La falta de naturalidad por los adultos en abordar la sexualidad como un aspecto crucial del desarrollo físico, psíquico y emocional, en el proceso de crecimiento y formación como persona, proyecta sobre los adolescentes buena parte de las connotaciones de morbo, ocultación, malos entendidos e ideas falsas en las que fueron educados sus padres décadas atrás.
Sin embargo, a diferencia de las generaciones precedentes, los jóvenes actuales tienen mucho más acceso a contenidos y manifestaciones sexuales o relacionadas con la sexualidad, y ese aparente clima de “libertad” o de “normalidad”, sin una formación adecuada, les hace, muchas veces, confundir y mezclar mensajes, valores, actitudes y pautas que dificultan su adecuado desarrollo personal en lugar de ayudar al mismo.
El silencio y la falta de una adecuada educación sexual en la familia y en la escuela no van a impedir que los preadolescentes sientan los impulsos sexuales y se preocupen por estas cuestiones. Con lo que la falta de información correcta la suplen con “desinformaciones” de amigos, lecturas y medios de comunicación no siempre apropiados.
Eso prolonga la pervivencia y la reproducción entre los jóvenes de “mitos” o ideas falsas, mezcla de desinformación, creencias, leyendas y modelos nada asépticos sobre su propia sexualidad y sobre las relaciones sexuales con los demás.
Los mitos sobre la sexualidad son hoy, por lo tanto, de dos tipos:
Unos son pervivencias de la herencia cultural y la desinformación transmitidas y reproducidas a través de generaciones, con gran peso de concepciones ideológicas, religiosas y sociales arraigadas desde tiempo atrás, como los mitos de la virginidad, del machismo, de la inapetencia de la mujer y su sumisión al placer sexual masculino, del rechazo de la homosexualidad, etc.
Otros, en cambio, se han generado o se han reforzado en épocas recientes, propagados por la publicidad y los medios de comunicación, como el de los modelos de belleza como factor de realización personal, el “éxito” social y económico ligado a la satisfacción sexual y la felicidad, el sexo puramente físico desligado de emociones, etc. Sin perjuicio de que algunos –como el machismo- puedan adscribirse a ambas categorías.
Tras diversas charlas y actividades con jóvenes de 3º de ESO, hemos podido recopilar hasta 120 preguntas que se repiten con mayor frecuencia. La mitad aproximadamente se refieren a aspectos más fisiológicos, como embarazo o contracepción, o a enfermedades de transmisión sexual. Pero la otra mitad gira en torno a ciertos aspectos que podríamos denominar “mitos” en torno a la sexualidad que reflejan no sólo una falta de información precisa, que es previsible a esa edad, sino, sobre todo, una información sesgada o errónea, basada en que los jóvenes tienen asimilados, sin ser conscientes de ellos, ciertos modelos o creencias que consideran ciertos y que deben empeñarse en alcanzar. En algunos casos, ello puede generar unas expectativas imposibles o difíciles de realizar, con la consiguiente frustración, culpabilización o baja autoestima si no las ven satisfechas.
Por el número y por la variedad de cuestiones en torno a él, el mito de una pretendida “relación sexual ideal” parece estar muy arraigado. En el sentido de creer que hay unos patrones o pautas bien determinados que son los que permiten “hacerlo bien” y, si no se hace así, fracasar. Como derivación de este mito, también les preocupa el de “la primera vez”, sobre la que edifican y construyen una serie de interrogantes y expectativas, en buena parte motivada por esa creencia previa de que la relación sexual ideal ha de ser de una manera determinada y precisa, con lo que su desconocimiento sobre ella, junto a su falta de práctica, les produce la ansiedad de “quedar mal” con la otra o las otras personas. Por eso, las cuestiones sobre la virginidad no son –como hace unas décadas- en cuanto a un valor que preocupa conservar, sino como síntoma de inexperiencia. Como reverso de esa “relación sexual ideal”, surgen cuestiones en torno a la masturbación u otras prácticas que no encajan en aquel patrón ideal.
Por ello, pensamos que cualquier aproximación a la sexualidad dirigida a preadolescentes, en la escuela, en la familia o en la consulta, ha de partir de una premisa y dirigirse a un objetivo. La premisa es enfocar la sexualidad como un desarrollo personal con su triple vertiente, física, emocional y afectiva. El objetivo es desvelar las trampas que encierran tales mitos y facilitar una información veraz que corrija y complete la que puedan poseer y adquirir en el curriculum escolar.
En ese marco, nos parece importante insistir en ciertas ideas en torno a tres grandes cuestiones. La primera, que la sexualidad es una faceta o aspecto del crecimiento personal. La segunda, que no existe un único modelo de relación sexual ideal. La tercera, que tanto creencias ancestrales como mensajes modernos de la publicidad y de los medios de comunicación tienden ciertas trampas o mitos en torno a la sexualidad que inciden especialmente en los preadolescentes. Aunque tales ideas puedan parecer obvias, nuestra experiencia con jóvenes de esas edades revela que es necesario insistir en ellas, e incluso que chocan en ocasiones con lo que creen “saber”. Por eso, sin afán de penetrar hondamente en cada una de ellas, merece la pena enumerarlas.
I. LA SEXUALIDAD ES PARTE DEL DESARROLLO PERSONAL
Diversas ideas pueden trabajarse en relación con esta cuestión, como las siguientes
El sexo no es vergonzoso. Todos lo tenemos y a todos nos interesa.
Lo primero que percibimos de una persona es su sexo (masculino ó femenino) pero éste significa una identidad y un proceso de construcción personal que no se limita a los genitales, ni al resultado de unos cromosomas. Por ello, lo sexual no debe ocultarse ni silenciarse como si no existiera, pues estaríamos mutilando una dimensión de la persona.
2. Entender el ritmo de maduración y las actitudes diferentes del otro sexo.
De niños no cuesta mucho asimilar las diferencias orgánicas. Es más difícil, en la preadolescencia, apreciar y aceptar la diferente evolución de ambos sexos y sus diferentes etapas y momentos. Es fundamental, en esa edad, evitar estereotipos como: “no hay quien entienda a las mujeres” o “qué simples son los hombres”. Hay dos sexos, pero cada persona se construye, se hace a sí misma de una única e irrepetible manera dentro de cada uno de los géneros; del masculino o del femenino.
3. No caer en la trampa de los modelos físicos de belleza.
Si cada uno se desarrolla a su propio ritmo, también en lo físico cada cual va formándose con sus características propias. Cada persona, con su propia fisonomía, puede desplegar atributos de belleza y atractivo sexual más allá de la mera apariencia exterior. El atractivo sexual no es resultado sólo del aspecto físico. Conocemos actores y actrices, deportistas, artistas que, siendo “feos”, transmiten y despiertan interés sexual. Si uno se acepta y se gusta, lo transmitirá y gustará a los demás.
4. Conocerse, aceptarse y aceptar al otro.
Como en los demás aspectos de la vida, también en la dimensión sexual esto es fundamental para crecer y construirse como persona. Para ello son básicos algunos criterios de salud emocional:
Sólo nos satisface y nos gratifica lo que es deseado por nosotros mismos, no lo que se nos impone socialmente ni por otros.
Salvar siempre nuestra capacidad de decisión personal y respetar la de los demás.
La relación con otras personas es mucho más plena y gratificante cuando se basa en el intercambio y en la satisfacción mutua, no cuando sólo busca satisfacer mi placer personal olvidándome de los demás.
5. La preadolescencia registra grandes cambios físicos y hormonales y frecuentes altibajos emocionales.
Es la edad del descubrimiento propio y de los demás, con desorientaciones, inquietudes, cambios de humor y rebeldía. Incluso con etapas de indefinición en la orientación del deseo sexual hacia el propio sexo y hacia el otro. Eso es normal y no debe preocupar si se pasan momentos de dudas, euforias, tristezas, de atracción hacia personas de ambos sexosoincluso de rechazos hacia alguno de ellos.
Como los factores físicos (pelo, pechos, etc.), los primeros impulsos sexuales sorprenden al preadolescente, y ha de familiarizarse con ellos, como con su propio cuerpo, y aceptarse conforme van definiéndose sus caracteres y tendencias.
6. Cada joven lleva su propio ritmo de maduración.
Tanto en lo físico como en lo psíquico, lo sexual y lo emocional. Por ello, cada uno “despierta” o se inicia en momentos distintos, siendo lo importante que vaya teniendo sus primeros intercambios y experiencias a medida que sienta que está preparado para ello y para entender y aceptar sus consecuencias. Tan frustrante puede ser que los adelante o precipite porque lo digan sus amigos, porque le insistan otras personas o que los retrase en exceso por miedo a “quedar mal”, por represiones familiares o del entorno.
No hay experiencia sexual gratificante si no es asumida por cada uno, y si no se sabe bien qué es lo que se quiere. Aunque la curiosidad por experimentar sea un aliciente, vale la pena saber hasta dónde se quiere llegar, sin dejarse llevar porque otras personas lo pidan. Tardar más o menos que los amigos/as en haber besado o en estar con alguien, no significa ser mejor ni peor, ni mayor ni más listo, como tampoco haber crecido o haberse desarrollado físicamente antes o después que ellos/as.
7. Sin libertad y responsabilidad no hay maduración.
Cada uno ha de tener la información necesaria y adecuada para vivir su desarrollo y saber manejarse. Cuando se les presenten las primeras ocasiones de intercambios sexuales, normalmente no estarán acompañados de alguien que en ese momento pueda orientarles, ni amigos, ni adultos, ni nadie. Son ellos solos quienes han de decidir lo que quieren hacer, y para eso han de contar con la formación adecuada para que no sea una decisión caprichosa, atolondrada, ni timorata, sino plenamente responsable y consciente.
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