jueves, 28 de diciembre de 2023

Cómo el cuerpo se deshace de las toxinas y los pigmentos


El cuerpo humano funciona gracias a una serie de órganos que se coordinan, conformando una serie de sistemas, que cumplen distintas funciones. El sistema digestivo se encarga de procesar el alimento y absorber los nutrientes; el sistema respiratorio obtiene el oxígeno del aire para llevarlo a la sangre. El sistema circulatorio (¿Cómo funciona el sistema circulatorio?) distribuye los nutrientes y el oxígeno por todo el organismo, y recoge el CO₂ y los productos de desecho; y el sistema nervioso se encarga de mantener el resto de sistemas adecuadamente sincronizados y funcionando.

El CO₂ acumulado en la sangre, producto del metabolismo celular, es liberado a la atmósfera por el mismo sistema respiratorio, pero la sangre también acumula una serie de sustancias, los productos de desecho, que necesitan ser purgados del cuerpo de algún modo, de eso se encarga el sistema excretor. La sangre cargada de sustancias indeseadas entra en los riñones, que actúan como un filtro, y de donde sale limpia. Esas impurezas son disueltas en agua, almacenadas en la vejiga, y posteriormente eliminadas fuera del cuerpo a través de la orina.


La urea como componente principal
A través de la orina se eliminan muchísimas sustancias; medicamentos y drogas, o productos resultantes de su metabolismo, se eliminan por esa vía. También se eliminan electrolitos, como iones de sodio y potasio, cuando aparecen en exceso en el organismo. Pero el componente principal de la orina es la urea. Hasta el 2 % del volumen de la orina es urea.

La urea es un producto químico que se produce como resultado de la degradación del metabolismo de las proteínas. A diferencia de los lípidos o los glúcidos, compuestos principalmente de carbono, oxígeno e hidrógeno, las proteínas tienen altas concentraciones de nitrógeno. Cuando una proteína o, mejor, cuando los aminoácidos que componen una proteína son metabolizados, carbono, oxígeno e hidrógeno se eliminan fácilmente formando dióxido de carbono y agua, pero el nitrógeno es más persistente. La molécula estrella para eliminar el nitrógeno es el amoniaco, pero resulta tóxico.

Una ventaja del amoniaco es que se disuelve en agua; de ahí que algunos animales, sobre todo los que viven en entornos acuáticos, opten por excretar el amoniaco a través de la piel. Los peces, así como muchos invertebrados acuáticos, realizan este tipo de excreción simple; son animales amoniotélicos.Pero los animales que viven fuera del agua tienen una dificultad añadida. Disolver el amoniaco hasta concentraciones no tóxicas requiere una gran cantidad de agua, y muchas criaturas no pueden prescindir de ella tan fácilmente. A estas criaturas, la evolución les ha dotado de dos estrategias distintas, ambas muy eficaces.


Los reptiles —aves incluidas—, los insectos y muchos moluscos son uricotélicos. Concentran el amoniaco en una molécula orgánica compleja y relativamente fácil de almacenar: el ácido úrico. Este ácido es soluble en agua, pero cuando se deshidrata cristaliza. Los animales uricotélicos expulsan el ácido úrico disuelto al intestino, que luego reabsorbe el agua, y excretan los cristales resultantes mezclados con las heces. Por eso el guano de las aves es un fertilizante tan eficaz.

Los mamíferos también producen ácido úrico en su metabolismo —el exceso en el organismo provoca problemas de salud, como cálculos renales o gota—, pero en la orina su concentración es muy baja, apenas 0,5 partes por mil. En este caso, el nitrógeno se almacena en la molécula de urea, también soluble en agua, y con una toxicidad muy inferior a la del amoniaco. Eso permite acumular mayor cantidad de nitrógeno, perdiendo menos agua en el proceso, y eliminarlo a través de la orina. Somos animales ureotélicos.

El misterio tras el color amarillo
Una particularidad de la orina es su color amarillento. Esta coloración es dada, especialmente, por la presencia de un complejo tetrapirrólico llamado urobilina. Que, por supuesto, es un producto de desecho.

Cuando los glóbulos rojos mueren, la hemoglobina que contienen debe metabolizarse; el primer metabolito es la biliverdina, de color verde, responsable de que los hematomas adquieran, con el tiempo, ese tono. El siguiente metabolismo en el proceso de degradación es la bilirrubina —la de la canción de Juan Luis Guerra—, de color anaranjado. No es soluble en agua, y, por lo tanto, no aparece normalmente en la orina; esta la que, a posterior, se descompone en urobilina, el residuo final, amarillo, que es eliminado a través de la orina.

La intensidad del tono de amarillo se relaciona directamente con la concentración de la disolución de urobilina: cuanto más concentrada, más oscura la orina. Cuando es de un color amarillo pálido, se considera que es saludable; colores oscuros implican una alta concentración, y, por consiguiente, que el organismo está intentando ahorrar agua. Es indicativo de que hay que beber más agua.


Además, la orina puede cambiar de color por efecto de ciertos medicamentos o alimentos. Si ese no es el caso, la orina de colores anómalos suele indicar problemas de salud. La hipercalcemia benigna familiar tiñe la orina de niños de tono azulado; ciertas infecciones de las vías urinarias pueden teñirlo de verdoso o de un tono opaco y turbio; problemas hepáticos o biliares la tiñen de naranja o pardo. Y una tinción rojiza puede indicar sangre, causada por abrasión en conductos como la uretra —por ejemplo, por la presencia de un cálculo—, o por algún otro problema de salud. Sea cual sea el motivo, colores anómalos en la orina deben ser, siempre, motivo de consulta médica.

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