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lunes, 12 de febrero de 2024

La trágica historia de Cupido

Enviado por

Daniel Hernandez Mendoza 

Cupido tuvo un padre mensajero y una madre de belleza apabullante. El primero fue Hermes: el vocero de los dioses en el panteón griego. Ella era Afrodita: diosa del amor, la belleza y la estética, según relata la tradición oral antigua. De la unión entre ambos nació un niño alado, con puntería acertada y una gran necesidad de atención.

Por parte de su madre, Cupido recibió una instrucción severa para atacar sin piedad a sus rivales políticos y amorosos. La diosa de la belleza se caracterizaba por ser una mujer celosa y revanchista, que disfrutaba de hacer plañir a sus adversarios. Entre burlas e intenciones genuinas de unir a las parejas para siempre, al hijo de la diosa del amor se le otorgó un arco con flechas únicas: quienes fueran víctimas del arquero alado caerían perpetuamente enamorados de la primera persona con la que se encontraran.

Fue así como Cupido se ganó fama como un joven dios molesto, que disfrutaba de hacer sufrir a los seres humanos con sus flechas hechizadas. Tuvieron que pasar eras antes de que la misma maldición que él imprimía en sus víctimas cayera sobre sí mismo, con una intensidad inconmensurable. Ésta es su historia.

Durante años, Cupido flechó a miles de parejas con descuido. Instado por su madre, Afrodita, obligaba a los mortales a caer en un hechizo de amor irreversible. Por esta razón, se ganó fama en el Olimpo como un dios travieso y poco considerado con los sentimientos de los demás. Sabiendo que podía infundir una pasión inapagable en sus víctimas, decidía hacerlo de todas formas, a pesar del dolor que pudiera causarles.

“A veces se le representaba con una armadura como la de Marte, el dios de la guerra, quizás para sugerir paralelismos irónicos entre la guerra y el romance o para simbolizar la invencibilidad del amor”, documenta Britannica.<

Seguido, las víctimas de Cupido eran mujeres hermosas, que se ganaban la atención de Afrodita. Por su belleza, la diosa temía ser opacada por ellas. Por esta razón, mandaba a su hijo a flecharlas con amores imposibles. La estrategia funcionó durante algún tiempo, hasta que dio con la hija de unos reyes de una isla sin nombre.

Tenían tres hijas. Todas ellas tenían fama por sus atributos físicos. Especialmente, la mejor: Psique. La amplia lista de admiradores que tenía la joven habían renunciado a adorar a Afrodita, por lo que la diosa le guardaba un rencor especial. Por esta razón, la diosa del amor mandó a su hijo a flecharla para que se enamorara de algún ser espectral, horroroso, imposible de unirse a ella.

En el camino a flecharla, sin embargo, Cupido se raspó a sí mismo con la punta de su propia flecha. Al encontrarse con Psique, quedó irremediablemente enamorado.

Contra la furia de Afrodita
Afrodita no contaba con que su propio hijo cayera con el maleficio pasional que le infundía a los demás. Por el contrario, confiaba en su destreza como arquero veloz y preciso. Sin embargo, ante la visión hermosa de Psique, Cupido decidió sencillamente desobedecer a su madre —a pesar de que sabía perfectamente de lo que ella era capaz al entrar el cólera.

Por su parte, angustiado porque su hija todavía no había encontrado un marido adecuado, el rey de la isla decidió consultar al oráculo de Apolo. Los místicos le dijeron que, por órdenes de Afrodita, ella tendría que casarse con una bestia malformada, similar a un dragón, que habitaba los confines más oscuros del inframundo. Petrificado por la pena, el monarca no tuvo más opción que vestir a Psique con un atuendo mortuorio: sólo así podría estar a la altura de una boda fúnebre, como a la que estaba destinada.

Horrorizado por los designios de su madre, Cupido decidió intervenir. En lugar de permitir que Psique se casara con un monstruo de las tinieblas en el Hades, diseña un plan para que contraiga matrimonio con él mismo, en medio de una noche brumosa. Sin saber a dónde iba, la mujer se halló a sí misma en un palacio ornamentado con oro y mármol. Pasó largas horas en unos aposentos decorados con lujo que nunca antes había visto. Al caer la noche, sintió el calor de otro cuerpo, que le hacía el amor suavemente.

Supuso que era su nuevo marido.
Al despertar, Psique se encontró a sí misma completamente sola. Pasó el día descubriendo regalos que su nuevo esposo había dejado para ella: joyería vistosa, prendas caras, vasijas y platos elaborados con maestría. Sin saberlo, Cupido se las había dejado antes de que saliera el sol.

Sólo así, el hijo de Afrodita podría garantizar que su mujer no se diera cuenta de quién era él. Sin oponer resistencia, con el paso de los días Psique se acostumbró a recibir el calor de Cupido por las noches. Anhelaba su presencia, aunque no conocía su rostro: la noche todo lo consume.

Un día, sus hermanas decidieron visitarla. Asombradas por el lujo con el que vivía ahora, sintieron envidia por la nueva vida que llevaba Psique. A pesar de que ellas mismas tenían esposos influyentes, nunca podrían haber soñado con tanto lujo, tanta riqueza. En medio de esa cólera, una de ellas le preguntó que cómo era su esposo: su rostro, sus manos, sus vestiduras.

A la sombra de miradas ajenas, Psique no supo contestar.

Nueva luz
Al caer la noche, Psique tenía la convicción de que finalmente vería el rostro de su marido. En ese momento, ella pensaba todavía que estaba casada con un monstruo del inframundo. Para protegerse de su reacción, buscó una daga para finalmente deshacerse de él y regresar con su familia.

Después de hacer el amor, cuando Cupido ya se había dormido, la mujer encendió una lámpara y empuñó el cuchillo con el que planeaba matarlo. Con el fulgor de la vela, la mujer alumbra el rostro más hermoso que había visto en su vida. Se quedó sin aliento y, con la impresión, derramó sobre el cuerpo desnudo del dios del amor la cera caliente.

La quemadura lo despertó. Para evitar que lo reconociera, todavía dormido, Cupido saltó de la cama y se cubrió el rostro. Completamente confundido, salió de la habitación por la ventana. A pesar de que Psique intentó perseguirlo, no logró alcanzarlo. Durante días, la mujer continuó su búsqueda en medio del bosque y entre los templos a diferentes diosas. Sus caminatas solitarias fueron infructuosas.

Aunque pidió el auxilio de algunas diosas, ellas sabían que no se les permitía contradecir los designios de Afrodita. Por ello, Psique se vio forzada a acudir a su suegra celosa.

Contra corriente
Mientras Psique acudía a Afrodita, Cupido se quedó encerrado en casa de su madre. Ante su desobediencia, la diosa decidió mantenerlo cautivo para evitar que interfiriera con los planes que tenía para su nueva nuera. Cuando finalmente estuvieron frente a frente, la diosa de la belleza impuso pruebas insoportables a la princesa de la isla sin nombre.

Azotes, días de hambre, travesías por el inframundo estuvieron entre los obstáculos que Psique tuvo que librar para reencontrarse con su esposo. Hubo un momento en el que sencillamente pensó en dejarse morir. Desde las profundidades de la Laguna Estigia, la mujer prefería no volver a salir nunca que enfrentarse a la cólera de Afrodita.

En cada ocasión, Psique regresó a la vida por la intervención de Afrodita. Bajo la mirada de la diosa enfurecida, le sería imposible librarse de sus castigos. En lugar de eso, prefirió infundirle un sueño similar a la muerte, que le impidió moverse. A la par, la herida de Cupido ya había sanado: sus músculos se restablecieron y, angustiado por el paradero de su esposa, estaba determinado a encontrarla.

Cupido y Psique ante la corte de dioses griegos
Así como escapó de sus aposentos nupciales, salió de la prisión en casa de su madre. Ante la visión de su mujer dormida, Cupido rompió el hechizo y la saca de ahí. Para librarse de las maquinaciones de Afrodita, el dios del amor llevó el caso ante Zeus, quien le había concedido la libertad de desposar a quien él quisiera. Encolerizado por los abusos de Afrodita, el dios del trueno decide convocar una reunión con todo el panteón griego en el Olimpo.

Ante la corte de dioses griegos, Zeus concedió que Cupido y Psique se casaran formalmente. En lugar de orquestar un evento fúnebre, como originalmente había sido, el dios del rayo decidió organizar un evento de celebración con vino, comida y música. Antes de consumar el matrimonio, le pidió a la princesa de la isla sin nombre que tomara una copa entera de Ambrosía: la bebida que le otorgaría la vida eterna.

Sin ella, le sería imposible acompañar a Cupido a través de los tiempos. Él siendo un dios, y ella, una mortal, estarían destinados a separarse cuando la vida de Psique llegara a su fin. Una vez que ella bebió todo el contenido de la copa sagrada, el dios del amor la tomó entre sus brazos. Con la fuerza de sus alas, se elevaron juntos hasta las estrellas.


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