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sábado, 18 de junio de 2022

Maguey

No cabe duda de que nada tan mexicano como un paisaje de campo de magueyes, uno de los rasgos que caracteriza nuestro país es sin duda su diversidad. Los mexicanos vivimos en un territorio muy variado en donde lo común es encontrar múltiples manifestaciones lingüísticas, sociales, culturales y ambientales.

Por ello es difícil encontrar elementos que de forma única puedan representar a todo ese mosaico heterogéneo que es México.

Las lenguas de nuestros ancestros nombraron estas plantas metl o mexcametl (náhuatl), tocamba (purépecha) y guada (otomí), que son fuente de alimento, bebida, fibra, medicina y material de construcción. El uso que les ha dado la fama es la producción de las importantes bebidas: aguamiel (neutli) y su fermentado, el pulque (octli), y más tarde de las destiladas: los mezcales (mezcal, tequila y bacanora). Los españoles las llamarían maguey, palabra adoptada en su paso por las Antillas (Conjunto de islas en el Caribe y el Océano Atlántico) en el siglo XVI. Agave –del griego “admirable” o “noble”– sería su nombre científico, acuñado por el naturalista sueco Carl von Linneo en su obra Species Plantarum en 1753.

El maguey es una planta suculenta de origen mexicano con la que se obtienen diversos productos tales como el pulque, bebida embriagante de gran arraigo en nuestro país; una especie de papel o película que se extrae de las pencas para formar hojas lo suficientemente fuertes para contener un platillo tradicional mexicano llamado mixiote, y también se obtiene forraje de dichas pencas para alimentar animales.

Dentro de su género podemos encontrar una gran diversidad de formas, tamaños, colores y estrategias de vida, las cuales pueden crecer en tan diversos ambientes como valles, acantilados, dunas o picos montañosos.

Esta planta pertenece a la familia de las agaváceas y al género agave. A mediados del siglo XVIII, el naturalista sueco Carlos Linneo determinó que el nombre genérico de los magueyes era agave. De éste género se obtienen los siguientes productos nativos de nuestras tierras mexicanas.Fibras textiles (Agave fourcroydes)
Pulque, mixiote y forraje (Agave salmiana)
Tequila (Agave tequilana Weber)
Mezcal y bacanora (la más común Agave angustifolia Haw)

Hoy los magueyes se distribuyen desde el sur de Estadios Unidos hasta el norte de Argentina, sin embrago la mayor concentración de especies se encuentra en México que además es su centro de origen, del total de las especies de agave que existen nuestro país alberga al 75% y a 119 que viven exclusivamente en este territorio.

Sin embargo, siempre requieren de un clima semiseco y de una constante exposición al sol, en lugares con menos de 100 días nublados al año.


En nuestro país hay más de cien variedades de este género, con sus especies y subespecies que ofrecen formas y tamaños diferentes. Está, por ejemplo, el maguey espadín, en Oaxaca; el agave azul, en Jalisco; el henequén, en Yucatán, y los magueyes pulqueros en Hidalgo, Tlaxcala, Puebla y Estado de México, por mencionar algunos.

Son plantas hermafroditas y monocotiledóneas, es decir que su semilla es indivisible, como el maíz. Tienen forma de piña de la cual salen sus pencas, rectas o dobladas, carnosas, de bordes espinosos, a veces de color amarillo, y con una púa en la punta. Sus flores (llamadas quiotes) llegan a medir 12 metros. El color va desde el verde claro hasta el verde oscuro casi púrpura, pasando por varios tonos de azul.


De acuerdo con cifras del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), la producción nacional de agave en 2016 fue de 1.88 millones de toneladas, de las cuales cerca de tres cuartas partes las aportó Jalisco, siendo Tequila y Arandas los principales municipios productores; en tanto que la producción de maguey pulquero ascendió a 249.0 millones de litros, destacando Hidalgo con 78.1% del total nacional.



El maguey vive entre cinco y setenta años, según la especie, antes de producir cientos de flores que ofrecen néctar a insectos, aves y murciélagos a cambio del polen de otros individuos de su especie.



La mayoría de los magueyes desarrollan sus flores en ramas; otros en una inflorescencia formada por un eje principal alargado llamado espiga o quiotes o calehual (del nahuatl quiotl = tallo, brote). 

Las flores, conocidas como hualumbos, fertilizadas producen las semillas que el viento y la lluvia dispersan. Después de florecer y reproducirse sexualmente, el maguey muere. Las semillas heredan y mezclan los genes de la planta madre y de la otra de la cual proviene el polen. Los magueyes tienen una forma alternativa de reproducirse, que es por medio de bulbillos e hijuelos. Los primeros son los que se desarrollan a partir de una yema, mientras que los segundos son los retoños más vigorosos, que nacen en el cuello de la planta. Tanto bulbillos como hijuelos son genéticamente iguales a la planta que los produjo, es decir, son clones.
Conservación y manejo

En desiertos, bosques y selvas, del nivel del mar a las altas montañas, en paisajes silvestres, rurales e industrializados, las poblaciones de más de un centenar de especies de Agave ocupan múltiples espacios en el campo mexicano. Al aprovecharlos, debemos respetar y conservar su diversidad para que continúen su evolución de la mano de los paisajes que les dieron origen y las culturas que les han dado identidad.

Las modalidades productivas de magueyes mezcaleros van de la agroindustria intensiva a la recolección en el monte, pasando por su cultivo en pequeña escala y en espacios rurales diversos.

El cultivo intensivo y la reproducción del mismo paquete tecnológico generan beneficios de corto plazo pero tienen costos ambientales como la erosión, la contaminación y el desplazamiento de los magueyes nativos de cada región. Por su parte, la recolección indiscriminada puede provocar la desaparición de poblaciones silvestres.

Los sistemas productivos deben adaptarse a las condiciones naturales de cada región y a la disponibilidad de otros recursos como la leña y el agua. El aprovechamiento sustentable de las poblaciones silvestres y su manejo puede contribuir a la conservación de los bosques, selvas bajas y matorrales que son el hábitat de otras plantas y animales. Asimismo, la diversidad de las especies de magueyes en México es un recurso invaluable para enfrentar el cambio climático y la desertificación. Si les restamos diversidad perdemos posibilidades en el futuro.



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