Páginas

sábado, 14 de agosto de 2021

¿Para que sirven las cosquillas?

Las cosquillas son un gesto que puede ser desde una experiencia muy divertida o excitante –conocida como knismolagnia– a una verdadera molestia. Todos las hemos experimentado en algún momento, por parte de amigos, familia o pareja, pero casi nadie conoce a qué se deben, cuál es su función y por qué a unos les hacen reír y a otros les incomodan.

Para empezar, vamos a diferenciar dos tipos de cosquillas, las knismesis, que se producen cuando, por ejemplo, una pluma roza nuestra piel o un insecto corretea por ella. Este tipo de cosquilleo no nos suele hacer reír, sino que es una reacción natural de nuestro cuerpo que nos alerta de una posible picadura, por lo que la reacción más habitual a este estímulo es sacudir o frotar la zona con la mano.

Esta sensación podemos provocarla nosotros mismos si tocamos ligeramente la piel con las yemas de los dedos o con las uñas, y es normal que el cuerpo nos responda con una piel de gallina bien marcada. Este tipo de cosquillas se puede observar también en animales, como cuando los caballos hacen temblar su piel o las vacas agitan su cola para deshacerse de las moscas e insectos.

Nuestra reacción a las cosquillas puede variar dependiendo de nuestro estado de ánimo, el nivel de estrés o de si nos las hacen por sorpresa

El otro tipo de cosquillas son las gargalesis, aquellas que son más intensas y que suelen producir carcajadas en la persona, se diferencian porque no nos las podemos hacer nosotros mismos, sino que solo surgen si nos las provoca otra persona. Este tipo de estímulo es sobre el que nos vamos a centrar para conocer por qué reacciona nuestro cuerpo como lo hace y algunos otros aspectos que quizás no te hayas parado a pensar acerca de esta incontrolable sensación.

Qué funciones cumplen las cosquillas
En cuanto a las funciones de las cosquillas existen diferentes teorías, una de ellas es que gracias a este estímulo podríamos aprender desde pequeños a proteger las zonas más frágiles de nuestro cuerpo y que coinciden que son las más sensibles al cosquilleo, como el cuello o las costillas, por eso cada vez que nos las hacen tendemos a encogernos y ponernos en posición fetal.

En la parte psicológica, las cosquillas se ven como una forma de unión social y de interacción entre amigos, familia y pareja. Por eso, no hay persona que se resista a hacer cosquillitas a los niños pequeños para que se rían y es que, es una de las primeras formas de comunicación de los bebés, que empiezan a responder con carcajadas a las cosquillas a partir de los cuatro meses después de nacer, según explica Robert Provine, profesor de psicología y neurociencia en la Universidad de Maryland (EE.UU.). Este gesto es muy reconfortante tanto para los padres como para los hijos y crea unos lazos sentimentales más fuertes.
¿Son involuntarias las cosquillas?

Un grupo de investigadores suizos se hizo la misma pregunta que nosotros e intentó descubrir si el origen de las cosquillas era involuntario, y después de analizarlas en personas con un escáner cerebral vieron que al recibirlas se activaba la corteza somatosensorial –encargada entre otras cosas de las sensaciones del tacto– y el hipotálamo, lo que significaba que éstas eran totalmente instintivas, es una especie de reflejo que activa esta parte del cerebro encargada, entre otras cosas, de las acciones de huida y lucha.

Robert Provine es discordante con la idea de que las cosquillas sean un acto reflejo. Explica que, si fuese así, no podríamos evitar reírnos al hacérnoslas nosotros mismos, al igual que ocurre cuando nos damos un golpe en el tendón rotuliano de la rodilla y nuestra pierna se levanta, la reacción es la misma si lo hacemos nosotros que si lo hace otra persona.

Cuando nos hacen cosquillas se activa el cerebelo, que se encarga de anticiparse a nuestros propios actos. Es entonces cuando evalúa lo que podríamos sentir con nuestros movimientos y manda una señal. Todo eso se produce de manera muy rápida y sin darnos cuenta. Esto podría explicar que nuestro cuerpo no reaccione de la misma manera a las cosquillas propias que a las ajenas.

Otro de los puntos en contra de la idea de que esta sensación sea involuntaria proviene de un estudio de la revista Science, en el que se descubrió que la reacción de los ratones a las cosquillas no era la misma si tenían niveles elevados de estrés, lo que viene a decir que nuestra reacción puede variar dependiendo de nuestro estado de ánimo.

Un estudio realizado por la Universidad de Tubinga (Alemania) respaldó la idea de que nuestra reacción cerebral a la risa que nos provocan las cosquillas es diferente que, por ejemplo, las que surgen como una conversación entre amigos. Además, está demostrado que, si sabemos que nos van a hacer este tipo de broma, el cosquilleo no es tan intenso como si nos pilla por sorpresa.

Las personas con esquizofrenia si pueden hacerse cosquillas
Un apunte curioso es que las personas que tienen esquizofrenia sí reaccionan a sus propias cosquillas de la misma forma como si se las hiciese otra persona. Los expertos han señalado que la explicación podría estar en un posible problema en el mecanismo neurológico que se encarga de conectar el cerebelo con el resto del sistema cerebral y que hace difícil que se produzca el intercambio de información previsora de la que hablábamos antes.

Por eso, además de un método de juego, de comunicación y de fortalecimiento de relaciones, las cosquillas también pueden ser usadas como señal de alerta para detectar posibles problemas neurológicos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario