El desarrollo embrionario tiene comienzo cuando un espermatozoide fecunda a un óvulo y se forma un cigoto, proceso que ocurre en el oviducto (trompa de Falopio) de la mujer.
Cuando se fusionan las membranas, todo el material que contiene el espermatozoide entra al ovocito. Las mitocondrias paternas se eliminan y el flagelo se disuelve, pero el centriolo (centrosoma en vegetales) paterno es fundamental para que tenga lugar la primera división celular del embrión.
En el momento de la fusión, el ovocito, bloqueado hasta ese momento en metafase II de la segunda división meiótica, se reactiva y termina la división excluyendo el segundo corpúsculo polar.
Aproximadamente 4 horas tras la concepción, aparecen los pronúcleos, el masculino, que procede del núcleo del espermatozoide descondensado, y el femenino. Los pronúcleos comienzan a acercarse gracias a los microtúbulos que parten del centriolo paterno. Mientras tanto, los pronúcleos duplican su ADN.
Cuando llegan a su tamaño máximo, el centriolo se duplica para formar el huso mitótico, es en ese momento en el que las membranas de los pronúcleos se desaparecen y los cromosomas se posicionan en el huso para que tenga lugar la primera división celular.Se divide primero en dos células, posteriormente en cuatro, en ocho, dieciséis, treinta y dos, llegando al cuarto día a estadio de mórula.
Se forma la zona pelúcida que se encarga de la protección del ovocito y preembrión en sus primeros días de desarrollo, confinándolo en un volumen pequeño. Nuevas investigaciones llevadas a cabo demuestran que las glicoproteínas que la forman poseen receptores para los espermatozoides facilitando la fecundación.
También tienen un papel en la reacción acrosómica induciendo la misma. El endurecimiento posterior a la entrada del espermatozoide debido a una segunda despolarización de la membrana (provocada por iones de calcio) es fundamental para el bloqueo poliespermático (poliespermia). Anomalías en la estructura o función de las glicoproteínas de esta capa puede generar fecundaciones anómalas, una disminución de la viabilidad embrionaria y menor capacidad en la implantación de embriones en tratamientos de fecundación in vitro.
El blastocisto se implantará en el tejido endometrial del útero entre 4 y 7 días después de la fecundación.
El embrión, como se llama a partir de ese momento, se implanta en la pared uterina, cuando ya se ha convertido en una esfera de células con una masa embrionaria discoidal. En la segunda semana empieza a formarse la placenta, que nutre al embrión, formado ya por tres tipos de tejido primordial: endodermo, ectodermo y mesodermo.
En el curso de la tercera semana se forma el tubo neural, precursor del sistema nervioso. En la cara dorsal del embrión empiezan a formarse masas de tejido muscular llamadas sómitas o sómites, de las que surgirán los principales órganos y glándulas. Los vasos sanguíneos y los primordios de la cavidad digestiva surgen hacia el final de esta semana. Cuando termina el primer mes, ya han empezado a desarrollarse todos los órganos importantes. Los ojos son perceptibles, los brazos y las piernas empiezan a aparecer y late por primera vez un corazón de cuatro cavidades, aunque lo hace de manera automática, sin estar controlado por ningún sistema nervioso. Durante ese proceso, comienza a segmentarse en el útero y alcanza el estado de blastocito. Ciertos cambios en el blastocito determinan la diferenciación y la formación de dos macizos celulares: uno interno, el embrioblasto, que origina las estructuras propias del embrión, y otro externo, el trofoblasto que forma la placenta y los demás anexos embrionarios. El endometrio nutre y puede recibir el blastocito y, una vez allí, éste entra en contacto con los vasos sanguíneos maternos. Asimismo, se forma el cordón umbilical, que une el embrión a la placenta.
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