Una de las causas del sabotaje es la depresión. También el abuso físico, sicológico o sexual en la infancia y adolescencia. Cuando en el pasado hubo demasiadas experiencias negativas, la tendencia es a generalizar: “Casi todo en la vida me lastima”. La vida se ve como amenazante y dolorosa. Generalizar puede causar reacciones irracionales: quien se autosabotea se siente con frecuencia enojado, triste o asustado ante situaciones que no corresponden a esos sentimientos: triste en una celebración, enojado aunque todo esté saliendo bien, asustado sin peligros inminentes. Manifestar sólo sentimientos negativos provoca que los amigos se alejen y aumenta el aislamiento y la soledad.
Aceptar que muchas veces somos nosotros los que nos ponemos el pie y no los demás puede ser el inicio de la solución. Sabotear el éxito responde a una creencia muy profunda de que no nos puede ir bien en la vida. Porque eso aprendimos, pero también porque tal y como lo definió Freud “somos animales ambivalentes”, con sentimientos opuestos frente a una misma cosa. “Donde amamos, odiamos. Donde odiamos, amamos”. Por ejemplo, la estudiante de Medicina que dice amar su profesión, pero que lleva un año llegando tarde y teniendo un bajo rendimiento en sus exámenes. Ama la medicina y desea terminar su carrera, pero también odia la carrera porque está agotada y porque ha tenido que renunciar a muchas cosas para dedicarse a estudiar.
Dice Adam Phillips que a veces “las personas nos odiamos a nosotras mismas: ¿Quién puede ser más frustrante que uno mismo?”. Ninguna situación, ningún otro. Cada uno, como responsable de la propia vida, frustra anhelos y metas, por ejemplo, siendo arrogante, incapaz de aceptar que no lo sabe todo y que necesita de la opinión de los demás para cumplir sus objetivos.
La autoconmiseración, sentir lástima por uno mismo, es lo contrario de la gratitud. Si alguien no es capaz de aprender de los obstáculos y agradecer lo que tiene, siempre se verá a sí mismo como una víctima carente de todo y cuyo destino es la insatisfacción.
El miedo al cambio es otra conducta de autosabotaje. Asumir riesgos para lograr mejores resultados no es igual a no tener miedo, sino a actuar a pesar del miedo.
Los peleoneros sabotean sus relaciones personales al carecer de la voluntad para escuchar a los demás, para aceptar sugerencias y para ver más allá de la perspectiva personal.
Los procrastinadores se autoderrotan posponiendo la realización de lo importante, inventando excusas en lugar de hacerse responsables de la tarea inacabada. La procrastinación puede superarse dejando de buscar la perfección y haciendo algo para alcanzar los objetivos, poco a poco y de manera constante.
La violencia de nuestro diálogo interior alimenta el autosabotaje. Ese diálogo cruel nos dice siempre las mismas cosas: perdedora, gordo, feo, tonta, haragán, nadie te quiere. Somos jueces y censores de nosotros mismos y nunca salimos triunfantes de tales soliloquios. El ideal de quién deberíamos ser siempre es inalcanzable para esta voz interior, mezcla de todas las voces más sádicas y exigentes que escuchamos durante la crianza.
Quienes se autosabotean han encontrado un modo de operar en el mundo que no les produce alegría pero sí la tranquilidad de la zona de comodidad:
La seguridad es preferible al deseo y el deseo se sacrifica por la seguridad.
Vale Villa es psicoterapeuta sistémica y narrativa, así como conferencista en temas de salud mental.
Twitter: @valevillag
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