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miércoles, 1 de febrero de 2012

Los frescos del siglo xvii en la Iglesia Santos Juanes en Valencia cubren casi 1 207 metros cuadrados.
FECHA DE PUBLICACIÓN:2012-01-02     AUTOR: MURRAY CARPENTER
enviado por Pamela Echeverría
Restauradores y microbiólogos utilizan bacterias para dejar obras de arte como nuevas. Investigadores del Instituto Universitario de Restauración del Patrimonio (IRP) y del Centro Avanzado de Microbiología de Alimentos (CAMA), ambos de la Universitat Politècnica de València (UPV), están empezando a experimentar con esta novedosa técnica sobre los frescos de Antonio Palomino del siglo XVII en la Iglesia de los Santos Juanes de Valencia.

Existe un tipo de microorganismo que es capaz de limpiar obras de arte de una forma rápida, específica, respetuosa con la pintura y no tóxica ni para el restaurador ni para el medio ambiente. El equipo de la UPV que ha llevado a cabo está restauración está formado por la profesora de microbiología Rosa María Montes Estellés, el profesor de restauración José Luis Regidor Ros, la catedrática Pilar Roig y Pilar Bosch, bióloga y doctora en Ciencia y Restauración del Patrimonio.
Estos avances se dieron a conocer recientemente en una jornada celebrada en la Ciudad Politécnica de la Innovación que contó con la presencia de los propios creadores de estas técnicas, quienes mostraron en detalle su aplicación en el caso de Valencia y en las pinturas murales del Camposanto de Pisa, en Italia.

Aplicando bacterias por primera vez
El proyecto surgió cuando el IRP se encontraba en pleno proceso de restauración de los murales de la Iglesia de los Santos Juanes que quedaron prácticamente destruidos tras el incendio de 1936 y fueron intervenidos de manera inadecuada en la década de 1960. Los investigadores ensayaban técnicas novedosas para rellenar con imágenes digitales impresas transferidas en los espacios sin pintura, pero tenían enormes dificultades para tratar las eflorescencias salinas, las costras blancas provocadas por acumulaciones de sales cristalizadas y la enorme cantidad de restos de cola de gelatina que permanece en los murales arrancados.

Por ello, Rosa María Montes viajó con Pilar Bosch a Italia para conocer de cerca a los autores de unos estudios pioneros que se servían de bacterias para eliminar colas endurecidas de arranques muy difíciles de tratar con métodos convencionales. La restauración de las pinturas murales del Camposanto de Pisa fue realizada bajo la dirección de Gianluiggi Colalucci, restaurador de la Capilla Sixtina, y sus colaboradores, Donatella Zari y Carlo Giantomassi, quienes aplicaron esta técnica desarrollada por el microbiólogo Giancarlo Ranalli. Este investigador también había hecho pruebas con las manchas negras que aparecen en esculturas y monumentos artísticos.

De vuelta en Valencia, el equipo multidisciplinar de la UPV perfeccionó este método de biolimpieza y 'entrenó' a la cepa de bacterias del género Pseudomonas más adecuada para que se alimentara de las eflorescencias salinas que encontraron en los lunetos de la bóveda detrás de los cuales anidan palomas. "Por la acción de la gravedad y la evaporación, las sales procedentes de la materia orgánica en descomposición migran hacia las pinturas murales. Producen una costra blanquecina que además del evidente efecto visual no deseado, en ocasiones también provocan que se desprenda la capa pictórica de las paredes", explica Pilar Bosch.

Los científicos de la UPV han logrado rebajar el tiempo de aplicación de las bacterias y, además, han innovado en la manera de extenderlas. Según la doctora Bosch, "en Italia emplean algodón para aplicar los microorganismos sobre la zona a tratar. Nosotros, en cambio, hemos desarrollado un gel que actúa en superficie, lo cual evita que la humedad penetre en profundidad en el material y provoque nuevos problemas. Tras hora y media, se retira el gel con las bacterias, se limpia la superficie y se deja secar". Aquellas bacterias restantes mueren al no ser capaces de sobrevivir sin un entorno húmedo.

Las ventajas del nuevo proceso
Para acabar con las costras salinas en las obras de arte, hasta ahora se optaba por el uso de productos químicos reactivos, sin embargo, es una técnica agresiva, no selectiva y resulta tóxica para el restaurador. La segunda opción es erosionar la costra con medios mecánicos, pero es un proceso laborioso y también puede dañar la pintura. Las bacterias, en cambio, son totalmente inocuas para las personas, las pinturas y el medio ambiente y, además, es una manera eficaz, específica y rápida de acabar con el problema.

La investigación ha sido posible gracias a un proyecto financiado a través del programa de apoyo a la I+D de la UPV con el título 'Biotecnología microbiana aplicada a la limpieza y restauración de superficies de obras de arte' que dio su fruto con la tesis Doctoral de Pilar Bosch, realizada con apoyo de una beca del Ministerio de Ciencia e Innovación.

De momento se ha probado la novedosa metodología en dos lunetos de la iglesia y se espera aplicarlo en otros dos también situados en el tercio de la iglesia donde el Instituto está actualmente interviniendo. "Tras los buenos resultados de las pruebas, seguiremos investigando y mejorando la técnica con el objetivo de extenderlo a otras superficies. Como en la naturaleza encontramos diferentes especies de bacterias que se alimentan de casi cualquier cosa, estamos convencidos de poder eliminar otras sustancias en diferentes tipos de materiales", concluye la investigadora. El CAMA ha solicitado otro proyecto de la UPV para progresar con estos trabajos y está estudiando la colaboración con el sector privado.

Los frescos del siglo xvii en la Iglesia Santos Juanes en Valencia cubren casi 1 207 metros cuadrados, pero gran parte de la superficie está en malas condiciones. Las pinturas se dañaron cuando la iglesia se incendió durante la Guerra Civil española.

Después, en los sesenta, un esfuerzo por restaurarlas dejó residuos de pegamento y los nitratos del guano de las palomas que anidan tras las paredes migraron hasta la superficie y dejaron restos blancos. Para limpiar el mural, científicos y restauradores de la Universidad Politécnica de Valencia utilizaron bacterias entrenadas en un laboratorio para comer ciertos tipos de materia orgánica.

Aplican los microbios en un gel y, después de 90 minutos, lo retiran con una esponja. Sin humedad, las bacterias mueren. El equipo aprendió esta técnica de un proyecto de restauración en Pisa, Italia. Dice la bióloga Pilar Bosch Roig: "Es rápido, es selectivo y es más barato que las formas tradicionales".

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