lunes, 5 de julio de 2021

La extinción No es para siempre

“La extinción es para siempre”. Esta frase, que sirvió de slogan para una organización conservacionista en los años 1980s, hace énfasis en un aspecto del proceso de extinción que parecería obvio. Si la extinción de una especie se produce cuando muere el último de sus individuos, entonces sin duda el proceso debe ser irreversible. ¿O no?

El desarrollo de diferentes tecnologías, sobre todo las relacionadas con la obtención y replicación de información genética, ha llevado a especulaciones respecto a la viabilidad de proyectos para rescatar algunas especies de la extinción. Aunque la mayoría de los expertos considera que la tecnología disponible en este momento no es suficiente para reconstruir una especie, al menos en teoría no parece haber ningún impedimento físico o biológico para que en unas cuantas décadas se pueda realizar el sueño de volver a ver individuos de especies ya extintas. Existen varios niveles de complejidad, y por tanto de viabilidad, en los proyectos encaminados en este sentido. Examinemos algunos ejemplos.

En 1999, el Museo Australiano en Sydney anunció el inicio de un proyecto cuya meta era clonar un tilacino o lobo marsupial. El último tilacino (Thylacinus cynocephalus) que se conoce murió en un zoológico en 1936, y existen restos orgánicos de donde, en principio, podría extraerse DNA. El proyecto proponía replicar ese DNA, insertar la información en células de algún marsupial emparentado con el tilacino y clonar un individuo usando técnicas similares a las que se emplearon para clonar a Dolly la oveja.



El proyecto ha sido cancelado y reiniciado varias veces y se ha enfrentado a un considerable nivel de escepticismo, e incluso de escarnio. De hecho, a la fecha no ha sido posible siquiera reconstruir un porcentaje significativo del genoma del tilacino. Aún logrando ese objetivo, el siguiente paso sería organizar el DNA resultante en cromosomas, una labor que hasta ahora nadie ha podido realizar. Finalmente, se tendría que insertar estos cromosomas en el óvulo de algún marsupial emparentado con el lobo marsupial y esperar que el cigoto resultante fuese viable para gestar un tilacino en la madre sustituta. La realidad es que las probabilidades de que este proyecto sea exitoso en el corto y mediano plazos son muy bajas, pero no es descabellado pensar que algún desarrollo tecnológico pudiera hacer posible la idea de traer de regreso al tilacino.

Aún más lejana parece estar la posibilidad de clonar un mamut. A finales de 2008, con el anuncio de que un porcentaje importante del genoma del mamut lanudo había sido dilucidado, se especuló sobre la posibilidad de clonar uno de estos espectaculares animales utilizando como madre sustituta una elefanta asiática. El entusiasmo ante la propuesta fue moderada por los expertos en el campo, que señalaron todos los obstáculos técnicos que no son salvables con la tecnología disponible ahora. A lo más que podemos llegar, realistamente, sería a insertar determinados fragmentos de información genética en elefantes modernos y recrear algunas de las características de los mamuts. El crear un mamut auténtico, por el contrario, es a estas alturas todavía un sueño irrealizable.

Otro tipo de estrategia que parece mucho más viable es la que un grupo holandés llamado Stitching Taurus ha planteado para reconstruir un uro (llamado también auroch, Bos primigenius). Los uros fueron los ancestros del ganado vacuno actual y eran animales enormes, de dos metros de alzada y alrededor de una tonelada de peso. Existen numerosas representaciones de este animal en las pinturas rupestres, y parece ser que los últimos uros vivieron en Polonia todavía a finales del siglo XVII.

El plan del grupo holandés es la obtención del genoma del uro usando material genético extraído de pieles y otros restos orgánicos. Sin embargo, en este caso no se propone una clonación, sino un proceso de cruzamiento selectivo de ganado doméstico en el que se vayan seleccionando los individuos cuyo genoma sea más parecido al del uro. La premisa es, por supuesto, que en el ganado doméstico moderno exista todavía toda la información genética necesaria para duplicar, al menos en apariencia, a la especie extinta.

Este proyecto parece en principio ser viable, pues no implica el uso de tecnologías aún no probadas. Los escépticos, sin embargo, no están seguros de que el posible resultado pudiera considerarse un uro auténtico o simplemente un toro grande con aspecto primitivo.


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