jueves, 8 de agosto de 2024

Nettie Stevens, la bióloga que descubrió los cromosomas X e Y

Descubrir la base cromosómica de la herencia y el sexo, pero, aun así, ser ninguneada y discriminada. Esa fue la realidad de Nettie Maria Stevens, una bióloga y genetista estadounidense cuyo trabajo revolucionó la comprensión de la genética.

Nacida en una época en la que las mujeres enfrentaban enormes obstáculos para acceder a la educación y a la investigación científica, Nettie demostró una gran determinación y vocación que la llevaron a cumplir su sueño y dedicarse a lo que realmente deseaba.

Su descubrimiento de los cromosomas X e Y como determinantes del sexo biológico de los organismos sentó las bases de la genética moderna y transformó completamente las teorías existentes sobre la herencia y el desarrollo biológico.

DEL SACRIFICIO A STANFORD
Nettie Stevens nació el 7 de julio de 1861 en Cavendish, Vermont, en una familia humilde. A los 4 años vivió una de las primeras tragedias de su vida al enfrentar la muerte de su madre y la mudanza de toda su familia a Westford para afrontar la falta de recursos.

Sin embargo, desde bien pequeña demostró un gran talento académico, destacando en todas las materias escolares y demostrando un especial interés por la biología y la medicina. No obstante, la situación económica de su familia no le permitió continuar de inmediato con una educación superior y, al graduarse de secundaria en 1880, tuvo que hacer una pausa en sus aspiraciones académicas para ayudar a mantener a su familia: trabajó durante más de una década como profesora y bibliotecaria, ocupaciones que, lejos de ayudarle solo a subsistir, le permitieron ahorrar para su futuro educativo.

Pero a pesar de esas dificultades, Nettie nunca perdió de vista su sueño de asistir a la Universidad. Con 35 años, después de más de 10 años de sacrificio y trabajo, puso matricularse en la Universidad de Stanford en 1896. Su ingreso marcó el comienzo de una nueva etapa en su vida, en la que sobresalió en todas sus clases, obteniendo tanto su licenciatura como una maestría en biología en un periodo realmente corto. Antes de cumplir 40 años, Nettie era ya una científica formada y motivada a explotar al máximo todo su potencial

¿FACTORES EXTERNOS?
Tras graduarse, Nettie continuó su viaje en el Bryn Mawr College, en Filadelfia, un centro de excelencia de educación superior para mujeres. En Bryn Mawr, Nettie se unió a un entorno inspirador de investigación, donde su talento llamó rápidamente la atención.

Durante su doctorado, recibió una beca de investigación que le permitió pasar un año en Europa, trabajando en dos de los institutos de zoología más renombrados del momento: Nápoles y Würzburg. De hecho, en este último trabajó con el biólogo de renombre Theodor Boveri, cuyo trabajo sobre el papel de los cromosomas en la herencia impactó en Nettie e impulsó su propia investigación.

De vuelta en Bryn Mawr, Nettie centró sus esfuerzos en el estudio de la citogenética, un campo que estudiaba la estructura y la función de los cromosomas. Decidió estudiar insectos, particularmente el gusano de la harina, debido a sus características reproductivas que los hacían ideales para observar procesos de espermatogénesis y determinación del sexo.

En 1903, completó su doctorado y su investigación había comenzado a tomar una forma muy atractiva y a causar interés en el resto de científicos de la época: los estudios de Nettie empezaban a desafiar las teorías prevalentes de la época, que atribuían la determinación del sexo a factores puramente externos o, incluso, a ciertas características en el citoplasma de las células.

XX O XY
Finalmente, en 1905, Nettie Stevens publicó su trabajo más importante, Studies in Spermatogenesis with Special Reference to the "Accessory Chromosome". Se trataba de un estudio que demostró que el sexo de un organismo estaba determinado por los cromosomas específicos que aportaban los espermatozoides. Al estudiar el gusano de la harina, Stevens observó que los machos producían dos tipos de espermatozoides: uno con un cromosoma X y otro con un cromosoma Y, mientras que las hembras solo producían óvulos con cromosomas X. Concluyó que si un óvulo era fecundado por un espermatozoide con un cromosoma X, el resultado sería una hembra, y si era fecundado por uno con un cromosoma Y, el resultado sería un macho.

Sin embargo, aunque el impacto de este descubrimiento fue enorme, Nettie tuvo que enfrentarse a una comunidad científica dominada por hombres, donde sus hallazgos no fueron inmediatamente aceptados. El mismo año de su publicación, el renombrado biólogo Edmund Beecher Wilson publicó un estudio similar, y debido a su prominencia, se le atribuyó gran parte del crédito inicial. A pesar de ello, Nettie continuó con su trabajo, produciendo investigaciones de alta calidad que reafirmaban y expandían sus hallazgos iniciales.

Publicó numerosos artículos que no solo detallaban sus propias investigaciones, sino que también citaban y reconocían el trabajo de otras científicas, en un esfuerzo por visibilizar y legitimar sus contribuciones en un campo que las relegaba a un segundo plano. Stevens colaboró con destacados científicos de su tiempo, como Thomas Hunt Morgan, quien más tarde ganaría el Premio Nobel, y su mentor E.B. Wilson, demostrando que su trabajo tenía un profundo impacto en la biología y la genética.

En 1912, a los 53 años, falleció de cáncer de mama, justo cuando estaba a punto de ocupar una cátedra recién creada para ella en Bryn Mawr College. Su muerte temprana truncó una carrera prometedora que ya había dejado una marca indeleble en la biología. El reconocimiento pleno de su trabajo llegó póstumamente, cuando se hizo evidente que sus investigaciones sobre los cromosomas sexuales eran más completas y precisas que las de sus contemporáneos.

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