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lunes, 1 de abril de 2024

Más allá del dióxido de carbono: Los otros gases de efecto invernadero

Al hablar de cambio climático, normalmente centramos la atención en las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el más conocido de los gases de efecto invernadero. Incluso en los estudios científicos, las emisiones de este tipo de contaminantes se contabilizan en toneladas de CO2 equivalente. Desde esta perspectiva, es fácil minimizar el papel contaminante de otros gases que, aunque presentes en menores cantidades, su potencial de calentamiento global es significativamente más alto que el CO2 porque, aunque menos abundantes, son mucho más efectivos atrapando calor en la atmósfera, lo que aumenta su relevancia en las estrategias de mitigación del cambio climático.

La amenaza oculta del metano y el óxido nitroso
Aparte del CO2, probablemente el gas que más curiosidad despierta es el vapor de agua. Sin embargo, el ciclo del agua es lo suficientemente activo en todo el planeta como para que su acumulación no sea un problema. Pero además hay otros gases, estos sí, contaminantes, que tienen un efecto invernadero mucho mayor que el dióxido de carbono.

La medida de CO2 equivalente es útil para comprender el potencial de calentamiento global (PCG) de un gas. El PCG compara el efecto radiactivo de una cantidad específica de un gas de efecto invernadero con la misma cantidad de dióxido de carbono durante un período determinado, normalmente 100 años. Así pues, el CO2 equivalente equivale a la cantidad de CO2 necesaria para generar el mismo efecto invernadero que una tonelada del gas que se está midiendo.

Por eso son tan relevantes el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O), gases con un PCG considerablemente más alto que el CO2. El metano, según la investigadora Victoria Momyer, de la Universidad de Boston, y sus colaboradores, es 34 veces más potente que el CO2 en términos de PCG. Por su parte, el óxido nitroso tiene hasta 300 veces el potencial de calentamiento global del CO2.

Otros gases, como el clorodifluorometano, el tetrafluoroetano o el hexafluoruro de azufre, aunque presentes en cantidades menores, también son significativos debido a sus altos PCGs. Estos gases, frecuentemente utilizados en la industria y la manufactura, pueden tener un efecto desproporcionadamente grande en el calentamiento global, comparado con su concentración en la atmósfera.

¿De dónde vienen estos contaminantes?
El origen del metano es múltiple. Las fuentes conocidas más relevantes de emisiones de CH4 son proceden de la producción de carbón y gas natural. Estudios recientes, como el llevado a cabo por Hossein Maazallahi y colaboradores de la Universidad de Utrech (Países Bajos), han identificado áreas urbanas como fuentes importantes de emisiones de CH4 originadas principalmente por la red de distribución de gas natural y otras infraestructuras relacionadas con combustibles fósiles.

Pero la agricultura y, sobre todo, la ganadería también son fuentes de metano. En la ganadería, se produce principalmente durante la fermentación entérica en el tracto digestivo de los rumiantes y desde el estiércol almacenado. Por otro lado, los ecosistemas acuáticos como humedales y arrozales son fuentes notables de metano por la actividad de microorganismos metanogénicos en condiciones anaeróbicas.

Además, el permafrost, especialmente en Siberia, almacena grandes cantidades de metano que, en caso de descongelarse por el aumento de las temperaturas globales, podrían liberarse a la atmósfera causando un problema de contaminación masivo.

En cuanto al óxido nitroso, es emitido principalmente por procesos relacionados con la agricultura, como el uso de fertilizantes nitrogenados, y en menor medida por la combustión de combustibles fósiles, incluido el transporte motorizado. Parte de las emisiones de N2O también proviene de la descomposición de materia orgánica en suelos y aguas.

En España, en el año 2021 —la última actualización del Instituto Nacional de Estadística—, se estimó que las emisiones totales fueron de unas 234 000 toneladas de CO2, a las que se sumarían unas 1120 toneladas de CH4 (38 000 toneladas de CO2 equivalente) y casi 60 toneladas de N2O (18 000 toneladas de CO2 equivalente). Más del 25 % de estas emisiones proceden de la industria manufacturera, un 17 % más del sector primario, en torno al 15 % de los servicios de suministro, y casi el 13 % de los servicios de transporte y almacenamiento.

Un enfoque amplio en la lucha contra el cambio climático
Aunque la lucha contra las emisiones de CO2 es esencial para abordar el cambio climático, no es suficiente. Es necesario además impulsar medidas específicas de mitigación para el metano y el óxido nitroso, ambos gases con gran impacto en el calentamiento global.

Dado que la industria es la mayor fuente de emisiones de CH4 y N2O, se propone la puesta en marcha de tecnologías más limpias y eficientes, así como mejorar el tratamiento de residuos industriales.

En la agricultura y ganadería, se busca la promoción de prácticas agrícolas más sostenibles. En este sentido, el investigador Daniel Plaza-Bonilla, de la Universidad de Lleida, y sus colaboradores, tienen un trabajo prometedor donde abordan la reducción de emisiones de óxido nitroso en sistemas agrícolas.

Otra fuente importante de emisiones es el suministro energético; en este sentido, los objetivos prioritarios pasan por transicionar a un modelo de producción basado cada vez más en fuentes de energía renovables y mejorar la eficiencia energética. Además, es necesario fomentar la preferencia por el transporte a pie, en bicicleta o en transporte público, para acercarnos a unas ciudades de quince minutos, más sostenibles y en las que se minimicen las emisiones por transporte.

Sin duda, todos estos avances son necesarios en la transición hacia un mundo más sostenible, pero aún no son suficientes. El decrecimiento es, también, una necesidad, en tanto que implica un cambio de paradigma para reducir emisiones y consumo, a cambio de producir lo realmente necesario, que termine en manos de quienes lo necesitan.

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