De acuerdo con datos del Consejo Nacional de Población y de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2021, en promedio, 350 mil adolescentes se embarazan al año (unas mil por día), 30 por ciento son embarazos no intencionados o no deseados; además, se registra una tendencia en la que las y los jóvenes inician su vida sexual a una edad cada vez más temprana, en promedio entre los 14 y los 15 años.
Para Nélida Padilla Gámez, del Grupo de Investigación en Psicología y Salud Sexual, la educación integral de la sexualidad sigue siendo un gran pendiente en nuestro país, pues desafortunadamente aún hay ideas muy limitadas derivadas de una educación judeocristiana que, por años, ha promovido erróneamente que la educación sexual sólo propicia que la juventud tenga relaciones sexuales antes de tiempo o que las y los niños cambien su identidad sexo genérica.
La investigadora de la Facultad de Estudios Iztacala destacó que en todo el sistema educativo hay muy pocos programas de educación sexual integral por lo que las y los jóvenes reciben sólo orientación básica que en la mayoría de los casos se limita a tocar temas de salud sexual como, prevención de embarazos, el uso del condón y de anticonceptivos, por lo que todo se reduce a decir: no te embaraces o no te vayas a contagiar.
“La educación sexual integral es mucho más amplia y tiene que ver con un proceso de enseñanza y aprendizaje basado en un currículo sobre los aspectos cognitivos, emocionales, físicos y sociales de la sexualidad, buscando proveer a la niñez y a las personas jóvenes los conocimientos, habilidades y valores que los empoderen para hacer de su salud, bienestar y dignidad una realidad, desarrollando relaciones sociales y sexuales respetuosas”, explicó.
Agregó que, de acuerdo con experiencias documentadas, las y los jóvenes están mostrando muy poco interés en temas sobre la salud sexual, como la anticoncepción o la prevención de embarazos, pues consideran que ya lo saben todo a partir de información que obtienen de internet o vía las redes sociales. No obstante, apuntó, el hecho de que tengan acceso a muchos datos no significa que tengan la información correcta o que la hayan asimilado de manera adecuada. “Por ejemplo, en el tema específico del uso del condón, todo mundo refiere que sí lo utiliza; no obstante, hemos encontrado que tienen muchas fallas al momento de colocarlo”.
Según datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, de los jóvenes que tiene una vida sexual activa, 97 por ciento conocen al menos un método anticonceptivo, pero más de la mitad no utiliza ningún método de protección en su primera relación sexual.
Por otra parte, Padilla alertó que un tema que requiere una mayor visibilidad y una atención urgente es el aumento en el número de niñas y jóvenes embarazadas como producto de violaciones y abusos sexuales y que, incluso, muchas de esas jóvenes durante la pandemia vivieron con el agresor que abusó de ellas reiteradamente, en una problemática cuya gravedad no se refleja en las estadísticas.
Problema muy delicado
La especialista apuntó que en cuestiones de sexualidad el problema de la desinformación es muy delicado, pues con relativa facilidad se comparte información vía internet o en las redes sociales, replicando datos falsos o imprecisos sin ningún rigor científico. “Los jóvenes sí tienen mucha información, pero no es de las instancias o de los medios más confiables y generalmente los datos los obtienen a través de Twitter, TickTock o en blogs improvisados”.
Padilla Gámez comentó que entre las inquietudes más comunes que manifiestan las y los jóvenes, sobre este tema, prevalecen los temas de las relaciones sexoafectivas, como por ejemplo, las de noviazgo, el tema de los crush (amores platónicos), el aborto, métodos de emergencia, interrupción legal del embarazo, violencia de género y acoso sexual. “El tema del acoso es algo que en este momento preocupa mucho, toda vez que no tienen claro cómo manejar un cortejo que en su momento pueda interpretarse o confundirse con acoso”.
Finalmente, sostuvo que la educación integral sobre sexualidad usa como base la ciencia y el pensamiento crítico, como algo que se debe fomentar entre las y los jóvenes. De esta forma, cualquier información que surja de internet puede ser analizada y discutida con otros compañeros para ir construyendo un modelo propio de esa sexualidad.
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