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sábado, 3 de febrero de 2018

Mitos sobre la sexualidad preadolecente (II)

II. NO EXISTE UN MODELO DE “RELACIÓN SEXUAL IDEAL”

Aun con niveles muy dispares en los conocimientos previos y en la complejidad de sus preguntas, muchas de ellas desvelan que los jóvenes presuponen, como relación sexual ideal, una relación de pareja, heterosexual, con penetración, en la que ambos alcanzan el orgasmo simultáneamente. Es decir, tienen un patrón o modelo de relación. Ése es, desde luego, el modelo mayoritario que transmiten el cine, las lecturas, internet… aunque los protagonistas acaben de conocerse, y es lo que provoca en los jóvenes su “angustia” ante la duda de si “quedarán bien” en su primera relación.

1. No hay un modelo de relación sexual que sea ideal para todos.

Cada persona desarrolla y explora su sexualidad de la forma que le resulte más satisfactoria, y lo que para unos resulta muy placentero a otros les produce un grado distinto de satisfacción, o incluso no les atrae. Lo importante es que cada uno se conozca y sepa lo que le gusta. Y cuando esté con otras personas, que sepa apreciar y respetar lo que a ellas les guste, logrando así un mejor intercambio sexual.

2. La satisfacción y el placer no se alcanzan siempre de la misma manera, ni siquiera para la misma persona.

Aunque cada cual tenga unas preferencias, los momentos, las personas con que se relaciona, su estado físico o emocional pueden llevarle a preferir otras prácticas que en esas circunstancias concretas le producen mayor satisfacción que las que habitualmente se la provocan.

3. No hay prácticas sexuales mejores ni peores, siempre que sean libres y asumidas voluntariamente.

Para unos, será una relación homosexual, para otros, heterosexual, para otros compartida con otras personas, y cada cual tiene derecho, respetando a los demás, a vivir su sexualidad conforme le resulte más satisfactoria.

4. No existe una única respuesta válida a muchas de las preguntas de los jóvenes.

Las respuestas varían de unas personas a otras, pero también de una relación a otra e incluso, entre las mismas personas, de un momento a otro, sin que ni siquiera uno mismo pueda adivinar qué le va a apetecer en otra ocasión o con otra persona.

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5. La relación sexual no se reduce al coito.
La sexualidad y la relación sexual involucra a todo el cuerpo, además de a nuestra psique y hasta nuestros afectos. Sólo de una manera progresiva se puede ir conociéndolo, descubriendo sus zonas erógenas, si me excita más acariciar o que me acaricien, si me estimulan más la vista, los olores, el tacto, un recuerdo o un ambiente, u otros factores, sin centrarlo todo exclusivamente en la zona genital.

Cuanto mejor conozcamos nuestro cuerpo y sus reacciones, más rica será nuestra sexualidad, mejor podremos orientar a quien está con nosotros, obtendremos más placer y estaremos en condiciones de poderlo proporcionar a las personas con quienes mantenemos relaciones sexuales.

6. No hay una primera vez, sino muchas primeras veces.

Los primeros besos, las primeras caricias propias o por otras personas, los primeros tocamientos o masturbaciones, los primeros coitos. Cada uno de esos momentos son exploraciones de uno mismo y de las personas con que nos relacionamos mediante las cuales vamos descubriendo nuestra sexualidad y la de los demás y podemos ir aumentando nuestro grado de satisfacción y placer.

Lo fundamental es ir desarrollando esas prácticas a medida que nos sentimos seguros de desearlas y con las personas con las que queremos realizarlas, y no por imposición o por ceder ante otros, o para evitar que nos llamen “estrecha” o “inexperto”. En suma, no debe caerse en el mito o la trampa de “la primera vez” pensando sólo en el coito, y como si fuera un examen en el que hay que sacar nota.

7. La comunicación y la sinceridad mejoran el intercambio sexual.

No sólo en las primeras experiencias, también a lo largo de la vida, aunque sea una relación duradera y creamos saberlo ya todo de la otra persona. Comentar qué nos ha gustado más o menos a cada uno nos dará más seguridad, “habilidad” y placer mutuo en las próximas ocasiones. Por eso, debe rechazarse el mito de que en las relaciones heterosexuales las mujeres pueden fingir satisfacción para contentar al hombre. Si alguna lo hace, no debe tomarse como una “ventaja” de ella, pues no es más que una forma de engañarlo a él y a ella misma, en lugar de abordarlo con sinceridad y naturalidad para buscar maneras más satisfactorias otras veces.

Puesto que no hay un patrón de relación sexual ideal, sólo mediante la comunicación sincera es posible conocerse, también en el aspecto sexual, y saber lo que en cada momento pueda apetecer o esperarse de la otra persona y lo que espera de nuestra parte.

8. Las frustraciones, desengaños y temores se generan por malas experiencias o falsas expectativas.

Una mala experiencia, como acceder a relaciones no verdaderamente deseadas, o, desde luego, si nos fuerzan a ellas, no sólo conllevará sensaciones muy desagradables, sino que incluso pueden deteriorar nuestro desarrollo sexual, generando temores o rechazos. Asimismo, la ansiedad por “quedar bien” o aparentar una soltura y experiencia con que no se cuenta puede provocar no sólo una relación insatisfactoria, sino que nos bloquee para otras o nos haga creernos incapaces de ella. Quienes quemando etapas quieren en sus primeras experiencias llegar a la penetración pueden vivirlo incluso como doloroso o desagradable, sobre todo si hay mucha diferencia de experiencia y no se ha procurado el acompasarse mutuamente a los ritmos y los deseos de la otra persona.

Sólo si desarrollamos nuestra sexualidad conforme a nuestro propio ritmo de maduración, salvando siempre nuestra libertad y capacidad de decisión, y con una adecuada comunicación con los demás, pueden evitarse frustraciones.

III. LOS MITOS-TRAMPA: EROTIZACIÓN DE PREADOLESCENTES

1. Desde niños nos bombardean con modelos sexuales.

La ropa, los juguetes, las películas, los anuncios, los dibujos animados y otros productos para la niñez (en torno a los 5 años) ya empiezan a hacer énfasis en los atributos eróticos, sobre todo de las niñas, y en el rendimiento que se le puede sacar al atractivo sexual. Las niñas se empeñan en tener tipos esculturales, bailar como gogós, vestir ‘tops’ y minifaldas que dejen su ombligo al aire, y se preocupan por cuándo sus padres les dejarán hacerse un tatuaje, un ‘piercing’ o incluso –de adolescentes- un aumento de mamas o de labios para volver locos a los chicos. Éstos, por su parte, han de ser fuertes, seguros y “conquistadores”. La sexualidad se convierte en un aspecto fundamental a esta edad.

La adolescencia se adelanta artificialmente. La maduración física, psicológica y social deben ir juntas, pero sólo se atiende a la primera como importante sexualmente. Así, aparte de estar robando la infancia a los niños, estas pautas ejercen una influencia nefasta en la formación de la identidad personal, sobre todo de las chicas y de sus expectativas vitales como mujeres.

2. Los modelos de belleza provocan rechazo del propio cuerpo.

El modelo de chica a seguir en la actualidad es alta, delgada y dotada de unos pechos demasiado abundantes para esa constitución, algo casi imposible, porque la mama se compone en un 90% por tejido graso y sólo un 10% es la glándula mamaria. El modelo de chico es, musculoso, alto, fuerte, muy cuidado y con aire de triunfador.

Sin embargo, hay que saber que el cuerpo de los preadolescentes almacena grasa para hacer frente al estirón y al desarrollo, por lo que tienen bastantes posibilidades de creer que están gordos, algo que se ha convertido en un defecto capital.

Se exigen a sí mismos lo que no les importa tanto en los demás. Los adolescentes se autoexigen un aspecto físico ya adulto que sólo alcanzarán, en algunos casos, tras acabar el crecimiento.

3. Perseguir el modelo de belleza genera trastornos físicos y psíquicos.

Querer adecuar el cuerpo al modelo de belleza está provocando obsesión por la alimentación, las dietas y el ejercicio físico, que empiezan a llevarse a cabo a edades cada vez más tempranas. Junto a la anorexia, la bulimia y otros trastornos alimentarios se observan otros problemas que conllevan mucho riesgo. Una restricción dietética severa puede alterar gravemente los niveles de potasio y derivar en una parada cardíaca. O no alimentarse bien, por ejemplo, en el desayuno, disminuye el rendimiento físico e intelectual, la atención y otras capacidades necesarias para seguir las clases, generando una fatiga permanente.

Por otra parte, erigir el aspecto físico en el eje de la autoestima y superación personal conlleva frecuentes complejos y otros problemas psíquicos graves. Según los especialistas, el hecho de no alcanzar esos objetivos que se proponen provoca insatisfacción, ansiedad y depresión o actitudes depresivas a edades cada vez más tempranas. Además, favorece que se descuiden otras habilidades y áreas del desarrollo intelectual y personal, perdiendo interés por actividades como hacer deporte, leer, estudiar o desarrollar facetas y aficiones artísticas.

Los estímulos sexualizadores y algunos de los modelos de belleza que se propagan reducen a las mujeres a objetos de atractivo sexual,lo que pone en riesgo su desarrollo físico adecuado y condiciona su desarrollo personal, mermando su libertad de pensamiento y de evolución. En los varones puede aparecer frustración y baja autoestima si no se sienten atractivos, lo que les hace depender, en buena parte, de su aspecto físico.

4. Esos modelos reafirman el machismo, que se asume inconscientemente.

A través de los medios de comunicación y de ciertos programas de televisión, se transmiten unos modelos de pareja basados en el atractivo sexual, la posesión, los celos, el engaño, los cotilleos, los juicios, la intromisión en la vida privada de los demás sin ningún tipo de pudor…

Se van forjando así relaciones basadas en la falta de respeto, la incomunicación, actitudes agresivas y violentas. Se potencian los comportamientos machistas elogiando una cierta “chulería” en los chicos y calificando de poco “femenina” a las mujeres que se comportan con seguridad, firmeza y decisión.

Son modelos erróneos que hay que revisar con nuestros hijos para erradicar el machismo y las falsas actitudes.

¿Qué valoran realmente los jóvenes?, ¿Cuáles son sus ideas y creencias más profundas?, ¿Saben elegir desde la libertad sin sentirse coaccionados?, ¿Sabemos, como padres, qué es lo que les preocupa y lo que les hace sentirse bien?, ¿Creen que son valiosos sólo por su físico y su atractivo sexual o les ayudamos a descubrir “otros valores” y a afianzar su autoestima?

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