémicos que brindan en paisajes tropicales con modificación humana. La red es coordinada por científicos de la Universidad de Wageningen, Países Bajos.

En entrevista, Jorge Meave explicó que uno de los objetivos centrales del estudio fue entender la recuperación de diferentes atributos del bosque de manera integral. Uno de los resultados más importantes fue determinar tres que pueden funcionar como indicadores de la recuperación del conjunto total de las características del bosque: el tamaño máximo de los árboles, la variabilidad estructural del bosque y la riqueza de especies de árboles. Estos tres indicadores son relativamente fáciles de medir y se pueden usar para el monitoreo de la restauración del bosque.



Inicios y objetivos del estudio
La red internacional 2ndFOR se ha ido consolidando sobre la base de un interés común por estudiar la recuperación de los bosques tropicales.

“Los bosques tropicales están desapareciendo muy rápido. A pesar de que ha habido muchos intentos a nivel nacional e internacional de detener la deforestación, esto no se ha logrado porque la población sigue creciendo, hay demandas de producción de alimentos, utilización de áreas para fines urbanos, turísticos e industriales, y por muchas razones más. La superficie ocupada por los bosques tropicales originales o nativos, también llamados bosques maduros, sigue reduciéndose y esto es una causa de alarma muy grande”, afirmó Jorge Meave.

En los lugares donde se abandonan terrenos que se utilizaban para la producción agrícola o ganadera se lleva a cabo un proceso natural de recuperación de la vegetación. “Este fue el motivo de la investigación, nos interesaba saber qué tan rápido se daba la recuperación y si todas las características del bosque se recuperan o no. Identificamos además la necesidad de hacer el estudio porque nos dimos cuenta de que la mayor parte de los análisis se han enfocado en una o en un par de propiedades del bosque y que no había un esfuerzo por hacer una evaluación integral y simultánea de muchas propiedades, Además, y esto es lo más importante, necesitábamos identificar algunas características que se pudieran usar como indicadores del éxito de la recuperación”, aseguró el investigador.

Complejidad de los sistemas tropicales
Eduardo Pérez explicó que, en la ciencia en general, son los países del norte, tanto los europeos como Estados Unidos y Canadá, quienes han llevado la vanguardia en la investigación científica y el caso de la investigación ecológica no es la excepción.

Por ello, los primeros sistemas ecológicos que se han estudiado en el aspecto de su recuperación son los templados o boreales, que suelen ser mucho más simples en términos biológicos porque están formados por muy pocas especies y son más o menos homogéneos.

“En Canadá puedes recorrer cientos de kilómetros y seguir viendo el mismo tipo de bosque, y sus procesos de regeneración son relativamente sencillos y similares. Pero los sistemas tropicales son más complejos, tienen muchas más especies, una estructura vertical más intricada, con muchas formas de vida y una amplia variación en sus atributos funcionales, lo que hace que las diferentes especies respondan diferencialmente a las principales limitantes del mundo tropical: la variación en la calidad del suelo y de la disponibilidad del agua”, expresó Eduardo Alberto Pérez.

Esta gran complejidad de los sistemas tropicales implica tener mucha información para poder establecer patrones generales, porque sistema sitio tropical suele ser muy diferente a otro. De ahí la necesidad de hacer redes de investigación con quienes estudian el tema en todo el mundo.

“Uno de los principales retos fue tratar de uniformizar las bases de datos porque cada grupo de trabajo tiene información de acuerdo con sus propios objetivos y no teníamos un mismo diseño experimental inicial. Poder tener ese lenguaje común implica tener números que sean analizables en los mismos términos. Eso ha sido parte del desafío, integrar la información, no sólo a las personas.


Bosques tropicales secundarios
Los bosques secundarios se desarrollan de forma natural después de que fuera removida casi en su totalidad la cubierta forestal de una región para el uso antrópico del suelo. A pesar de que los bosques tropicales están desapareciendo a una velocidad alarmante debido a la deforestación, tienen el potencial de volver a crecer de forma natural en terrenos abandonados; usualmente para agricultura de roza, tumba y quema, cultivos convencionales y campos ganaderos.

Actualmente, más de la mitad de los bosques tropicales de todo el mundo no son bosques maduros sino bosques que se están regenerando de forma natural, de los cuales una gran parte son bosques secundarios. En las regiones tropicales de América Latina los bosques secundarios cubren hasta un 28 por ciento de la superficie terrestre.


Principales resultados
El equipo internacional de ecólogos tropicales analizó la recuperación de 12 atributos de los bosques durante la regeneración natural y cómo la recuperación de cada atributo está relacionada con la de los otros. En el análisis se consideraron cuatro grupos de variables: propiedades del suelo, atributos de la diversidad el bosque, características de la función y la estructura del bosque.

Si bien sus resultados muestran la sorprendente rapidez con la que se recuperan algunos atributos —lo que en el corto plazo se traduce en grandes beneficios derivados de la restauración natural de los bosques tropicales—, la velocidad de recuperación difiere mucho entre los diferentes atributos del bosque: la fertilidad del suelo y el funcionamiento de las plantas muestran las tasas más rápidas de recuperación, ya que alcanzan valores equivalentes a 90 por ciento de los del bosque maduro (menos de 10 años y menos de 25 años, respectivamente); la velocidad de recuperación es intermedia para la estructura del bosque y la diversidad de especies (25-60 años) y mucho más lenta para la biomasa aérea y la composición de especies (más de 120 años).

“Hay valores que prácticamente desde el principio del proceso de recuperación están en el 90 por ciento del valor del bosque maduro, pero hay otros que para llegar a este 90 por ciento tiene que pasar más de un siglo, como por ejemplo la biomasa contenida en el bosque y su composición de especies, que tardan mucho en recuperarse, así como el número de especies fijadoras de nitrógeno. Estos resultados indican que no todos los atributos del bosque se recuperan igual de rápido”, explicó Jorge Meave.

Para el investigador, justamente este es uno de los resultados más importantes. Es decir, el determinar que si bien la recuperación es rápida, no lo es para todas las características del bosque. “El otro resultado importante tiene que ver con el análisis de redes, en el que tratamos de ver cómo se relaciona la recuperación de los distintos atributos. A través de este análisis pudimos identificar tres atributos que son los más importantes para representar la recuperación integral: uno es la riqueza de especies, el otro el tamaño máximo de los árboles y el tercero es la heterogeneidad estructural del bosque”.

Para el científico, estos tres atributos ofrecen una buena medida de qué tan bien o mal se está recuperando el bosque en una región, lo que puede ser muy importante para indicar en qué casos sería necesario asistir a los bosques en su recuperación (recuperación asistida) o dejarlos en su proceso natural.

“Las decisiones de si necesitamos invertir o no para darle un empujón a un bosque que se está recuperando las podemos basar en estas medidas que son las que mejor se correlacionan con otras. Este es un mensaje importante para las personas que se dedican al manejo y gestión de los bosques, o a las organizaciones gubernamentales de todos los países encargadas de estos procesos, ya que esto les permite saber en dónde deben centrar sus esfuerzos. Ahora se cuenta con un instrumento de diagnóstico que hace innecesario medir numerosas características de los bosques en desarrollo —lo que puede ser muy costoso—, pues podemos basarnos en estos tres atributos para tener buenos resultados”, expresó.


Buenas y malas noticias
Para el investigador Eduardo Pérez se debe tomar en cuenta que hay buenas noticias, pero también malas. “Hay buenas noticias en el sentido de que algunas propiedades que pensábamos que podían ser extremadamente frágiles, como la fertilidad del suelo, resulta que se recuperan relativamente rápido. Pero hay otras que tardan más de 120 años en recuperarse; aunque este tiempo puede parecer relativamente corto, esto significa que en varias generaciones no vamos a ver cómo la composición de especies y la biomasa se recuperan completamente”, explicó. Por ello, enfatizó en que los resultados arrojados por este estudio no son un llamado a olvidarse de los boques maduros, que son los que requieren el cuidado máximo, pero sí para entender mejor a los bosques secundarios que están presentes en todos lados.

La estimación precisa de la cobertura de bosque secundario en las regiones tropicales enfrenta muchas dificultades. Aun así, en América Latina se estima que 30 por ciento de la superficie forestal ya está cubierta por bosques secundarios. “La gran mayoría de bosque que hay en México es bosque secundario, queda muy poco primario. No podemos dejar de enfatizar la necesidad de mantener estos reductos que quedan y que ya son muy pocos, pues entre otras cosas, son las únicas fuentes de especies que harán posible el enriquecimiento paulatino de los bosques en desarrollo. A lo que estamos apostando es que la vegetación secundaria pueda irse desarrollando para acercarse a las características del bosque primario”, expresa Jorge Meave.

Para ambos investigadores, por la magnitud de su extensión y por su importancia, el estudio de los bosques secundarios es en donde la ecología del siglo XXI va a tener que centrarse. Los nuevos estudiantes, biólogos y ecólogos, tienen que voltear a ver estos sistemas desde una mirada multidisciplinaria para poderlos entender y conocerlos mejor; una de las razones es que su recuperación es una de las posibles soluciones para enfrentar el cambio climático.

Enlace al artículo: science.org/doi/10.1126/science.abh3629

viernes, 26 de septiembre de 2025

La gran revolución contra el alzhéimer

Enviado por 

Andres Yahel Arvayo Martinez 


La lucha contra el alzhéimer ha entrado en una nueva era. La aparición de nuevos fármacos que frenan ligeramente su avance y el hallazgo de biomarcadores que abren la puerta a adelantarse a la enfermedad, han reavivado la esperanza para atajar una dolencia que afecta a 50 millones de personas en el mundo. Después de décadas de tropiezos, sin encontrar tratamientos efectivos contra una demencia que destruye la memoria y la autonomía del individuo, la comunidad científica mira expectante la revolución diagnóstica y farmacológica que tienen entre manos. Una comisión de expertos ha publicado este lunes una serie de artículos en The Lancet donde desgrana los avances, pero también aborda la gran controversia con los nuevos tratamientos, los primeros en alterar el curso de la enfermedad, pero cuestionados por ser caros, con efectos secundarios y tener una eficacia modesta.

Cuenta Juan Fortea, jefe del grupo de Neurobiología de las Demencias del Instituto de Investigación Sant Pau y coautor de uno de los artículos de la serie de The Lancet, que la investigación en alzhéimer está en un momento de “cambio de paradigma”. “No estamos curando la enfermedad”, matiza, “pero es la primera vez en la historia de la humanidad que conseguimos ralentizar el curso de la enfermedad de Alzheimer”. Los responsables de ese punto de inflexión científico son una nueva generación de medicamentos que eliminan la proteína beta-amiloide, que se acumula en los cerebros enfermos, y frenan la progresión de la enfermedad. Albert Lleó, jefe de Neurología del Sant Pau de Barcelona, asegura que esto es solo “el principio del camino”: “Hay 138 medicamentos más investigándose. Estos son los primeros de muchos que vendrán”. La ciencia investiga también, por ejemplo, el potencial de la semaglutida, que ya ha revolucionado el tratamiento de la obesidad.

Los medicamentos que han alentado todas las esperanzas se llaman lecanemab y donanemab. En los ensayos clínicos, el primero redujo un 27% el avance de la enfermedad y el segundo, un 35%. Ambos están aprobados en Estados Unidos y en otros países, pero a la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés), más conservadora, le costó dar su visto bueno al lecanemab (lo hizo hace un año y después de una primera negativa) y sigue estudiando el aval al donanemab.

Sendos fármacos han estado rodeados de polémica, también dentro de la comunidad científica. Para empezar, por sus potenciales efectos secundarios —hemorragias cerebrales y muerte de dos pacientes, en el caso del lecanemab, por ejemplo—, pero también por las suspicacias que planteaba el beneficio clínico: ¿Qué significa, para el día a día de una familia, reducir un 27% el avance de la enfermedad? Otros frentes abiertos eran su precio (unos 24.000 euros al año por paciente, calculan) o que solo estaba destinado a unos pacientes muy concretos, en unas fases muy tempranas de la enfermedad y con características muy específicas.

En la serie de The Lancet, los autores —algunos de ellos con conflictos de interés declarados por relaciones con las farmacéuticas que fabrican estos medicamentos— entran a analizar esa “gama de reacciones” y el “escepticismo” que suscitaron estos fármacos entre la comunidad científica y plantean si hubiese ocurrido lo mismo en otras enfermedades. De hecho, incluso comparan eficacia, costes e impacto de los nuevos medicamentos contra el alzhéimer con las mismas variables en otros fármacos biológicos para otras dolencias. Por ejemplo, apuntan: con lecanemab y donanemab hubo efectos adversos graves en uno de cada 300 pacientes y en uno de cada 65, respectivamente; pero también en los ensayos con pembrolizumab (una inmunoterapia) en cáncer de pulmón se produjeron efectos secundarios en el 27% de los casos. Otro ejemplo que ponen: con los fármacos antiamiloide, la reducción de la discapacidad en alzhéimer es similar a la hallada en otros ensayos con fármacos biológicos para artritis reumatoide o esclerosis múltiple.

Basándose en la historia de vida de otros medicamentos biológicos en otras enfermedades, los autores defienden que la magnitud del efecto puede ser muy parecido. En esos casos, aducen, los precios también son más elevados y tampoco están exentos de efectos secundarios. Sobre el acceso limitado a un grupo muy concreto de pacientes —los expertos calculan que solo se podrán beneficiar, por ahora, el 5% de las personas con alzhéimer—, los autores señalan que en esclerosis múltiple, por ejemplo, el uso de los fármacos innovadores estaba limitado al 36% en 2017 y subió al 74% en 2020.

“Lo que ponen encima de la mesa estos autores no es una comparación directa con otras enfermedades, sino mostrar que en medicina hay otras terapias que tienen una magnitud de efecto compatible, pero el alzhéimer tiene características que hacen minusvalorar los avances”, sostiene David Pérez, jefe de Neurología del Hospital 12 de Octubre de Madrid, que no ha participado en esta serie. El médico se refiere a un puñado de variables, entre el recelo científico y los prejuicios sociales, que han abonado un campo favorable a la polémica.

Dice Pérez, por ejemplo, que la historia de la evolución de fármacos en alzhéimer ha sido “abigarrada”, marcada por sucesivos fracasos que plantaron una semilla de desconfianza en la comunidad científica. Tampoco ayudó la polémica del aducanemab, un medicamento aprobado con calzador en EE UU, pero que pinchó en el mercado y luego la propia farmacéutica dejó de comercializar: “Se aprobó de forma retorcida, sin tener un beneficio claro y eso generó un ambiente de desconfianza”, precisa Pérez.

Nihilismo y edadismo en la polémica
Hay también “mucho nihilismo” ya de base con esta enfermedad, sostiene Lleó: “Muchas veces el diagnóstico no se hace de forma precisa y, al no tener tratamiento, no hay necesidad por parte de la población de exigir un diagnóstico o unos tiempos como se exigen para el ictus o el cáncer. A veces, los síntomas se consideran parte del envejecimiento normal. Y todo esto da la imagen de una enfermedad en la que hay poco que hacer”.

Otro punto que altera el debate, a juicio de Pérez, es el edadismo: “Es una enfermedad que afecta a personas mayores que no pueden ejercer la voz para exigir nada delante de la sociedad. Estos enfermos son un colectivo frágil”.

La magnitud de la enfermedad, aducen los expertos consultados, también ha alimentado las dudas allá donde se toman las decisiones. “Si no fuera una enfermedad así de prevalente, si no comportara una tensión en el sistema sanitario, en costes, en cambio de procesos, no se hubiese generado parte de la polémica. Si fuera una enfermedad rara, tenemos pocas dudas de que esto se hubiera aprobado sin ningún tipo de controversia y de forma muy acelerada”, plantea Fortea.

Esta primera generación de fármacos implica un desafío para los sistemas sanitarios. Tanto a la hora de identificar a los pacientes que se pueden beneficiar —eso requiere pruebas diagnósticas y de biomarcadores para confirmar la enfermedad y también estudios genéticos para descartar mutaciones incompatibles—, como en el propio tratamiento y seguimiento: la terapia es endovenosa, se pone en el hospital de día y requiere resonancias magnéticas de control para vigilar posibles hemorragias. “Una cosa es ver pacientes en consultas externas como se veían, una vez cada seis meses o cada año; y otra cosa es un tratamiento con lecanemab, que supone infusiones cada 15 días en hospital de día, más cuatro resonancias al año con muchísimas visitas… Un paciente pasa de darte una o dos visitas al año relativamente cortas a tener 24, 30 o 35 visitas. Imagínate lo que supone de carga asistencial. Al sistema le va a costar acomodarse, pero que sea una minoría de pacientes [al principio] va a permitir que el sistema vaya adaptándose”, defiende Fortea.

Los expertos consultados señalan que los potenciales efectos secundarios son manejables y, a propósito del beneficio clínico, Fortea señala que “ese 30% se traduciría en que, en 18 meses, el paciente ha ganado seis meses”. O dicho de otra manera: “Para progresar a la siguiente fase, progresas un 30% más lento. Mantienes más autonomía y más calidad de vida porque estamos ralentizando una enfermedad que genera mucha discapacidad. No estamos curando la enfermedad. Los pacientes empeoran, pero lo hacen más despacio”, abunda.  Cristina Maragall, presidenta de la Fundación Pasqual Maragall, ha defendido que tanto para la comunidad científica como para las familias “es imprescindible que se empiecen a usar estos medicamentos”.

Revolución diagnóstica
Con todo, los avances terapéuticos son solo una parte de esta transformación científica que está sacudiendo el alzhéimer. La otra pata, la diagnóstica, también se abre camino a paso de gigante. Sobre todo, con el desarrollo de biomarcadores que identifican trazas biológicas de la enfermedad cada vez más pronto. Los autores estiman que la llegada de los biomarcadores plasmáticos, que detectan rastros de la dolencia en la sangre —con una simple extracción, como la que se hace en una analítica convencional, se puedan identificar señales bioquímicas de la enfermedad— “conducirán a una nueva revolución diagnóstica”.

Estas herramientas son “cruciales” para confirmar el diagnóstico en todas las fases de la enfermedad, asegura Fortea. El médico explica que, cuando la evaluación clínica y la exploración neuropsicológica confirman un deterioro cognitivo leve, en el 60% de los casos será alzhéimer, pero en el otro 40% no; y según la situación, la evolución y el pronóstico del paciente será muy diferente. “Con lo cual, necesito un biomarcador sí o sí para identificar quién tiene alzhéimer. Si no, no voy a saber lo que está pasando”, afirma. En los contextos asintomáticos, por otra parte, la única forma de seleccionar a las personas que tienen alzhéimer también será el biomarcador, asegura. “El día que haya tratamientos preventivos, ese biomarcador será nuestra única herramienta para identificar a estas personas”, abunda.

El médico es muy optimista a medio plazo: “Ahora podemos diagnosticar en personas cognitivamente sanas la presencia de proteínas [relacionadas con el alzhéimer] en el cerebro. Todavía no podemos predecir a ciencia cierta si todas estas personas que tienen estas proteínas en el cerebro van a desarrollar la enfermedad ni cuándo, y por eso no se recomienda un cribado poblacional, pero esto no es ciencia ficción. Son ensayos clínicos que están en marcha y que se van a leer en 2027. En dos años sabremos si quitar amiloide en personas sin síntomas ralentiza la aparición de la enfermedad”.

Si esto es así, precisa, “estaría justificado hacer cribados poblacionales y poder intentar prevenirlo”. “No estamos ahí, pero tenemos herramientas diagnósticas que funcionan y los ensayos clínicos en marcha. Esto no se acaba en estos dos fármacos que se han aprobado, sino que hay muchos más que están por venir y no solamente en estas fases de la enfermedad, sino en otras. La enfermedad dentro de cinco años puede ser irreconocible desde el punto de vista de cómo la tratamos, la prevenimos y lo que hacemos”.

Los expertos auguran también un impulso en el campo de la prevención. De hecho, una revisión científica identificó 14 factores de riesgo (tabaco, hipertensión, sedentarismo o contaminación, entre otros) a evitar para esquivar casi la mitad de las demencias. “Hay potencial en prevención”, defiende Eider Arenaza-Urquijo, investigadora ISGlobal y firmante de uno de los artículos de la serie de The Lancet: “Ya hemos visto un estudio que ha demostrado que una intervención de estilo de vida —ejercicio físico, nutrición, actividad cognitiva y social— tiene un impacto en el declive cognitivo en gente con mayor riesgo de desarrollar alzhéimer", ejemplifica.

jueves, 25 de septiembre de 2025

Los edificios vivos y autorreparables

Enviado por 

Diego Hidalgo Manzanares


En su despacho de los Países Bajos, el profesor Han Wösten nos enseña un objeto duro similar a una esponja. Se trata de un material que creó en 2012 a partir de la intrincada red de raíces de los hongos. Sus predicciones sobre el potencial de este material son bastante audaces.

“En diez años, deberíamos tener los primeros edificios hechos de hongos”, apunta Wösten, profesor de biología molecular en la Universidad de Utrecht.

Wösten no está hablando de paredes mohosas, sino de algo mucho más fascinante: materiales vivos, sostenibles y con un potencial asombroso.

Este profesor estudia distintos hongos para observar cómo se comporta el micelio, al que podríamos considerar el internet de la naturaleza: la red viva de filamentos que nutre a los hongos y conecta a las plantas entre sí, permitiéndoles intercambiar recursos e información.

Su labor actual consiste en crear “filamentos” fúngicos para ofrecer una alternativa sostenible y biodegradable al plástico, la madera y el cuero, materiales a los que ya se están dando nuevos usos en la moda, el mobiliario y la construcción.

Wösten es parte de un equipo de investigación con miembros procedentes de Bélgica, Dinamarca, Grecia, Países Bajos, Noruega y el Reino Unido que está explorando una idea radical: ¿qué ocurriría si los materiales que usamos en la construcción pudieran crecer, repararse a sí mismos e incluso percibir el entorno?

Esta iniciativa de investigación financiada por la UE y denominada Fungateria, crea materiales vivos artificiales (engineered living materials, ELM) fusionando micelios con bacterias. El resultado de esta fusión son materiales adaptables y autorregenerables con la capacidad de superar las carencias de otros productos convencionales.

Al contrario que muchos materiales tradicionales, como el hormigón o el plástico, los ELM pueden crecer, repararse a sí mismos, percibir cambios en el entorno y, en ocasiones, incluso adaptarse con el paso del tiempo.

Lo que los investigadores buscan con estos materiales es combinar la resiliencia de los organismos vivos con la funcionalidad de los productos desarrollados mediante ingeniería. Por ejemplo, se habla de paredes que reparan sus propias grietas, ladrillos que absorben CO₂ o superficies que pueden limpiar el aire.

El objetivo es crear materiales sostenibles, que produzcan pocos residuos y que trabajen en sintonía con la naturaleza y no en su contra, para así abrir la puerta a una arquitectura y unos productos más inteligentes y ecológicos.
Edificios que crecen como organismos

“Ya sabemos fabricar materiales similares al cuero y paneles de aislamiento a partir de estas redes fúngicas extendidas”, precisa Wösten. “Ahora queremos ir un paso más allá y crear edificios que crezcan como organismos vivos, pero de una forma controlada”.

Las ventajas que esto podría reportar son considerables. Tengamos en cuenta que el sector de la construcción genera más de un tercio de los residuos totales de la UE.

Según las estimaciones, las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la extracción de materiales y la fabricación de productos de construcción, así como de la construcción y renovación de edificios, representan entre el 5% y el 12% del total de las emisiones nacionales de los Estados miembros de la UE. Por lo tanto, una mayor eficiencia de los materiales podría reducir estas emisiones un 80%.

Otra gran ventaja es que, mientras que la fabricación de hormigón emite enormes cantidades de CO₂ a la atmósfera y agrava el cambio climático, los edificios construidos con compuestos fúngicos podrían reciclar residuos agrícolas y transformarlos en materiales de construcción, contribuyendo así a reducir las emisiones de carbono.

La idea de que haya organismos vivos en los edificios puede inquietar a algunas personas. Sin embargo, para el profesor Phil Ayres, pionero en el campo de la arquitectura biohíbrida de la Real Academia danesa de Arquitectura, Diseño y Conservación de Copenhague, este cambio social será gradual.

“Llevamos cientos de años comiendo alimentos que contienen organismos vivos. Pero solo llevamos 20 años estudiando las aplicaciones potenciales de estos organismos en el sector de la construcción”.

Ayres, que coordina el trabajo del equipo de investigación de Fungateria, quiere enterrar el dogma de sus colegas arquitectos de que los materiales son controlables y tienen unas propiedades fijas.

“Todas las construcciones cambian con el tiempo de formas bastante dramáticas. Si empezamos a concebir los edificios como organismos vivos y en constante cambio, quizás podamos crear una nueva arquitectura más conectada con el medio ambiente”, manifiesta.

Combinando disciplinas que abarcan desde la microbiología hasta la arquitectura y la ética, los investigadores buscan también acercarse al público mediante exposiciones, como la Bienal de Venecia, y talleres donde se desafían las concepciones tradicionales sobre la esencia de los edificios.

Crecimiento controlado
Cualquier hongo del bosque representa solo la punta del iceberg: debajo de él se esconde una red extensísima de micelio que puede llegar a pesar toneladas.

En su uso en la construcción, estas hifas fúngicas (unos filamentos similares a hilos) pueden ser inducidas a que se alimenten de residuos agrícolas para transformarse en un compuesto resistente, ligero y aislante. No obstante, para fabricar estructuras seguras y duraderas, es fundamental controlar su crecimiento.

La especie de hongo que usan estos investigadores es el hongo de agallas hendidas o Schizophyllum commune. Crece principalmente en madera muerta, lo que plantea un riesgo potencial. El crecimiento del micelio ha de interrumpirse cuando la estructura esté completa para evitar que empiece a consumir elementos estructurales de madera.

Uno de los métodos utilizados con este objetivo hace uso de señales de la propia naturaleza: mediante la luz y la temperatura, es posible indicar a los hongos que crezcan o dejen de crecer. Una segunda estrategia implica el uso de bacterias modificadas genéticamente en la Universidad de Gante, Bélgica.

Estas bacterias proveen a los hongos de nutrientes esenciales, de modo que, al destruirlas, se interrumpe su crecimiento. Además, como defensa adicional, pueden incluso programarse para que liberen compuestos antifúngicos bajo demanda.

Materiales preparados para el futuro
Pese a que su labor no concluye hasta finales de 2026, los investigadores de Fungateria ya han conseguido demostrar que el hongo puede crecer y sobrevivir en condiciones adversas, tales como la sequía o las altas temperaturas. Este hallazgo significa que el hongo es resiliente a los posibles efectos de las fluctuaciones climáticas.

El equipo de investigación empieza a vislumbrar un horizonte en el que los edificios se construyan con madera y materia fúngica cultivada en residuos agrícolas mediante un proceso de construcción vivo.

“Puedo imaginar que en el futuro generaremos edificios enteros a partir de una estructura principal de madera y con hongos que crezcan alrededor y dentro de los marcos de madera”, argumenta Wösten.

Ante la creciente demanda mundial de soluciones sostenibles, esta investigación apunta hacia un futuro en el que la arquitectura no solo se inspira en la naturaleza, sino que se compone de ella: una arquitectura viva, adaptable y entrelazada con los ecosistemas que la rodean.

miércoles, 24 de septiembre de 2025

El surgimiento de la palabra biología no significa su constitución como ciencia

Todavía con el resabio de este pensamiento Jean Baptiste Lamarck inventa la palabra Biología en 1809, en su obra titulada “Filosofía Zoológica” donde después de una amplia argumentación nos dice: “…y demos por nombre a esta nueva ciencia el de Biología”. Bautizo coincidente al que hace Treviranus, que en otro escrito utiliza la palabra Biología, sobre la base del uso de la etimología grecolatina (bios, vida y logos, estudio). Aunque Lamarck inventa la palabra Biología, su obra más importante para la historia del pensamiento, “Filosofía Zoológica” recibe precisamente ese nombre —no le llama fundamentos de Biología—, existiendo incluso ahí esa idea de ruptura entre el mundo llamado vegetal y el animal.

Para el mismo Lamarck las plantas no evolucionan porque no tienen sistema nervioso, sino sólo los animales. Es por todas estas razones, por estas inexactitudes, que no podemos hablar de una auténtica ciencia, lo cual no le quita validez a los conocimientos o a la acumulación de información que se llevó a cabo, pues si algo tiene el enfoque kuhniano, es el que llevamos a tener una actitud muy respetuosa de cómo pensaban las gentes en otros tiempos y en otros marcos epistémicos, con otras estructuras de asimilación conceptual, con otras maneras de ver el mundo. 

Lo que actualmente nos puede dar risa, y que nos puede parecer una ingenuidad puesta en boca de alguien como Aristóteles o el propio Descartes, era plenamente rigurosa y representa un enorme esfuerzo intelectual en su época.

Por ejemplo, puede recalcarse el hecho de que a pesar del descubrimiento de Harvey, donde el mecanismo de circulación de la sangre ha quedado dilucidado, Descartes planea un mecanismo totalmente galénico, los espíritus animales, que como dijimos no son otra cosa que el pneuma galénico enfocado desde una manera plenamente mecanicista, y uno se pregunta, ¿si Harvey ya había descubierto el mecanismo de circulación sanguíneo, ¿por qué Descartes no toma en cuenta ese conocimiento? La respuesta es clara: porque no hay ciencia, hay preciencia, porque no hay una comunidad científica que considere paradigmático ese conocimiento.

La puesta en marcha de esa cientificidad está ligada también al surgimiento de las sociedades científicas, del periodo científico, y a una mayor difusión entre toda la gente que hace actividad intelectual ligada a la descripción de la naturaleza en el mundo.

Es así, que llegamos a la fase de cristalización, en la cual surgen los conceptos paradigmáticos que van siendo asumidos por una comunidad científica estructurada. De esta manera se llega al siglo XX; contando ya con fundamentos plenamente establecidos y con una serie de recursos tecnológicos con los que no se contaba en otros momentos, para poder iniciar ya una explicación cabal de lo que es vida y del funcionamiento de los seres que la detentan.

Julieta Norma Fierro Gossman

Julieta Norma Fierro Gossman (1948-2025) fue una destacada física, astrónoma e investigadora mexicana, reconocida a nivel internacional por su extensa labor en la divulgación científica.

Nació en la Ciudad de México el 24 de febrero de 1948. Estudió Física y obtuvo una maestría en Astrofísica en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Fue investigadora titular del Instituto de Astronomía de la UNAM y profesora de la Facultad de Ciencias. Sus investigaciones se centraron en la materia interestelar y el sistema solar. Fue una de las divulgadoras de la ciencia más importantes de México, dedicada a acercar temas complejos al público general de manera accesible. Creó exposiciones para museos, escribió libros y artículos, y participó en programas de radio y televisión.

Dirigió la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM de 2000 a 2004. Colaboró en la creación de la sala de astronomía de Universum, el Museo de las Ciencias de la UNAM, y del Museo Descubre de Aguascalientes. Ocupó cargos directivos en diversas organizaciones, como la Unión Astronómica Internacional y la Academia Mexicana de Profesores de Ciencias Naturales.

Fue elegida miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua en 2003, ocupando la silla XXV. También fue miembro correspondiente de la Real Academia Española. Escribió alrededor de 40 libros, de los cuales 23 son de divulgación científica, y numerosos artículos.

A lo largo de su carrera, recibió múltiples reconocimientos por su labor, entre ellos: El Premio Kalinga de la UNESCO. El Premio de la Academia de Ciencias del Mundo. Doctorados honoris causa.

Julieta Fierro falleció el 19 de septiembre de 2025. Es recordada como una figura clave que acercó el universo a miles de personas, inspirando la curiosidad científica en varias generaciones.