Hablamos con el neurólogo y neurocientífico Facundo Manes, autor junto a Mateo Niro del libro Ser Humanos. Todo lo que necesitas saber sobre el cerebro (Paidós) sobre la neuroplasticidad, la apasionante capacidad que tiene el cerebro para adaptarse y modificarse a los cambios que se le presentan. “El cerebro tiene la capacidad de generar conexiones y de transformarse permanentemente con la experiencia, con el aprendizaje y con lo que vivimos”, nos cuenta Manes. La neuroplasticidad incluye tanto la creación de nuevas conexiones neuronales como la formación de nuevas neuronas. Viene a echar por alto el dogma que existió hace unos años según el cual se creía que el sistema nervioso era una estructura rígida e inamovible, es decir, que nacíamos con un número determinado de neuronas conectadas entre sí de una forma concreta y así permanecíamos hasta morir.
El cerebro es tan plástico y se adapta tan maravillosamente bien al cambio que puede modificarse hasta el mismo día de nuestra muerte. De hecho, se ha demostrado que un cerebro adulto es capaz hasta de crear neuronas. Para ilustrar este fenómeno, Manes nos cuenta el experimento que realizó el investigador Fernando Nottebohm con canarios. Lo que hizo Nottebohm fue lesionar el área cerebral destinada al canto. Y lo que sucedió fue que, al año, las aves volvían a cantar. “Esa fue una de las primeras evidencias de que hay regeneración neuronal en el cerebro adulto. Hoy sabemos que, en algunas partes del cerebro adulto, no en todas, hay regeneración neuronal”. Y no solo se generan nuevas poblaciones de neuronas, sino que estas nuevas neuronas tienen la capacidad de integrase con éxito a circuitos ya existentes y ser funcionales, o lo que es lo mismo, copian el comportamiento de las neuronas vecinas y pasan a actuar como ellas.
¿Y qué pasa si no usamos ciertas conexiones neuronales? ¿Las perdemos? “Claramente hay circuitos que si no son usados tienen menos vitalidad que los que usamos más frecuentemente o los que subyacen a las funciones que usamos más frecuentemente”, nos explica el neurólogo. Y nos pone el ejemplo de la memoria: “La memoria no está en una cajita en el cerebro, está en circuitos neuronales y si uno no recuerda una experiencia muchas veces, quizá ese circuito no tiene la consolidación suficiente”.
Cuando hablamos de plasticidad cerebral nos preguntamos si existen partes del cerebro que aumentan o disminuyen según se usen más o menos. Manes, de nuevo, ilustra la cuestión con un experimento que se hizo en el año 2000 con taxistas londinenses. Pongámonos en contexto. Para ser taxista en Londres hay que pasar un exigente examen conocido como The Knowledge, que consiste en aprenderse de memoria el mapa de la ciudad. Los aspirantes a conducir los famosos coches negros que transitan por la ciudad del Támesis tienen que memorizar unas 25 000 calles y lo que hay en ellas. Da igual que ya dispongamos de GPS, la prueba hay que pasarla. Ahora volvamos al experimento. La investigadora Eleonor Maguire seleccionó a taxistas londinenses y a personas que se dedicaban a otras cosas y les hizo una resonancia magnética. El resultado fue que el área de la memoria visoespacial, aquella que permite recordar la posición de los objetos en el espacio, estaba más desarrollada en los taxistas que en los que tenían otro oficio o profesión. “Esto no significa que esa área se ponga más grande en términos macroscópicos. Si uno analiza el cerebro en detalle, lo que ocurre es que hay mayor extensión de circuitos neuronales”.
La plasticidad del cerebro puede llegar a límites insospechados y para muestra lo que viene a continuación. “Si uno tiene una lesión, por ejemplo, en el lado izquierdo, que tiene que ver con el lenguaje, producido por un accidente cerebrovascular o un traumatismo de cráneo, hay evidencia de que otras áreas del cerebro pueden compensar esa función de esa área que está lesionada”, nos explica Manes.
Envejecimiento y cerebro
Un informe del Global Council on Brain Health, consejo internacional de científicos, profesionales de la salud, académicos y expertos en políticas públicas convocado por la fundación estadounidense AARP y la inglesa Age UK del que Manes formó parte, vino a desmentir ciertas creencias erróneas sobre la forma en que se desarrolla nuestro cerebro. Entre estos mitos estaba el de que la vejez es sinónimo de demencia. “Si bien la edad es uno de los principales factores de riesgo para sufrir una demencia, se trata de trastornos que responden a un origen multifactorial. Resulta fundamental saber diferenciar entre el envejecimiento normal y los síntomas de la demencia”, dice el neurólogo en su nuevo libro. Y continúa: “En esta misma dirección, suele pensarse que la gente mayor está condenada a tener problemas de memoria. Sobre esta cuestión es necesario destacar que frecuentemente se confunden los problemas de memoria con falta de atención. Se debe insistir, además, que hay personas con mayor facilidad para recordar nombres, fechas y eventos que otras”.
“Mucha gente me dice, Facundo, ¿puedo aprender hasta el último día? Y yo les digo, no, debés aprender hasta el último día porque la educación protege al cerebro. Yo veo el envejecimiento no como una pendiente hacia abajo sino algo que puede incrementar algunas habilidades cognitivas como la reflexión, la sabiduría, la estrategia. Entendido así, el envejecimiento es una oportunidad”, nos cuenta.
Es ese aprendizaje del que habla Manes una de las claves para proteger nuestro cerebro de lo que está por venir. Y cuanto antes se empiece, mejor, pues contribuiremos a mejorar nuestra reserva cognitiva, es decir, esos recursos que tenemos cada uno y que atañen a la adaptabilidad de procesos cognitivos como la memoria y la atención. El experto nos anima a emprender nuevas rutinas pues suponen un potente desafío para el cerebro. “Es importante mantener la mente activa, lo cual se logra conservando una amplia gama de intereses, pasatiempos y buscar actividades que resulten estimulantes para nuestro cerebro como aprender un idioma, un instrumento musical o nuevas disciplinas”, explica en su libro.
En cuanto a los típicos juegos mentales que prometen ejercitar el cerebro, el informe del Global Council on Brain Health sostiene que no hay pruebas evidentes de que mejorar en estos juegos favorecerá el funcionamiento general de las personas en su vida cotidiana. Según explica Manes, lo que sucede es que cuanto más jugamos, mejor se nos da jugar a ese juego concreto. Para el experto, las expectativas sobre sus beneficios suelen ser exageradas.
“Otros factores identificados como potencialmente protectores en la mediana edad y que pueden ayudar a mantener un cerebro en forma y disminuir el riesgo de deterioro cognitivo en la vida adulta son: realizar actividad física de manera regular, mantener un buen patrón de sueño, manejar el estrés, tener una vida social activa y llevar una dieta saludable. También, la educación y contar con un propósito en la vida, junto con el control de la presión arterial, el colesterol, el nivel de glucosa en sangre, el ácido fólico, la vitamina B12 y el peso. Asimismo, resulta vital no fumar ni tener hábitos perjudiciales para la salud”, escribe en Ser Humanos.
La receta para tener un cerebro lo más forma en posible ya la tenemos. En nuestras manos está ponerla en práctica.
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