El olfato, un sentido olvidado y poco estudiado, es un mecanismo de defensa para la sobrevivencia del ser humano, fundamental en la reproducción sexual y potente predictor —cuando se va perdiendo la capacidad de oler— de algunas patologías.
La doctora Alicia Castillo, profesora de neuroanatomía funcional de la Facultad de Medicina de la UNAM, apunta sobre el sentido de los olores:
El olfato es tan importante como los otros sentidos, sólo que durante la evolución “nosotros despegamos la nariz del piso”.
A los mamíferos de cuatro patas, la nariz les sirve para encontrar comida y evitar comer algo venenoso, en proceso de descomposición o tóxico, así como para encontrar pareja y reconocer a la cría.
En los humanos se modificó la relevancia del olfato “porque nos pusimos de pie”. Erguidos, estamos lejos de lo que podemos oler. Predominan el oído y la vista porque el mundo y la vida están llenas de sonidos, así como de formas y colores.
Olfato y subsistencia
Neurológicamente, el olfato está conectado al sistema autónomo del cerebro. Por eso, cuando olemos algo desagradable reaccionamos, es decir, se activa “el reflejo de la arqueada”.
También tiene conexión con el sistema límbico, por lo que los humanos podemos separar el acto sexual per se de lo sensual. Ambos tienen que ver con el olfato y la vista.
La o lo veo y digo: está más o menos. Sin embargo, si me agrada su olor, entonces, las posibilidades de que haya una compatibilidad tanto sexual como sensual a largo plazo son muchas.
El olfato es un mecanismo “muy ancestral” que facilita encontrar pareja. En un experimento en el que se pidió a mujeres que olieran camisetas sudadas de algunos hombres, se encontró cuáles aromas les gustaban y atraían y cuáles no.
Otros estudios, a los que ya no se les dio continuidad, mostraron que hay cierta complementariedad entre olfato y sistema inmune. Es muy probable que, si me gusta el olor de alguien, nuestros sistemas inmunes sean complementarios. El ser humano producto de esa relación de pareja tendrá un sistema inmune más fuerte, lo cual es fundamental para la subsistencia de la especie.
Olfato entrenado
Hay olores que de manera innata o natural nos agradan y otros que nos desagradan, como los pútridos. Aunque también hay olores aprendidos.
Así como se educa el oído para la música, también al gusto y al olfato para la cata de agua, café, vino u otro alimento. En particular, el olfato se entrena para distinguir las notas de las fragancias y los perfumes.
La música y las fragancias tienen notas. En una son Do, Re, Mi, Fa, Sol, La y Si. En las otras hay notas florales, dulces, quemadas, a madera, cítricas, etcétera, que siempre son referencias de otro sentido. O veo flores o me saben a algún cítrico. Quizá la única exclusiva del olfato es la nota alcanforada.
El olfato también es un sentido olvidado porque no tiene, como la vista, un vocabulario. No tenemos una palabra o nombre específico para los olores. En cambio, para los colores si: azul, verde, rojo, blanco…
Olfato, un sentido químico
La relación olfato-olores también es cultural. Hay aromas que nos relajan, nos activan, abren el apetito, porque están asociados al gusto. Si se junta “el aroma que me gusta con el hambre” comienzo a salivar. Salivamos porque hay núcleos en el tallo cerebral que conjuntan o integran esa información que viene del olfato y el gusto.
A diferencia de la vista, el oído y el tacto (diseñados para procesar colores y formas, sonidos y texturas), el olfato y el gusto son sentidos químicos. El olfato (la nariz sirve para respirar y oler) tiene receptores que detectan moléculas aromáticas muy volátiles flotando en el ambiente.
Toda esa información llega al sistema límbico y activa la parte del gusto, la parte sexual y la memoria. Todos tenemos recuerdos asociados a olores específicos. La cercanía del sistema olfativo con el hipocampo y la amígdala facilita que se impregne la memoria. “Es como si conversaran muy de cerca”.
Olfato y enfermedades
Perder el olfato aparentemente no es grave. Sin embargo, para quien padece de gripe o COVID-19 no es nada agradable comer: no le sabe la comida porque más del 80% del sabor está asociado con el olfato y le queda “muy poquito del gusto”. Sin olfato no se puede tener “toda la experiencia de comer con los sabores”.
Una buena noticia es la neurogénesis que ocurre en los bulbos olfatorios del cerebro. Sus neuronas se regeneran todo el tiempo. Por eso el olfato podría usarse como “un potente predictor” de padecimientos neurodegenerativos como las enfermedades de Alzheimer y de Parkinson. Antes de presentarse la pérdida de memoria o la desregulación de los movimientos, lo primero que se pierde es el olfato porque ya no se regeneran las neuronas de los bulbos olfatorios
Aún no es posible curar las enfermedades neurodegenerativas, sin embargo, si se descubre de manera temprana la pérdida del olfato podría ser un indicio de que en unos cinco años se podría manifestar Alzheimer o Parkinson.
Cuidados para el olfato
¿Cómo puedo cuidar mi olfato? Si bien “se cuida solo”, la doctora Castillo propone:No exponerse a olores intensos, por ejemplo, a solventes muy potentes. Quien está expuesto debe usar equipo de protección como mascarillas. “Oler tantito para el cerebro no es poquito”. Aunque se van a morir y a regenerar neuronitas del sistema olfatorio, hay que cuidarlas.
No exponerse a cambios de temperatura o a situaciones que pudieran desencadenar un proceso de infección de las vías respiratorias. La gripe, COVID-119 y otras enfermedades similares afectan los bulbos olfatorios. Con un catarro, nuestra mucosa y nuestros receptores del olfato sufren.
Evitar las drogas, particularmente las que se consumen por inhalación.
Cuidar la alimentación para tener un sistema inmune con “todo en su lugar”.
Quienes se acercan a los 60 años de edad y notan pérdida del olfato, deben acudir al médico para descartar o confirmar la posibilidad de padecer alguna patología y tomar las acciones médicas correspondientes.
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