El naturalista italiano Lazzaro Spallanzani, nació en Escandiano el 12 de enero de 1729. Estudió en el colegio de los jesuitas de Regio y años después se matriculó en la facultad de Derecho de la Universidad de Bolonia, siguiendo los deseos de su padre, que era abogado.
Pero un amigo de la familia logró convencer a su padre de la auténtica vocación científica de Lazzaro y finalmente pudo inscribirse en la Facultad de Ciencias.
Las dotes intelectuales de Spallanzani eran tan vastas y diversas que sus maestros temían que las malgastase. A los 25 años había traducido obras de poetas clásicos, redactado un Tratado sobre Mecánica y discutía con facilidad sobre complejas cuestiones matemáticas.
Antes de los 30 era profesor de Lógica, Metafísica y griego en la Universidad de Regio, y se había ordenado sacerdote, aunque siempre mostró mayor afición por la biología experimental que por los estudios teológicos.
Posteriormente fue profesor de Física en la Universidad de Módena y de Historia Natural en la de Pavía, cuyo museo mineralógico dirigió y enriqueció con ejemplares hallados en sus numerosas excursiones.
Investigó la fecundación natural y artificial
Spallanzani investigó la fecundación natural y artificial. Demostró que la presencia de semen es indispensable para la concepción de un nuevo ser, aunque no supo reconocer la importancia de los espermatozoides, de los que se pensaba que eran parásitos. Logró la inseminación artificial de una perra y de varios animales inferiores con sus meticulosos experimentos.
También estudió la regeneración de las distintas partes del cuerpo en anfibios y reptiles. Descubrió que se produce con más facilidad en los animales inferiores, aunque no pudo explicar por qué no sucedía lo mismo en los superiores.
Estudió la circulación y el aparato respiratorio de los animales de sangre fría y caliente y demostró que tejidos vivos arrancados a un animal sacrificado, absorbían el oxígeno y despedían el óxido de carbono.
Investigó el proceso de digestión mediante experimentos realizados en su propio cuerpo que casi le cuestan la vida. Basándose en los resultados obtenidos con animales, del francés Réaumur, Spallanzani ingirió esponjas y pequeñas bolsitas de tela rellenas de pan o carne.
Al cabo de una horas vomitó y analizó el contenido del estómago: los alimentos se habían disgregado a pesar de no haber estado en contacto con las paredes del estómago.
Spallanzani dedujo que la sustancia digestiva en la digestión era el jugo gástrico. Utilizando el recogido por las esponjas, demostró que el alimento se desintegra de la misma manera fuera del cuerpo.
La vida de los organismos unicelularesSpallanzani confirmó que los organismos unicelulares son seres vivos y refutó la generación espontánea, anticipándose a Pasteur. El sacerdote católico inglés Needham había hecho una serie de experimentos en favor de esa teoría.
Calentó caldo de carne en diversos recipientes que luego selló. Al cabo de unos días, el alimento había sido descompuesto por los microorganismos, por lo que Neddham sostenía que la vida surgía de la materia no viviente.
En 1769, Spallanzani repitió los experimentos pero prolongando el periodo de calentamiento y sellando con más cuidado los recipientes. De esta forma, pudo demostrar que el caldo se mantenía intacto mientras no estuviera en contacto con el aire.
La disputa entre ambos sacerdotes fue larga y enconada. El inglés afirmaba que las cocciones del italiano destruían el espíritu vital mientras que Spallanzani demostró que lo único destruido por la cocción eran las bacterias, y no un principio de vida de índole místico.
Estudió la médula ósea en lagartos y la atrofia de la visión en los murciélagos. No le faltaron enemigos que intentaron desacreditarle acusándole de apropiarse de los fondos del museo de la Universidad de Pavía, pero fueron ellos los únicos condenados.
Federico el Grande le hizo miembro de la Academia de Berlín. Entre sus obras destacan 'Ensayo sobre la reproducción animal', 'Opúsculos de física animal y vegetal' y 'Memoria sobre la respiración'.
A principios de 1799, Spallanzani sufrió un ataque de apoplejía. Poco después, el 1 de febrero de 1799, fallecía en Pavía. Gracias a sus investigaciones en el campo de la bacteriología se le conoce como 'Biólogo de biólogos'.
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