Enviado por Andrea Valdez
Actualmente existen cerca de 3 millones de consumidores de drogas sólo en el Reino Unido, de los cuales alrededor de 300,000 son adictos a la heroína y/o al crack, mientras que 300, 000 adictos a la marihuana o la cocaína han sido tratados exitosamente contra su adicción en años recientes, ¿será que esto tiene que ver con el tipo de sustancia?
Aunque el consumo de drogas es común, la adicción poco usual: uno de cada tres adultos utiliza una droga ilegal en alguna etapa de su vida, pero la mayoría no tiene repercusiones graves en su salud. No obstante, algunas personas pueden sufrir sobredosis e intoxicaciones inmediatas o incluso pueden tener problemas de salud a largo plazo debido al uso intenso y/o prolongado de drogas.
Generalmente, el consumo de drogas se considera –por los gobiernos y las instituciones- como una "espiral fuera de control" que destruye la capacidad de una persona para llevar un estilo de vida correcto centrado en su bienestar y su salud. Pero en realidad, la probabilidad de que los individuos sucumban ante la adicción a las drogas a largo plazo es escasa. Por ejemplo, los adictos a la heroína y el crack no son un grupo de individuos al azar.
La adicción, a diferencia del uso, se concentra fuertemente en las comunidades más pobres donde la mayoría de las personas que luchan por sobrevivir tienden a sucumbir más fácilmente que quienes tienen condiciones de vida más favorables.
En comparación con el resto de la población, los adictos a la heroína y al crack adictos son del sexo masculino, de clase trabajadora, delincuentes, con bajo nivel educativo, poco o nulo historial laboral, historial en centros de salud, vulnerabilidad a enfermedades mentales y en su mayoría son sujetos que sobrepasan los 40 años con un gran deterioro en su salud física.
Aunque el uso de la cannabis es menor entre los pobres, está estrechamente relacionado con indicadores de estrés social y desarrollo de problemas de salud mental. Sin embargo, la mayoría de los consumidores de drogas son personas inteligentes con recursos económicos suficientes, familias amorosas y redes sociales de apoyo.
Estas circunstancias les permiten minimizar los riesgos asociados con el consumo de drogas, evitando así el consumo de las más peligrosas y controlando la frecuencia y magnitud de su uso, permitiéndoles reducir los daños y maximizar el placer. Además, cuentan con el apoyo de familiares y amigos en caso de desarrollar problemas, y tienen una perspectiva realista de trabajo, una casa y una participación en la sociedad para centrarse y mantener su motivación.
En contraste, las personas más vulnerables que habitan en las comunidades más pobres carecen de habilidades para subsistir y tienen redes sociales problemáticas que no les ofrecen soluciones. Asimismo, su toma de decisiones se basa en la priorización de beneficios inmediatos en lugar pensar en las consecuencias a largo plazo. Esta gran cantidad de retos que deben sortear día con día les impide evitar comportamientos considerados de alto riesgo. Estos factores, en conjunto, hacen que sea más probable un consumo de las drogas más peligrosas sin preocuparse por los riesgos.
A diferencia de las personas en situación favorable, los adictos no tienen la motivación necesaria, ni el apoyo familiar, perspectivas reales de empleo o una vivienda segura, por lo que la probabilidad de recuperación exitosa es mínima. Entonces, lo que determina que una persona se vuelva adicta tiene que ver más con las circunstancias sociales, personales y económicas del usuario que con la intensidad o tipo de la droga utilizada. Por desgracia, esta relación entre la angustia social y la adicción es ignorada por políticos y medios de comunicación quienes favorecen la hipótesis de que la adicción es un riesgo “aleatorio” impulsado por el poder de la droga.
No es que esto no suceda, pero la experiencia muestra un número relativamente pequeño de usuarios de drogas procedentes de entornos estables que se convierten en adictos. Más bien, son las circunstancias adversas (el aislamiento social, la exclusión económica , la criminalidad y la salud mental frágil) las que llevan a las personas a la autodestrucción.
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