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viernes, 13 de agosto de 2021

Historia de la aspirina

El ácido acetilsalicílico o AAS es un anti-inflamatorio no esteroideo de la familia de los salicilatos, usado frecuentemente como analgésico, antipirético, antiagregante plaquetario y anti-inflamatorio.

Aspirina es el nombre comercial acuñado por laboratorios Bayer para el fármaco. En muchos países sigue siendo una marca registrada de esa empresa, sin embargo, en otros como Estados Unidos, aspirin pasó a ser el nombre.

El nombre comercial de Aspirina viene del vocablo «Spiraea», que en botánica designa una familia de plantas y de ahí la sílaba «spir». La letra «A» indica el proceso de acetilación al que se somete al ácido salicílico para convertirse en ácido acetilsalicílico. La sílaba «in» era una terminación empleada con frecuencia para los medicamentos en aquella época.

El hombre siempre ha tratado de encontrar el remedio para aliviar su dolor. En la antigüedad, el remedio lo encontraba en la propia naturaleza. En concreto, el extracto de la corteza de sauce blanco (Salix alba), cuyo principio activo es la base sustancial de Aspirina, poseía unas cualidades terapéuticas tales como calmar la fiebre y aliviar el dolor.

Chinos, egipcios, griegos y romanos utilizaron la corteza de sauce para aliviar dolores. Ya en el siglo V a.C., el célebre médico griego Hipócrates recomendaba la corteza de sauce (fuente natural de la aspirina) como remedio para el dolor. En 1763 se publicó en Inglaterra un informe sobre el éxito que el reverendo E. Stone había tenido en 50 casos en los que utilizó corteza de sauce deshidratada para bajar la fiebre.

La corteza de sauce ha sido desde tiempo inmemorial el tratamiento contra la fiebre y el dolor. Es decir, un antipirético y analgésico.

A partir de la Edad Media y hasta aproximadamente el siglo XVIII, la corteza de sauce quedó en el olvido.

De nuevo en 1763, cuando Edward Stone presentó un informe en la Real Sociedad de Medicina Inglesa referente a las propiedades terapéuticas de la corteza de sauce blanco (Salix alba), se abrió otra oportunidad a este extracto vegetal tan utilizado tiempo atrás. Edward destacó su efecto antipirético tras haberlo administrado con éxito en 50 pacientes que sufrían estados febriles. Con el tiempo, los remedios naturales abrieron paso a las investigaciones científicas y a las soluciones químicas.

Científicos alemanes y franceses anhelaban descubrir el secreto de la corteza de sauce, el principio activo que curaba la fiebre y el dolor. En 1828, Andreas Bruchner, de la U. de Munich, identifica como salicilina el compuesto curativo del sauce, después de lograr aislar una sustancia amarillenta en forma de cristales de sabor muy amargo que llamó salicina. Esta sustancia también se encontraba en otras plantas como la Spiraea ulmaria, que más tarde inspiró el nombre de Aspirina.

Las posteriores investigaciones y modificaciones de la corteza de sauce dieron con el principio activo de esta planta que los científicos llamaron salicina, que sirve para sintetizar el ácido salicílico, y su proceso de acetilación da lugar al ácido acetilsalicílico.

El ácido salicílico sustituyó a la corteza de sauce, la quinina a la corteza de la quina, la estricnina a la nuez vómica y la morfina al opio.

Para prevenir una posible escasez de salicina en un futuro no lejano, se creó la necesidad de encontrar la fórmula química que sintetizara esta sustancia procedente de la corteza de sauce.

En 1853, el químico francés Charles Frédéric Gerhardt hizo un primer intento de acetilación de la salicina pero la solución contenía demasiados efectos secundarios e impurezas. Aún así, sus experimentos fueron recogidos en la literatura científica del momento, aunque a la vez olvidados por la comunidad médica.

Cuarenta y cuatro años más tarde, Félix Hoffmann, químico alemán de la casa Bayer, recuperó del pasado estas investigaciones y las perfeccionó, obteniendo, el 10 de agosto de 1897, el ácido acetilsalicílico, principio activo de Aspirina. Sus propiedades terapéuticas como analgésico y antiinflamatorio fueron descritas en 1899 por el farmacólogo alemán Heinrich Dreser, lo que permitió su comercialización.

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