La cebada es hoy el cuarto cereal del mundo en cuanto a producción. Su cultivo se remonta al antiguo Egipto, y hoy ocupa 56 millones de hectáreas de suelo del planeta. Su uso más extendido es el malteado, un proceso que provoca la germinación de los granos para obtener la malta, usada para fabricar cerveza y whisky. Pero es muy posible que de cara al futuro la producción de este cereal se oriente mucho más al consumo humano y a la lucha contra el hambre en el mundo. Porque, según el estudio de la bióloga Anabel Robredo, de la Universidad del País Vasco (UPV / EHU), la cebada puede verse favorecida por el cambio climático.
Y es que, como indica el último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, en los próximos decenios el calentamiento global afectará a la mayor parte de los cultivos del planeta, influyendo en su rendimiento y en la disponibilidad del agua, esencial para su riego. Aumentarán las sequías y la salinidad de los suelos, lo que empobrecerá aún más ciertas regiones de la Tierra. Pero en el caso de la cebada, que no es extrapolable, Robredo ha comprobado que, ante una mayor cantidad de CO2 en la atmósfera, este cereal puede desarrollar mayor resistencia frente a la falta de agua e incrementar la actividad fotosintética y su biomasa. Esto se debería en gran parte a sus estomas, los orificios que las plantas tienen en las hojas para
realizar el intercambio de agua y aire. «Cuando el CO2 es elevado, se cierran ligeramente y retienen mayor cantidad de agua –explica Robredo–. Lejos de verse perjudicada, la cebada podrá aprovechar las condiciones adversas para tantas otras especies y lograr un mayor crecimiento. Resistirá las sequías y las condiciones de salinidad gracias a la optimización de su estado hídrico y, sobre todo, al incremento de la fotosíntesis.»
Se ve venir… ¡Chelas para todos!
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