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martes, 5 de julio de 2022

Eros y Psique

Todo mito posee un significado trascendental que expone aspectos de la condición humana… El mito de Eros y Psique, al que nos referimos a continuación, aborda la experiencia del alma inspirada por el amor, la confianza y el deseo de fundirse con el ser amado.

Antes de relatar el mito es oportuno comentar la relevancia que tienen la noción de Eros y Psique tanto en la antigüedad como en la modernidad. Además, nos ayuda a entender mejor el significado que yace en el relato.

«Psique» es una palabra de origen griego, su traducción es “el alma humana”, por lo tanto el personaje es su representación. Esta palabra deja como herencia universal el vocablo «psicología», la ciencia del alma.

Del término Eros proviene la palabra «erotismo» que se asocia al amor pasional. Existen diferentes versiones sobre el nacimiento de este dios; en las épocas más antiguas de la cultura griega se le asocia con la fuerza unificadora del cosmo, el amor puro.

En la mitología romana se le conoce como Cupido, un dios caprichoso, asociado al deseo pasional, hijo de la diosa de la belleza Venus. Esta versión del dios es la que vemos en el mito narrado por el filósofo romano Apuleyo, quien puso en papel una historia contada miles de veces de forma oral.

Aunque se popularizó la representación del dios como un niño travieso, con alas, flechas y arco, en el mito de Eros y Psique, el dios del amor, no se asemeja a un niño.

Eros se flecha a sí mismo
Psique, por otro lado, no nace siendo diosa, aunque es venerada como una.

Es la hija menor del rey de Anatolia. Su belleza exterior es tanta que intimida a los hombres, los cuales le rinden culto y mantienen la distancia de la contemplación. No se acercan para conocerla en profundidad y amarla como mujer, por ello, Psique desprecia su belleza.

No obstante, se gana los celos de Venus (Afrodita) quien manda a su hijo Cupido a lanzarle una flecha para que se enamore del hombre más horrible que encuentre; sin embargo, cuando Eros se consigue con una Psique dormida se convierte en víctima de la pasión amorosa que él provoca en los demás seres, terrestres y celestiales. Eros elige enamorarse de Psique, a pesar de que su amor es imposible, al ser ella mortal y él un dios.

El encuentro entre Eros y Psique tiene lugar después que la familia de la princesa consulte con el oráculo de Delfos el destino amoroso de la muchacha. Apolo arregla el encuentro, ordena que Psique se vista con ropa fúnebre y espere en lo alto de una montaña la llegada de su esposo, un ser inmortal y con poderes monstruosos:

“Fiero y cruel, y venenoso como serpiente; el cual, volando con sus alas, fatiga todas las cosas sobre los cielos, y con sus saetas y llamas doma y enflaquece todas las cosas; al cual el mismo Júpiter teme, y todos los otros dioses se espantan; los ríos y lagos del infierno le temen”.

La luna de miel
Psique es transportada de la montaña a un palacio, gracias al viento, donde es atendida por sirvientes invisibles. En la noche aparece Eros para conquistarla en la oscuridad. Él ya conoce a Psique, pero no deja que ella lo mire ni sepa quién es él… Se lo prohíbe.

Quizá lo que Eros desea es que Psique aprenda a ver con los ojos del alma; sin embargo, la muchacha al sentirse sola solicita la visita de sus hermanas, su conexión con lo terrenal. Debido a la envidia que le produce la prosperidad de su hermana, las muchachas incitan a Psique a descubrir la identidad de su esposo con la idea de que podría ser un monstruo que se coma el fruto de su amor, el bebé que Psique espera.

Por este motivo la princesa armada con una lámpara y una daga descubre el rostro del dios del amor cuando está dormido. La sorpresa de su belleza y la constatación de su linaje hacen que Psique se pinche torpemente con las flechas de su esposo y que descuide la lámpara; en este sentido, cae aceite hirviendo en el rostro del dios. Despierta herido, y decepcionado, por lo que se marcha del palacio reprochándole a Psique la desconfianza.

Después de reconocer a su esposo y mirar sus otros aspectos, Psique se enamora aún más de él; no obstante, también se hace consciente de la imposibilidad de una relación plena.

La penitencia de Psique y el reencuentro
Al quedar desolada la princesa piensa en el suicidio. Aparece el dios Pan, asociado al pánico y los impulsos de la naturaleza, quien la detiene. Psique decide pedir ayuda a las diosas para recuperar el amor de Eros, y después de acudir a Hera y Atenea, sin triunfar, se dirige a Afrodita.

Como última penitencia, la diosa le ordena ir al Inframundo en busca de Perséfone para pedirle un poco de su belleza para recuperar su atractivo. Psique es aconsejada por diversos dioses y logra superar todos los obstáculos hasta tener la belleza de Perséfone en un cofre; no obstante, Psique no se resiste y desea adquirir un poco de belleza para recuperar el amor de Eros. Abre la caja y la embarga un sueño estigio hecho para las almas mortales cuando entran al Hades.

En ese momento Eros se había recuperado de la herida y el deseo lo había llevado nuevamente con Psique. Cuando la encuentra despeja el sueño de sus ojos y luego se marcha al Olimpo a pedirle a Zeus permiso para casarse con ella. Zeus se lo concede, haciendo a Psique inmortal e intercediendo para hacer las paces con su madre.

De la unión de Eros y Psique nacería Hedoné, la representación del placer o la voluptuosidad.

Eros y Psique son eternamente felices luego de superar las adversidades. Gracias al deseo y la fortaleza del alma logran conectarse, comprenderse y superar la distancia que los separa.

lunes, 4 de julio de 2022

Cosmos 2

Cosmos: un viaje personal, es una serie documental de divulgación científica escrita por Carl Sagan, Ann Druyan y Steven Soter (con Sagan como guionista principal), cuyos objetivos fundamentales fueron: difundir la historia de la astronomía y de la ciencia, el origen de la vida, concienciar sobre el lugar que ocupa nuestra especie y nuestro planeta en el universo, las modernas visiones de la cosmología y las últimas noticias de la exploración espacial; en particular, las misiones Voyager.

El programa de televisión estuvo listo en 1980 y constó de trece episodios, cada uno de aproximadamente una hora de duración. La música utilizada fue mayormente obra de Vangelis, y otros. Ganó un Premio Emmy y un Peabody. La serie se ha emitido en 60 países y ha sido vista por más de 500 millones de personas. Tras el rodaje de la serie, Sagan escribió el libro homónimo Cosmos, complementario al documental.

El calendario del Dr. Carl Sagan, comprime 15.000 millones años de historia del universo y la hace comprensible, enmarcando los orígenes de la Tierra y la evolución de la vida. Veremos el progreso que supuso la evolución de la vida microscópica hasta la aparición de los seres humanos. Nuestro conocimiento sobre cómo se desarrolló la vida en la Tierra, nos permitirá viajar a otros mundos e imaginar qué otras formas de vida pueden existir en el Cosmos.

El Cosmos es todo lo que es o lo que fue o lo que será alguna vez.
Carl Sagan, capítulo 2, Cosmos: Una voz en la fuga cósmica

10 Beneficios de la piña

La piña conocida también como el ananá, es una planta perenne de la familia de las bromeliáceas, nativa de América del Sur. La piña es una es fruta deliciosa que ofrece muchos beneficios para la salud. A continuación te presentamos 10 bondades de la piña para tu organismo.

Reduce el riesgo de hipertensión
La hipertensión se origina cuando demasiada fuerza se ejerce sobre las paredes arteriales, mientras que la sangre circula. Una forma de combatir esto es consumir una gran cantidad de potasio y una pequeña cantidad de sodio en tu dieta para bajar la presión arterial. Las piñas son excelentes para la hipertensión, ya que una taza de piña contiene alrededor de 1 mg de sodio y 195 mg de potasio.

Ayuda a perder peso
Comer piña puede reducir los antojos dulces, por su dulzura natural y consumes mucho menos calorías, incorpora una gran cantidad de piña en las comidas te ayudará mucho en la pérdida de peso ya que la piña puede hacer que te sientas lleno sin ofrecerle un gramo de grasa a tu cuerpo.

Ayuda a mantener una buena salud ocular
Las piñas protegen contra los problemas de los ojos relacionados con la edad, porque es rico en antioxidantes.

Impide la placa bacteriana y ayuda a mantener los dientes sanos
Otro de los beneficios es que impide que se forme placa bacteriana en los dientes gracias a la alta cantidad de vitamina C que contiene y por lo tanto evitar muchas enfermedades de las encías.

Ayuda a cura el estreñimiento y el movimiento de intestino irregular
La piña es rica en fibra, muy eficaz para curar el estreñimiento y el movimiento de intestino irregular.

Ayuda a mantener la piel hermosa
La piña contiene enzimas que hacen que la piel se vuelva más elástica, y mejora la hidratación de la piel, al mismo tiempo elimina las células dañadas o muertas, nos ayuda a lograr una tez clara y brillante. Las enzimas de la piña luchan además contra los radicales libres y pueden disminuir manchas y líneas finas.

Fortalece el sistema inmune
La piña contiene una enzima llamada bromelina. La bromelina es un anticoagulante natural y también hay evidencias de que puede provocar cambios beneficiosos en los glóbulos blancos de la sangre, por lo tanto mejora la función inmune.

Excelente para proteger la tiroides y el sistema nervioso
La piña es una excelente fuente de vitamina C, yodo, magnesio, fósforo y calcio, útiles para la tiroides y las células nerviosas.

Combate la ateroesclerosis, enfermedades cardíacas y diabetes
La vitamina C aporta al organismo una protección frente a radicales libres (sustancias que atacan a las células sanas). La acumulación de radicales libres pueden ser los causantes de provocar ateroesclerosis y enfermedades cardíacas o diabetes.

Es una excelente fuente de manganeso
La piña también es una excelente fuente de manganeso, un mineral esencial para la producción energética de algunas enzimas. También tiene grandes cantidades de tiamina (vitamina B1), también muy importante para que estas enzimas produzcan esa energía. La piña también aporta hierro, azufre y potasio, que favorecen la actividad de las hormonas sexuales y ayudan a generar enzimas.

viernes, 1 de julio de 2022

Teoría celular

La teoría celular es la teoría que propone que todos los seres vivos están compuestos por células. Fue propuesta por Matthias Schleiden, Theodor Schwann y Rudolph Virchow entre los años 1838 y 1859, y se considera una teoría clave para el nacimiento de la biología celular.

El advenimiento de esta teoría descartó definitivamente la concepción aristotélica de que la vida podía surgir por generación espontánea a partir de materia inerte o no viva, idea mantenida en el mundo científico durante muchos siglos.

Hoy en día no es una locura pensar que organismos tan diferentes como los animales, las plantas y las bacterias, por ejemplo, están formados por unidades básicas equivalentes como las células, pero hace cientos de años estas ideas parecían un tanto descabelladas.

Con una simple observación al microscopio de las hojas de una planta, de la piel de un anfibio, de los pelos de un mamífero o de una colonia de bacterias, puede afirmarse rápidamente que todos están compuestos por una unidad básica con una organización y composición similares; la célula.

Los organismos unicelulares eucariotas de distintas clases y las células de complejos tejidos animales como el cerebro o el músculo, por ejemplo, son radicalmente diferentes tanto en estructura como en funciones, pero a pesar de ello todas tienen una membrana que las rodea, un citosol que alberga un núcleo y unos orgánulos que poseen determinadas capacidades funcionales.
Aunque fue establecida como teoría por tres autores principales, la teoría celular tuvo lugar gracias a muchos conocimientos, observaciones y aportes previos de distintos autores, quienes dieron las piezas del rompecabezas que Schleiden, Schwann y Virchow armarían después, y que otros perfeccionarían más adelante.
Antecedentes e historia de la teoría celular

La formulación de la teoría celular por Schleiden, Schwann y Virchow no habría sido posible sin la previa invención del microscopio, que tuvo lugar a mediados del siglo XVII.

Dos importantes personajes tuvieron parte en las primeras observaciones microscópicas de las células y en la fabricación de los primeros microscopios rudimentarios: Robert Hooke, en 1665, y más adelante, Antoni van Leeuwenhoek.

Sin embargo, existen reportes de las observaciones de Athanasius Kircher quien, en 1658, observó criaturas vivas (además de gusanos) que se formaban sobre tejidos en descomposición. Por la misma época, el alemán Swammerdam describió unos “corpúsculos” globulares en la sangre y se dio cuenta de que los embriones de rana también estaban conformados por “partículas” globulares.

Robert Hooke fue quien acuñó el término “célula” para describir a las celdillas que observó al mirar una lámina de corcho a través del microscopio; mientras que Leeuwenhoek se dedicó fervientemente a la fabricación de microscopios y a la observación reiterada de muestras procedentes de diferentes lugares, afirmando la existencia de vida diminuta.

Tanto Hooke como Leeuwenhoek podrían considerarse los “padres” de la microbiología, pues fueron los primeros en reportar la existencia de organismos microscópicos en distintos medios naturales (cuerpos de agua, raspados de la suciedad de dentaduras, semen, etc.).

Otros dos autores de la época, Marcello Malpighi y Nehemiah Grew, estudiaron detalladamente algunos tejidos vegetales. Las publicaciones de Malpighi (1671) y Grew indican que ambos autores identificaron la estructura de las células durante sus observaciones, pero se refirieron a estas como “celdas”, “poros” o “sáculos”.

Durante muchos siglos, la comunidad científica mantuvo la postura de que la vida podía ser generada espontáneamente a partir de materia inanimada (inerte, no viva), basándose en la “fuerza vital” o el “potencial” de elementos como el agua y la tierra para generar vida.

Sin embargo, estos postulados fueron rebatidos por los experimentos realizados por el italiano Lazzaro Spallanzani, quien demostró en 1767 que al hervir agua de estanques o pozos, dicha “fuerza vital” desaparecía, lo que implicaba que en el agua lo que existía eran organismos vivos.

Por ende, sus trabajos fueron los pioneros para la demostración de que la vida solo puede surgir de vida pre-existente o, lo que es igual, que todas las células vienen de otras células y no de la materia inerte.

Más o menos un siglo después de los trabajos de Spallanzani, el francés Louis Pasteur sentó el precedente con sus propios experimentos, demostrando definitivamente que la generación espontánea no tenía cabida en el mundo científico.

Postulados de la teoría celularUno de los postulados de la teoría celular es que las células provienen de células que ya existían

Aunque la teoría celular fue formulada en base a las observaciones realizadas en organismos “superiores”, esta es válida para todos los seres vivos, incluso para los organismos unicelulares como algunos parásitos y bacterias.

Los principales postulados de la teoría celular son tres:
1- Todos los seres vivos están formados por células
El botánico M. Schleiden y el zoólogo T. Schwann propusieron este postulado, afirmando que, a nivel microscópico, plantas y animales estaban compuestos por células.

2- Las células son las unidades básicas de todos los seres vivos
Este principio fue postulado también por Schleiden y Schwann y es un principio básico para definir a un ser vivo; todos los seres vivos están formados por células, ya sean unicelulares o pluricelulares.

3- Las células solo pueden provenir de células preexistentes y no por generación espontánea
Este principio fue establecido por Rudolph Virchow.

Posteriormente, otro autor, A. Weismann, agregó a la teoría el siguiente corolario:

– Las células que conocemos en la actualidad (“modernas”) se originaron a partir de un pequeño grupo de células “ancestrales”

Corolario que puede evidenciarse gracias a las similitudes encontradas entre algunas proteínas complejas que se encuentran en todas las células, siendo el citocromo uno de los mejores ejemplos de estas proteínas, ya que se “conserva” en cuanto a estructura y función tanto en bacterias, como en plantas y animales.

Autores principales
Aunque M. Schleiden, T. Schwann y R. Virchow fueron los principales protagonistas de la formulación de la teoría celular como la conocemos en la actualidad, muchos fueron los científicos que participaron, directa o indirectamente, en el establecimiento definitivo de la misma.

Robert Hooke (1635-1702)

Este virtuoso científico inglés no solo realizó descubrimientos en el campo de la biología, sino que también se interesaba por la física y la astronomía.

En 1665 presentó ante la Real Sociedad de Londres su libro titulado “Micrografía o Algunas Descripciones Fisiológicas de Cuerpos Miniaturas a través de un Cristal de Aumento” (del inglés Micrographia Or Some Physiological Descriptions of Miniature Bodies by Magnifying Glass).

En este libro, Hooke destaca las observaciones que realizó a una lámina de corcho, en la cual identificó unas unidades similares a “celdillas” a las que llamó “células”. Solo con un aumento de 30 veces, Hooke observó el mismo patrón en otras plantas y en los huesos de algunos animales, lo que le sugirió que los tejidos vivos se componían de los mismos “poros” o “celdas”.

Antoni van Leeuwenhoek (1632-1723)

Contemporáneo con Robert Hooke, el holandés A. Leeuwenhoek dedicó parte de su vida a la fabricación de microscopios y a la observación de muestras a través de ellos. Fue el primer autor que evidenció células vivas (Hooke solo vio las células muertas de la corteza de unos árboles y del hueso de unos animales).

Además, el diseño de sus microscopios le permitió apreciar con mucho más detalle las estructuras celulares, y lo llevó al descubrimiento de muchos organismos unicelulares a los que llamó “animálculos”, que hoy se sabe que eran tanto animales como plantas unicelulares.

En 1674, Leeuwenhoek describió por primera vez a los glóbulos rojos de la sangre y a los espermatozoides en su propio semen.

Matthias Schleiden (1804-1881)

Este científico alemán, profesor de botánica, fue quien “formuló” la teoría celular en base a sus observaciones en tejidos vegetales. Además, estuvo realmente interesado en el origen de las células, por lo que se dedicó a su estudio empleando embriones de tejidos vegetales.

Schleiden se atrevió a proponer que las células se desarrollaban “de novo” a partir de una masa de gránulos diminutos dentro de las células, las cuales formaban un “núcleo” cuyo crecimiento progresivo se transformaba en una célula nueva.

Theodor Schwann (1810-1882)

Este autor alemán fue el encargado de “generalizar” la teoría celular para todos los organismos vivos, incluyendo plantas y animales.

Schwann describió células nucleadas en diversos tejidos: en las células del notocordio y del cartílago, en larvas de sapos, en el hígado, los riñones, el páncreas, las glándulas salivales y el tejido conectivo de embriones de cerdos.

Sus resultados fueron reportados en 1838 en sus “Notas de campo sobre la naturaleza y la medicina”. Este autor también realizó importantes contribuciones a la neurociencia, pues fue el primero en describir la cubierta membranosa que envuelve las prolongaciones de las células nerviosas.

Robert Brown (1773-1858)
Este botánico y médico escocés fue el primero (en 1831) en reconocer al núcleo como parte esencial de las células vivas, gracias a sus observaciones microscópicas en las hojas de orquídeas. Brown fue quien acuñó el término “núcleo” para describir a una “areola circular única y opaca” en el centro de las células.

Rudolf Virchow (1821-1902)

Este médico y patólogo alemán fue el encargado de publicar por escrito, en 1855, la idea de que toda célula proviene de una célula preexistente (omnis cellula e cellula), descartando la posibilidad de la generación espontánea.

Pocos años antes declaró que: “la célula, como la forma más simple de manifestación de vida que, sin embargo, representa la idea de la vida, es la unidad orgánica, el ser vivo indivisible”.

Louis Pasteur (1822-1895)

Fue este microbiólogo francés quien definitivamente descartó la teoría de la generación espontánea, gracias a los experimentos que realizó en la década de 1850, en los que demostró que la multiplicación de los organismos unicelulares ocurría a partir de organismos ya existentes.

Su firme convicción lo llevó a diseñar un procedimiento experimental por el cual demostró que un “caldo de carne” podía ser esterilizado hirviéndolo en un matraz de “cuello de cisne”, capaz de “atrapar” partículas de polvo y otros contaminantes antes de que estos alcancen el fondo del recipiente.

Pasteur demostró que si el caldo era hervido y después se rompía el cuello del matraz y se dejaba este expuesto al aire, eventualmente se contaminaba, adquiriendo un aspecto turbio debido a la contaminación microbiana.

Es importante resaltar que otros autores como Carl Benda (1857–1933) y Camilo Golgi (1843–1926) (entre otros), hicieron después importantes contribuciones respecto al esclarecimiento de la estructura interna de las células eucariotas, describiendo sus orgánulos principales y sus funciones



Carbonífero: la época de las plantas y los insectos gigantes

Hubo una época de gigantes en la Tierra: enormes árboles, gigantescos helechos, libélulas de metro y medio, milpiés de un metro... Es el Carbonífero, un periodo espectacular que terminó hace 395 millones de años.

El Carbonífero es el período en el que las grandes plantas evolucionaron y se diversificaron: helechos arbóreos, colas de caballo gigantes y gigantes licopodios (conocidos popularmente como pinos de tierra) dominaban las zonas pantanosas tropicales, como el Lepidodendron ('árbol escamoso'). 

Era un miembro de las licófitas, el grupo de plantas vasculares con reproducción por esporas. Crecía como un tronco sin ramas cubierto de hojas en forma de escamas que realizaban la fotosíntesis. Pasaba la mitad de su vida como un poste sin ramas y cuando alcanza la madurez, desarrollaba una corona de ramas largas y finas que crecían directamente del tronco cerca de la copa de crecimiento. 

Las hojas eran parecidas a las de la hierba pero muy grandes, de casi un metro. A medida que el árbol crecía iba perdiendo las hojas más bajas y lo que quedaba eran las huellas que dejaban en forma de escamas. Podía alcanzar los 40 metros en menos de 20 años y tenía unos dos metros de diámetro. 

Sus 'raíces' (realmente no lo eran, sino un intermedio entre raíz y tronco) eran impresionantes: cuatro o más brazos que se disponían en forma radial y podían alcanzar una longitud de 12 metros, pero no profundizaban en el tierra. 

Otro gigante de los bosques era la Sigillaria, cuya corteza parecía una réplica de un panal de abeja, donde cada 'célula' hexagonal marca el lugar donde salía una única hoja con aspecto herbáceo. A medida que el tronco crecía, las hojas viejas caían al suelo y las nuevas aparecían en la parte superior del tronco, formando una corona. 

El Carbonífero también fue la época gloriosa de los helechos, y de ellos ninguno más agraciado que los Psaronius, con su largas frondas (así se llama la hoja de los helechos) y su tronco resplandeciente. Como los helechos arbóreos de la actualidad, tenían un único tronco sin ramas tocado por una corona de fronda que se iba desarrollando a medida que el helecho crecía.

Entre las plantas más intrigantes plantas del carbonífero estaba la Medullosa, con sus semillas del tamaño de un huevo. Al revés que otras plantas de su estilo, su follaje era similar a los helechos pero desarrollando semillas sin flores. 

Su reproducción no está muy clara, pues las semillas eran demasiado pesadas para que el viento las arrastrase, así que se piensa que eran los insectos los que las transportaban entre plantas, anticipando lo que sucedería millones de años después con las plantas con flores. El polen lo producían en órganos especializados que colgaban de las hojas -con formas diversas, que iban desde las muy simples a las que tenía forma de higo o de alcachofa de ducha- y todas cumplían la misma función: dispersar el polen de forma que pudieran formarse las semillas. 

Otros árboles enormes eran las Cordaitas, que poseen muchas características comunes con las coníferas, con hojas con forma de correa que alcanzaban el metro de largo. Y no era demasiado para un árbol que podía llegar fácilmente a los 45 metros...

Insectos gigantes
Los primeros ecosistemas terrestres fueron los pantanos del Carbonífero, que aparecieron cerca de las costas que pertenecían a lo que tiempo después serían Europa y Norteamérica (que se encontraban en la zona ecuatorial) debido a una bajada en el nivel del mar. 

Allí, entre los enormes árboles y un suelo cubierto de helechos y equisetos, vivían todo tipo de invertebrados que crecieron hasta tamaños nunca vistos (y que jamás se volverían a ver). Encontrar insectos fosilizados del tamaño de una moto fue algo sorprendente. Eso debieron sentir los mineros del pequeño pueblo inglés de Bolsover cuando en 1979 se encontraron un fósil imposible: una libélula con una envergadura de alas de medio metro. 

Estas libélulas gigantes, llamadas Meganeura, podían tener una envergadura que rondaba el metro y con un diámetro torácico de más de 3 cm, el triple del de las libélulas actuales. 

¿Realmente podía volar? La mecánica de vuelo insectil, por llamarla de alguna forma, es muy complicada. En este caso no conocemos con suficiente detalle la interacción entre los dos conjuntos de alas de la Meganeura para poder deducir algo de su aerodinámica. 

Por los suelos del Carbonífero también reptaban grandes miriápodos como Arthopleura ('costillas unidas'), que podía superar el metro de longitud, o un escorpión terrestre de casi un metro de longitud, el Pulmonoscorpius, además de unos recién llegados, los tetrápodos, anfibios y reptiles, que aparecieron a finales del Devónico y eran, esencialmente, peces con patas. 

Por desgracia de esa transición no poseemos muchos fósiles porque durante 20 millones de años se encuentra una significativa y poco explicada escasez de vertebrados en el registro fósil al comienzo del Carbonífero: es lo que se conoce como la Brecha de Romer. Pero algo debió suceder pues en sedimentos posteriores se han encontrado fósiles de anfibios que, aunque mantenían las aletas de la cola, habían perdido las branquias internas, lo que sugiere que podían internarse tierra adentro, abandonando las orillas de mares y lagos.


El fin de una era
Las plantas eran un excelente alimento (un Arthopleura podía consumir una tonelada de helechos al año) y las plantas tuvieron que buscar una forma de defenderse: la corteza de lignina y la celulosa. La lignina es muy dura y resistente, insoluble en el agua y como por entonces no había ningún hongo o bacteria capaz de descomponerlo, era la defensa perfecta para los árboles del Carbonífero. 

Algo parecido ocurrió con la celulosa de las primitivas hojas y tallos. Esta innovación evolutiva tuvo una consecuencia inesperada: los árboles muertos no se pudrían y quedaban sepultados en el subsuelo o en el fondo los pantanos, por lo que el carbono absorbido de la atmósfera no se devolvía a la misma. ¿Consecuencia? Una caída de la concentración de dióxido de carbono atmosférico y un aumento de los niveles de oxígeno hasta rondar el 30%. Este hecho tuvo un gran impacto en el mundo animal, pues permitió que alcanzaran tamaños nunca jamás vistos: los insectos actuales tienen un límite natural de crecimiento pues si se hacen más grandes no pueden conseguir el oxígeno suficiente para sus cuerpos. 

El exceso de oxígeno se podía difundir de manera natural a través de los espiráculos (sus orificios respiratorios) y, por tanto, aumentar su tamaño. Claro que el aumento de oxígeno también llevó aparejada la aparición de un fenómeno nuevo, los incendios forestales provocados por los rayos, lo que obligó a las plantas a desarrollar estrategias para regenerarse con rapidez cuando el fuego se extinguía.

Pero en la tierra nada dura eternamente, y hace unos 395 millones de años cambió el clima y los bosques del Carbonífero colapsaron. Nadie sabe porqué sucedió, pero el clima se tornó mucho más frío y seco y las que fueran grandes selvas quedaron reducidas a la mínima expresión, con grandes desiertos entre ellas. Licopodios y equisetos, hasta entonces dominantes, vieron como casi todos los miembros de sus géneros desaparecían al igual que los insectos y anfibios gigantes. Pero también hubo sus ganadores: las plantas con semillas y los el reptiles, mucho mejor adaptados al nuevo tipo de ecosistema que traía el Pérmico.