Las primeras pistas sobre por qué las transfusiones de principios del siglo XIX habían fracasado eran los cúmulos de sangre. Cuando los científicos a finales de 1800 mezclaban sangre de diferentes personas en tubos de ensayo, a veces los glóbulos rojos quedaban pegados, o sea, se aglutinaban. Pero, como la sangre por lo general provenía de los pacientes enfermos, los científicos pensaron que aglutinaba por algún tipo de patología que no valía la pena investigar. Nadie se molestó en ver si la sangre de personas sanas aglutinaba. Hasta que llegó Karl Landsteiner.
El médico vienés preguntó qué pasaba así que empezó a recoger muestras de miembros de su laboratorio, incluido él mismo. Separó el plasma de las células y empezó a mezclar el plasma de unos con las células de otros. Fue entonces cuando se dio cuenta de que la aglutinación sólo se producía si se mezclaba entre determinas personas que, ordenando según sucedía, separó en tres grupos: A, B y C. Posteriormente el C pasaría a llamarse O y se descubriría el grupo AB.
Si mezclaba el plasma del grupo A con células rojas de la sangre de otra persona en el grupo A, el plasma y las células se mantenían en forma líquida. La misma regla se aplicaba al plasma y los glóbulos rojos del grupo B. Pero si Landsteiner mezclaba plasma del grupo A con células rojas de la sangre de B (y viceversa) entonces había aglutinación. A mediados del siglo XX Philip Levine descubriría cómo categorizar la sangre según el factor Rh.
Landsteiner nunca llegó a saber qué era lo que distinguía una sangre de la otra. Posteriores generaciones de científicos descubrieron que la superficie de las células rojas de la sangre tienen diferentes moléculas en su superficie. Aun así, su descubrimiento fue el pistoletazo de salida para las transfusiones de sangre a gran escala y tener los bancos de sangre como tenemos hoy día, y por ello se llevó el Premio Nobel de Medicina del año 1930.
Pero hecho el descubrimiento y conocida la causa de los problemas con las transfusiones hubo otra pregunta que se planteó: ¿por qué? ¿por qué existen grupos de sangre?
Y todo por un gen
En la década de los 1990 los científicos descubrieron el gen responsable del grupo de sangre es uno solo al que llamaron gen ABO. Diferentes grupos de sangre difieren en este gen. Y también han encontrado que nuestros tipos de sangre son muy antiguos. Los gibones y los seres humanos tenemos variantes para los grupos A y B, y esas variantes proceden de un ancestro común, que vivió hace 20 millones de años. Y todavía queda analizar la sangre de más primates. Los chimpancés, por ejemplo, sólo tienen tipos de sangre A y O, mientras que los gorilas, por otro lado, tienen sólo B.
No se sabe si el hecho de que existan grupos de sangre sea debido a una presión selectiva o, por el contrario, que hayan surgido por falta de presión selectiva. Los científicos siguen buscando.
Y todo se complica más. En el año 1952 los científicos descubrieron en Bombay un grupo de personas que no tenían ningún tipo de sangre ABO. A esta condición se le llamó fenotipo de Bombay. Son personas normales, salvo que en el caso de que tuvieran que recibir una transfusión, sólo podrían recibir de su mismo tipo. Ni siquiera pueden recibir de la O. Y tampoco es el único.
Existen otros muchos factores raros, como el Rh nulo, de los que se han encontrado apenas 43 personas en todo el mundo. Una de estas personas,
Thomas, tiene una leve anemia, por lo que dona sólo 4 veces al año. Lleva siempre consigo una tarjeta en la que pone su tipo de sangre, ya que una transfusión de cualquier otro grupo podría ser letal. Y sólo viaja a países donde sepa que va a ser bien atendido en caso de problemas: los que menos problemas burocráticos pongan a la hora de trasladar la sangre de un país a otro.
Así que si sois de los O que sólo tiene un 5% de la población mundial, podéis sentiros afortunados.
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