Aunque se trate de organismos muy alejados evolutivamente, mucha gente aún los confunde y desconoce su función ecológica, vital para los ecosistemas
Los líquenes y los musgos, junto con las algas verdes que encontramos en fuentes de agua y sobre piedras y troncos del sotobosque, se clasifican popularmente en un grupo de organismos llamado costras biológicas del suelo o biocortezas vegetales, aunque en taxonomía forman parte de reinos muy alejados evolutivamente.
Aunque muchas veces en nuestros paseos por el bosque nos pasen desapercibidos, estos seres ocupan ni más ni menos que el 12% de toda la superficie terrestre, lo que equivale a unos 18 millones de km² de suelo, concentrándose sobre todo en zonas áridas. Además, el papel ecológico de las biocortezas es más importante de lo que se pudiera pensar, pues ayudan a controlar el movimiento del agua y protegen el suelo de la erosión; fijan el carbono y el nitrógeno; alteran el efecto albedo de la tierra; controlan los flujos de nutrientes, y por extensión, influyen en la biodiversidad a nivel local.
Ahora que ya conocemos su función ecológica, vamos a ver en detalle en qué se diferencian:
Los musgos
También conocidos como briófitas, son plantas no vasculares, es decir, que no tienen tallo ni flor y sus hojas no son verdaderas. Como se alimentan de la fotosíntesis, suelen tener un color verdoso y los encontraremos en áreas húmedas y sombreadas. En ocasiones se pueden encontrar unas pequeñas “antenas”, llamadas esporófitos, que las harán inconfundibles.
Los líquenes
Son una asociación de dos organismos en simbiosis, concretamente de un alga o una cianobacteria y un hongo. Las primeras producen alimento a través de la fotosíntesis y se lo sirven al hongo, que a su vez proporciona humedad, un sustrato para la supervivencia y la protección del alga. Los hay de múltiples colores y formas y los podemos encontrar sobre cualquier sustrato y ambiente, desde rocas a ramas secas de los árboles. A veces podremos observar en su superficie unas “trompetas acabadas en cráter”, llamadas ascocarpos o ascomas, que son sus estructuras reproductivas.
Ahora que ya conocemos las diferencias entre estos grupos de organismos, es importante destacar que, pese a su capacidad de regular ciertas condiciones ambientales y nutricionales a nivel local, estos organismos también se están viendo gravemente afectados por el cambio climático y por los cambios de uso del suelo. Según un estudio publicado en Nature Geoscience por investigadores de la Universidad de Almería y el Max Planck Institute for Chemistry de Alemania, el área cubierta por estas comunidades podría disminuir hasta un 40% para 2070, teniendo unas graves consecuencias para algunos ecosistemas.
Así que, si eres de los que aún le gusta hacer el belén por Navidad, piénsalo dos veces antes de llevarte un puñado de biocortezas a casa; dónde hacen más servicio es en el lugar en el que han crecido. Por algún motivo las biocortezas también son conocidas por ser “la capa viviente de la Tierra”.
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