La enterobacteria Escherichia coli vive en nuestros intestinos y en la mayoría de los intestinos de los mamíferos. Tiene un papel importante en el proceso digestivo. Pero manipulando su genoma, le podemos encargar nuevos objetivos. Como, por ejemplo, que coloree nuestra orina si detecta un tumor en nuestro hígado. La bacteria, así, se convertiría en una herramienta de diagnóstico viva.
Es lo que ya se ha conseguido en ratones, para identificar metástasis en el hígado, según un estudio realizado por un equipo de la Universidad de California (San Diego) y el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Las bacterias se administrarían por vía oral.
Los estudios se centraron en el hígado no solo porque es un objetivo natura de la Escherichia coli, sino porque además es difícil lograr imágenes de ese órgano con técnicas convencionales de diagnosis como los escáneres o las resonancias magnéticas.
Estudios previos habían demostrado que las bacterias pueden penetrar y crecer en el microambiente de un tumor, donde hay muchos nutrientes y donde además la inmunidad del cuerpo está comprometida.
Por si esto fuera poco, otro equipo de investigadores de la Universidad de Montpellier y de Stanford ha conseguido que esta misma enterobacteria presencia de un exceso de glucosa ligada a la diabetes, coloreando también la orina para que nos demos cuenta en un simple test.
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