El bombardeo de explicaciones psicológicas es una constante en los medios de comunicación. Son cientos los libros de autoayuda con cientos de miles de consejos sobre relaciones, adicciones, autoestima, toma de decisiones, etcétera. La psicología pop es una exitosa industria del siglo XXI.
Mucho de lo que creemos cierto está basado en mitos y errores que desinforman porque los hechos son distintos de la ficción. También son cientos las víctimas de los gurús de la autoayuda y de conductores de programas de radio y televisión que se autoproclaman como expertos en salud mental, ofreciendo una mezcla de verdades, medias verdades y mentiras que no pueden considerarse divulgación psicológica, que se basa en fuentes confiables.
El problema con los mitos de la psicología popular es que pueden influir en que tomemos malas decisiones en la vida diaria. Los mitos son creencias generales que contradicen la investigación psicológica. Exageraciones y distorsiones que surgen de la ignorancia, de ver a la psicología como algo de sentido común y no como una ciencia; como producto de la intuición y hasta de la fe.
Distinguir los mitos de la realidad requiere de un ejercicio de reflexión como antídoto de repetir 'verdades' que hemos escuchado cientos de veces y que por eso damos como ciertas. El deseo de respuestas fáciles nos hacen comprar promesas de cambios de conducta que sean rápidos y que no duelan. En 1995, Carl Sagan dijo que “si algo suena demasiado bueno para ser cierto, quizá lo sea”.
ALGUNOS MITOS:
Crisis de la edad media (40's-50's). El estereotipo está representado por un hombre de 45 años en un auto deportivo, con una novia 20 años más joven. Esta crisis se considera como una confrontación con la mortalidad, con el deterioro físico y con sueños y esperanzas frustrados. La crisis de la edad media fue un término surgido en 1965 y descrito como intentos compulsivos de conservarse joven y desafiar a la muerte. La ciencia ha encontrado entre 40 y 60 por ciento más sentimientos de bienestar que en décadas anteriores. La preocupación de padecerla es más alta que la experiencia real.
Las etapas del duelo. De la autoría de Elizabeth Kubler-Ross (1969), que divide el proceso de duelo en negación, enojo, regateo, depresión y aceptación. Se enseñan en escuelas de medicina, enfermería y trabajo social y es una teoría muy popular porque le da a la gente algo predecible frente a lo impredecible, pero no hay evidencia de este orden en los sentimientos frente a la propia muerte o frente a la muerte de los otros.
Una actitud positiva puede vencer al cáncer y por el contrario, el pesimismo, estrés, falta de asertividad y evitación de conflicto crean condiciones para la aparición de células cancerosas. Hacer afirmaciones positivas, visualizar el cuerpo libre de cáncer y tener pensamientos positivos fortalece el sistema inmune.
Nada de lo anterior está documentado científicamente. Los pensamientos, para bien y para mal, no crean la realidad ni desencadenan enfermedades, a pesar de las millones de copias de libros vendidos de gente como Louise Hay, Rhonda Byrne y Deepak Chopra.
Tener una actitud positiva frente a las dificultades y las enfermedades ayuda, pero no reduce ni cura el cáncer. Los estudios no revelan ninguna conexión entre el estrés, las emociones y el cáncer. No existe la “personalidad propensa al cáncer”. Los optimistas con cáncer no viven más que los pesimistas con cáncer. Los grupos de autoayuda y la psicoterapia pueden mejorar la calidad de vida pero no la pueden alargar. Claro que es mucho más entrañable e interesante una historia en la que alguien sobrevivió al cáncer gracias a su optimismo inquebrantable.
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