“La primera noticia de la Quimera está en el libro VI de la Ilíada. Ahí está escrito que era de linaje divino y que por delante era un león, por el medio una cabra y por el fin una serpiente; echaba fuego por la boca y la mató el hermoso Belerofonte, hijo de Glauco, según lo habían presagiado los dioses.”
“...la palabra queda, para significar lo imposible. Idea falsa, vana imaginación, es la definición de quimera que ahora da el diccionario.”
El libro de los seres imaginarios, Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero
Chimaeria incomparabilis
En biología, “quimera” es un organismo que presenta características de otros varios. Una de las conchas más valiosas en la actualidad es la llamada Chimaeria incomparabilis, que presenta características intermedias entre las de la familia de las óvulas y la familia de las cipreas o cauríes. Chimaera monstrosa es un extraño pez del grupo de tiburones y rayas, pero con muchos atributos exclusivos. También se llaman quimeras a los restos fósiles que presentan piezas pertenecientes a organismos distintos.
Más espectaculares son las verdaderas quimeras, que son organismos con características nuevas, mezclas de individuos e incluso de especies distintas, con el material genético de los diferentes componentes. Los anticuerpos monoclonales son producidos por una célula híbrida producto de la fusión de un clon de linfocitos B descendiente de una sola y única célula madre y una célula plasmática tumoral, normalmente de ratón. Así se consigue aunar la especificidad del anticuerpo (cada clon de linfocitos B produce un único anticuerpo) con la inmortalidad de las células tumorales. Los científicos han producido además entidades tan extrañas como los organismos “en mosaico”, formados por una mezcla de células de especies distintas. Se han creado embriones quiméricos de cabra y oveja, rata y ratón e incluso, recientemente, de conejo y humano (no se permitió que estos últimos se desarrollaran más allá de unos pocos días). En los últimos años, en el Reino Unido se ha permitido la creación de embriones quiméricos para la investigación en células madre. Para paliar la escasez y las dificultades de la donación de óvulos humanos, se crean embriones insertando en un óvulo de animal (vaca o coneja) despojado de su núcleo el de una célula humana. El animal sólo aporta un puñado de genes, en torno al 1% de los presentes en el individuo, los de las mitocondrias, que se encuentran en el seno del citoplasma del óvulo. Estos embriones deben destruirse, por ley, a los 14 días.
El quimerismo es un trastorno genético, que se cree que se origina cuando dos cigotos, tras la fecundación, se combinan formando uno solo, desarrollándose normalmente. El individuo resultante posee dos tipos de células diferentes, cada una con distinta constitución genética. En la mayoría de los casos reportados, células de órganos o zonas distintas del cuerpo tienen ADN distinto, como si fueran dos personas en una sola.
Corinna Ross, investigadora de la Universidad de Nebraska, descubrió que en los inicios del desarrollo fetal, los mellizos (tanto idénticos como no idénticos) de los titíes comparten suministro sanguíneo y placentas fusionadas, permitiendo un flujo abundante de células fetales entre los miembros de la camada. Saber cómo los monos titíes mantienen la tolerancia inmunitaria a tantas células foráneas a lo largo de la vida ayudaría a los investigadores que tratan de impedir el rechazo humano de los órganos trasplantados.
Según las últimas teorías, esta enfermedad es causada por dos óvulos que han sido fertilizados tras el acto sexual, los cuales, antes de tres semanas, se unen y crean un ser con doble material genético. Puede ocurrir que estos cigotos que se unen sean de diferente sexo, por lo que existe la posibilidad de que el individuo resultante sea un pseudohermafrodita, con células de su cuerpo con genotipo correspondiente a los dos sexos. Asimismo pueden existir casos donde el color de la piel no este definido y pueda tener manchas por el cuerpo.
¿Creéis que estos casos son malformaciones o aberraciones? Pues entonces vosotros mismos sois aberrantes y anormales. Todos poseemos en nuestros cuerpos células que no son nuestras. Además de los billones de células que descienden del óvulo fecundado del que procedemos, poseemos un pequeño conjunto de células procedentes de otros individuos genéticamente distintos. Nuestras madres nos pasan células suyas (microquimerismo materno), de diversos orígenes, a través de la placenta, que no tiene una pared completamente impenetrable. Esas células pueden prosperar en nuestro organismo indefinidamente y migrar a diferentes zonas. También células del feto pueden pasar a la madre y permanecer en ella (microquimerismo fetal). Conforme una madre vaya teniendo hijos, dejará cada vez más de “ser ella misma”, para convertirse en un mosaico de células procedentes de individuos distintos, aunque cercanos genéticamente (con el 50% de sus genes). De todas formas, esta aportación no es demasiado importante y la mujer mantiene, más o menos, su identidad.
Para perdurar muchos años en el otro organismo, entre las células que migran debe haber células madre. Estas células foráneas consiguen muchas veces escapar al ataque del sistema inmunitario del organismo, que debería etiquetarlas como extrañas y destruirlas. No se sabe aún muy bien cómo lo logran. Estas células pueden ser perjudiciales para el organismo que las alberga. La dermatomiositis juvenil es una enfermedad autoinmunitaria que afecta a la piel y los músculos y en la que parecen estar involucradas células de la madre. Un trabajo publicado en 2.004 por Ann M. Reed, de la clínica Mayo, demostró que las células inmunitarias maternas, aisladas a partir de la sangre de los pacientes, reaccionaban contra otras células de esos mismos pacientes. Reed y colaboradores sugieren que la enfermedad surge cuando las células inmunitarias maternas atacan los tejidos del hijo. El lupus neonatal se origina cuando células madre de la madre ingresan en el feto, se integran en el corazón y se transforman en células musculares. El sistema inmunitario del feto reacciona para destruir estas células extrañas y acaba dañando todo el músculo cardiaco. Por otro lado, como las células de nuestra madre son más viejas que las nuestras, es de suponer que sean más propensas a padecer cáncer.
Por otro lado, las células madre extrañas pueden ayudar a reparar lesiones en el organismo que las aloja. Hay pruebas de que las células maternas pueden ayudar a regenerar tejido del páncreas en hijos afectados de diabetes tipo I (enfermedad autoinmunitaria, que ataca sobre todo a niños y jóvenes, eliminando las células beta del páncreas, productoras de insulina).
Las células procedentes del feto pueden causar en la madre enfermedades autoinmunitarias. Éstas suelen ser más frecuentes en mujeres que en hombres, suelen atacar a mujeres de entre 40 y 60 años, después de que muchas de ellas hayan estado embarazadas. Además, los rechazos que aparecen tras los transplantes de órganos o tejidos producen endurecimiento de la piel, destrucción del revestimiento del intestino y daños en los pulmones. Estos síntomas son casi los mismos que los del escleroderma, un trastorno considerado autoinmune. Se ha descubierto que hay más células fetales en las mujeres enfermas de escleroderma que en las sanas, sobre todo en los tejidos más afectados, como la piel y los pulmones. Se ha vinculado también el microquimerismo fetal con otras enfermedades de la madre, como el cáncer de mama (efecto beneficioso) y de cuello de útero y la hipertensión asociada al embarazo. El microquimerismo fetal también podría estimular el sistema inmunitario de la madre, con efectos beneficiosos. Las células inmunitarias fetales también pueden atacar a agentes patógenos, ayudando al sistema inmunitario de la madre. Existen también pruebas de que la artritis reumatoide (inflamación crónica y frecuentemente dolorosa, de las articulaciones) mejora durante el embarazo. Los niveles superiores de microquimerismo fetal en la sangre de la madre guardaban correlación con una mayor atenuación de los síntomas de la artritis reumatoide durante el embarazo.
Nosotros también podemos tener algunas células procedentes de un hermano mellizo, a veces muerto en las primeras etapas de su desarrollo embrionario; también es posible que poseamos algunas células de nuestros hermanos mayores que se incorporaron a nuestra madre cuando estos eran fetos. Se ha comprobado que algunas células de la madre pasan con la leche al bebé lactante. También podrías poseer células directamente procedentes de tu abuela, tu bisabuela, tu tatarabuela... No se sabe si durante el acto sexual se intercambian células de un miembro de la pareja al otro. Por medio de las transfusiones de sangre también se pueden adquirir células somáticas del donante.
En el sistema circulatorio, el microquimerismo fetal o materno es mínimo, pero cálculos basados en el ADN total sugieren que una de cada 100.000 o de cada millón de nuestras células es foránea. Esta proporción puede llegar a ser de varios cientos de células extrañas por cada millón en determinados órganos. Es notable el hecho de que las células fetales y las maternas tiendan a migrar a diferentes órganos y tejidos de preferencia. No se sabe aún si las células de la madre o del feto pueden traspasar la barrera hematoencefálica y llegar al cerebro. Quizá, si es así, una madre pueda experimentar cambios en algunas funciones cerebrales o incluso en su personalidad tras tener embarazos (aunque esto es un poco fantasear demasiado, porque los cambios deberían ser muy pequeños, en el caso de que se produzcan).
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