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martes, 9 de julio de 2019

Trauma

La palabra trauma viene del modelo médico y significa literalmente “herida, daño”. El concepto de trauma surge de la idea de que la mente y las emociones pueden ser lastimadas igual que el cuerpo. Es problemático hablar de trauma en el campo de la salud mental porque se ha vuelto una categoría inasible que no se cuestiona y que se utiliza de modo indistinto para hablar de las consecuencias psíquicas de una experiencia dolorosa. Trauma puede no significar nada, si se hacen un lado las particularidades de cada persona y de cada cerebro. Vale la pena preguntarse qué sentido podrían tener experiencias indeseables como la violencia, los accidentes, los fenómenos naturales, el divorcio, la migración forzada, la desaparición de un familiar, la enfermedad o el dolor crónico (la lista es mucho más larga).

Un cerebro traumatizado puede rehabilitarse pero no con un acto simple de la voluntad. Decirle a alguien que debe dejar de sufrir por el pasado es entender muy poco sobre cómo funciona la mente: El centro encargado de regular el miedo es la amígdala, que está fuera de la conciencia y del control voluntario. Esta estructura evalúa si el ambiente es amenazante y produce miedo, vigilancia y conductas reactivas. En el trauma, su funcionamiento es excesivo y quien lo padece siempre está preparado para que ocurra una desgracia y tiene miedos diversos e incontrolables.

Como no todos los cerebros son iguales ni tampoco las historias de vida, habrá gente que se recupere más rápido de las experiencias de dolor. Algunos saldrán adelante con el paso del tiempo, otros necesitarán terapia, algunos más psicofármacos. La psicoeducación es importante: la persona que ha sufrido una experiencia traumática debe comprender con claridad los efectos biológicos, psicológicos, cognitivos, espirituales y sociales del trauma.

La psicoterapia insiste en nombrar las cosas, las experiencias, las emociones, los deseos. En el trabajo con trauma es indispensable hablar de lo que pasó, pero como se trata de asuntos tan delicados como la violencia, la muerte y la humillación en todas sus formas, no cualquiera está capacitado para escuchar.
Las personas que han sido víctimas de una violación, que perdieron su casa después del temblor, que han sufrido una guerra o un secuestro, tienden a aislarse para protegerse. Se retiran del mundo durante un tiempo pensando que el silencio traerá el olvido y la curación. Sin embargo, es importante hablar de las consecuencias específicas del trauma y pausadamente, tomar algunas decisiones sobre qué acciones serían útiles para seguir adelante con la vida.

Apelar a los propósitos, valores, creencias, ideas sobre la justicia y la dignidad, sobre las aspiraciones y sueños que el evento traumático fragmentó, sirve para recobrar la fuerza y la rabia necesaria para negarse a perder lo que fue arrebatado en el trauma.

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