Enviado por Fernanda Rodriguez
La respuesta más fácil a esta pregunta es: porque se nos antoja. La respuesta correcta es: para detectar si la otra persona es (genéticamente) compatible con nosotros… o al menos eso dicen los científicos.
Quizá después de leer esto no verás el beso como una expresión de amor sino de la evolución humana, pero con un maratón de besuqueo se te olvidará y volverás a llamar “mariposas” a la química.
¿Qué es el beso?
“Los científicos no están totalmente seguros de por qué besamos”, escribió la investigadora Sheril Krishenbaum en su libro “The Science of Kissing” (La ciencia del beso, 2011).
En otras palabras, existe poco análisis sobre este tema y según Krishenbaum, esto puede deberse a que hay muchos “desafíos a la hora de interpretar lo que significa un beso”.
Aún así, la ciencia ha encontrado algunas pistas. En el programa I’ts OK to be Smart, el doctor Joe Hanson explica que el beso es un comportamiento resultado de la evolución.
“A medida que aprendimos a caminar erguidos, empezamos a publicitar nuestra fertilidad cara a cara”, señala Hanson, pues el ser humano -a diferencia de otros animales- tiene los labios hacia fuera.
Y el beso es una de esas cosas con las que le decimos a nuestra pareja: soy una buena compañera para procrear. (*Se rompe el hechizo*)
Los orígenes y la información biológica del beso
Cuando besamos, hacemos un movimiento con la boca muy similar al que hacíamos cuando tomábamos leche de nuestra madre, una de las actividades que más placer genera en el cerebro humano. Y así hay otros datos que te dejarán –literal- con la boca abierta.
En noviembre de 2014, un estudio realizado por científicos en Noruega reveló una gran pista sobre los besos:
En un beso de 10 segundos se transfieren 80 millones de bacterias.
Ese intercambio refuerza nuestros sistemas inmunitarios y nos permite combatir mejor las enfermedades.
Investigaciones anteriores demostraron que besar eleva los niveles de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, y provoca un incremento de la oxitocina, también conocida como “la hormona del amor” (la misma que sube durante la lactancia), la cual refuerza el lazo entre parejas.
Además, la cercanía de un beso nos permite usar otro sentido: el olfato, que puede darnos más información sobre el ADN de otra persona.
En conclusión: besamos para mantener la especie. ¿Cero romántico, no?
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