La tortuga blanda tiene un nombre adecuado, porque su caparazón no está revestido de placas córneas como ocurre en las demás especies, sino de una piel gruesa, con la consistencia del cuero blando. Las placas óseas no forman una armadura completa, sino que figuran en estado reducido y regresivo. La forma de la tortuga blanda es característica, redonda y muy aplastada.
Las patas, curiosamente alargadas, tienen dos dedos en forma de pagayas o remos cortos; además el cuello es muy alargado y el hocico termina en una punta en cuyo extremo se abren las dos fosas nasales.
Existen unas veinte especies de estas tortugas, distribuidas en las aguas dulces tropicales de Asia, Africa y América. Dado que su caparazón es ligero, la tortuga blanda puede moverse con agilidad. Corre y nada de forma apreciablemente rápida.
Es un reptil miedoso, que desaparece en las profundidades del agua a la menor alarma. Esta movilidad éxtrema no se aplica únicamente a la locomoción: todas las tortugas blandas están dotadas de mal carácter y su facilidad de movimiento se traduce en terribles mordeduras.
Hay que ser prudente al manipular a estas tortugas, ya que la flexibilidad del cuello permite a la cabeza llegar hasta la mano que sostiene el animal, y el pico, cortante como una tijera, puede clavarse profundamente en la carne. La tortuga blanda es capaz de permanecer sumergida durante mucho tiempo gracias a un dispositivo respiratorio suplementario. Su boca y su recto pueden hacer la función de branquias y extraer el oxígeno del agua que circula en el tubo digestivo.
Grupo: Vertebrados
Clase: Reptiles
Orden: Quelonios
Familia: Triníquedos
Género y especie: Lissemys punctata (Tortuga blanda)
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