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lunes, 7 de diciembre de 2015

Los genes que nos protegen de la demencia

Enviado por Valeria Scanda

Muchas variantes de genes humanos han evolucionado para proteger a los adultos mayores contra las enfermedades neurodegenerativas y cardiovasculares, según un estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de California-San Diego, en Estados Unidos, que se publica en The Proceedings of the National Academy of Sciences.

Hemos visto que los seres humanos han desarrollado variantes de genes que pueden ayudar a proteger a las personas mayores de demencia”, señala Ajit Varki.

El experto cree que estos genes probablemente evolucionaron para preservar a las valiosas y sabias abuelas y otros ancianos, “así como para retrasar o prevenir la aparición de personas dependientes que podrían desviar recursos y esfuerzos lejos de la atención de los jóvenes”, apunta Varki.

El modelo estándar de la selección natural predice que una vez que termina la era de la reproducción, las personas mueren, y esto se debe a que la selección temprana en la vida favorece fuertemente variantes que benefician el éxito reproductivo, incluso a costa de consecuencias negativas más tarde en la vida, una de las razones principales por las que envejecen casi todos los vertebrados.

Deterioro cognitivo

Los seres humanos (y ciertas ballenas) son una excepción a esta regla, viviendo décadas más allá de la edad reproductiva. Estos ancianos contribuyen a la salud de los individuos más jóvenes por el cuidado de los nietos y también trasladándoles conocimiento cultural importante. El deterioro cognitivo relacionado con la edad compromete estos beneficios, y, finalmente, carga al grupo con la necesidad de cuidar a los miembros mayores dependientes.

Los investigadores se centraron inicialmente en el gen que codifica la proteína CD33. CD33 es un receptor que se proyecta desde la superficie de las células inmunes, donde mantiene a raya las reacciones inmunes, previniendo el auto-ataque y reduciendo la inflamación no deseada.

Estudios previos sugirieron que una cierta forma de CD33 suprime la acumulación del péptido beta amiloide en el cerebro. La acumulación de beta amiloide se cree que contribuyen a la aparición tardía de la enfermedad de Alzheimer, un trastorno post-reproductivo que afecta a los seres humanos de forma única y se ve agravado por la inflamación y la enfermedad vascular cerebral.

Así compararon la regulación CD33 en los seres humanos y sus parientes vivos más cercanos, los chimpancés. De esta forma, los científicos encontraron que los niveles de la variante de CD33 que protege contra la enfermedad de Alzheimer son cuatro veces más altos en los seres humanos que los chimpancés y hallaron variaciones humanas específicas en muchos otros genes implicados en la prevención del deterioro cognitivo, como APOE.

La forma ancestral del gen, APOE4, es un factor de riesgo conocido para la enfermedad de Alzheimer y la patología vascular cerebral, pero este trabajo detectó que protegía de la demencia. Todas estas variantes genéticas protectoras están presentes en África y, por lo tanto, son anteriores al origen de nuestra especie, un resultado que está en consonancia con el valioso papel de las personas mayores a través de las sociedades humanas.

Sabiduría

“Cuando las personas de edad avanzada sucumben a la demencia, la comunidad no sólo pierde una importante fuente de sabiduría, conocimiento y cultura, sino que los ancianos con deterioro cognitivo leve que tienen posiciones de influencia pueden dañar a sus grupos sociales, tomando decisiones erróneas”, señalan.

“Nuestro estudio no prueba directamente que estos factores estaban involucrados en la selección de variantes protectoras de CD33, APOE y otros genes, pero es razonable especular sobre la posibilidad. Después de todo, la atención intergeneracional a los jóvenes y la transferencia de información son factores importantes para la supervivencia de los parientes más jóvenes en el grupo y en las redes sociales o tribus más amplias”, concluye.

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